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Juicio de Depardieu lleva a un ajuste cultural en Francia de la era del #MeToo

Agencia

PARÍS (AP) — Gérard Depardieu alguna vez pareció más grande que Francia. Con su imponente figura, nariz torcida y enorme carisma, reinó en el cine por medio siglo — un ícono nacional tan familiar como la baguette.

Pero esta semana, el actor que protagonizó más de 230 películas — y que inspiró al escritor John Updike a lamentar: “Creo que nunca veré / una película francesa sin Depardieu” — se sentó encorvado en un taburete ortopédico especial en un tribunal de París.

Enfrenta dos cargos de agresión sexual. Si es condenado, podría enfrentar hasta cinco años de prisión y una multa de 75.000 euros (81.000 dólares).

Pero no sólo Depardieu está en juicio.

Para muchos en Francia, este caso marca la prueba definitiva para el país — una cuestión no sólo de culpabilidad o inocencia, sino de estar a la altura de las circunstancias. ¿Puede una nación famosa por su cultura de la seducción — y criticada durante mucho tiempo por proteger a sus artistas masculinos — finalmente hacer que uno de ellos rinda cuentas?

La caída de un gigante

Depardieu, de 76 años, es acusado de manosear a dos mujeres — una decoradora de sets y una asistente — durante el rodaje de “Les Volets Verts” en 2021. Según las quejas y declaraciones de testigos, retuvo a una mujer con sus piernas, le agarró los pechos y la cintura, y gritó: “¡No puedo ni levantarme por este calor!”, antes de invitarla groseramente a tocar su “gran paraguas”.

Él niega todas las acusaciones. “Nunca, pero nunca, he abusado de una mujer”, escribió en Le Figaro. “Solo he sido culpable de ser demasiado cariñoso, demasiado generoso, o de tener un temperamento demasiado fuerte”.

Pero esta es la primera vez que una de las más de 20 acusaciones en su contra ha llegado a los tribunales.

Una vez símbolo del poder creativo de Francia, la carrera de Depardieu ahora ensombrece el retrasado ajuste de cuentas del país con #MeToo. La sala del tribunal se ha convertido en el escenario de algo más profundo: un país que finalmente enfrenta los mitos que durante mucho tiempo se ha contado a sí mismo sobre el arte, el poder y el genio masculino.

Una vida de extremos

Nació en 1948 en una familia trabajadora en Châteauroux, el ascenso de Depardieu es material de leyenda. Un adolescente tartamudo sin educación formal, se adentró en la actuación y explotó en el escenario francés con “Les Valseuses” ("Los rompepelotas"), una película de 1974 tan provocativa que sigue prohibida en algunos países.

A partir de ahí vino toda una serie de éxitos: “Jean de Florette”, “Cyrano de Bergerac”, “Green Card” (“Matrimonio por conveniencia”), “Le dernier métro" (“El último metro”), “Danton”. Ganó un Globo de Oro, una nominación al Oscar y la adoración de millones. Interpretó a Colón, Jean Valjean e incluso a Obélix en las películas de “Asterix”. Fue prolífico, omnipresente — desordenado, magnético e intocable.

Pero el exceso también era real fuera de la pantalla. Se estrelló en su motocicleta mientras estaba borracho, aceptó un pasaporte ruso de Vladimir Putin durante una disputa fiscal, y una vez orinó en el pasillo de un avión. Se jactaba de sus apetitos. Francia parecía animarlos.

Ese mito — del bruto entrañable — ahora se está desmoronando.

La revolución inacabada

En Hollywood, el movimiento #MeToo derribó titanes. En Francia, fue recibido con un ojo cauteloso. Cuando #BalanceTonPorc (“Expón a tu cerdo”) surgió en 2017, sacudió la autoimagen del país — particularmente en las artes, donde la seducción y la transgresión habían sido celebradas durante mucho tiempo.

Algunos advirtieron que #MeToo estaba matando el romance. En 2018, la leyenda del cine Catherine Deneuve y otras 99 mujeres francesas prominentes publicaron una carta abierta en Le Monde, reprendiendo al movimiento por ir, en sus palabras, “demasiado lejos”. Defendieron la liberté d’importuner — “la libertad de molestar” — como un pilar de la vida francesa, defendiendo el derecho de los hombres a perseguir a las mujeres sin miedo a las consecuencias. Para muchos, sonaba menos como una defensa del coqueteo que como un permiso para el acoso, disfrazado de perfume y nostalgia.

Incluso el presidente Emmanuel Macron hizo eco de este sentimiento. En diciembre de 2023 — poco después de que un documental emitiera imágenes de Depardieu haciendo comentarios sexualmente sugestivos sobre una niña en Corea del Norte — Macron defendió al actor en televisión nacional, condenando la reacción como una “cacería de brujas”. “Gérard Depardieu hace sentir orgullosa a Francia”, dijo.

El comentario provocó una indignación nacional — no sólo por su momento, sino por lo que reveló: el instinto de proteger a los gigantes culturales, sin importar el costo.

Un refugio seguro para los famosos

La renuencia de Francia a confrontar la mala conducta sexual entre sus estrellas la ha diferenciado durante mucho tiempo.

Roman Polanski, condenado por violación de menores en Estados Unidos y acusado por varias otras mujeres, continúa trabajando y viviendo libremente en Francia. En 2020, su victoria en los Premios César provocó que algunos se retiraran de la sala en protesta — pero también una ovación de pie. Hubo poca resistencia institucional.

Johnny Depp, excluido de la producción estadounidense “Pirates of the Caribbean” (“Piratas del Caribe”) tras acusaciones de abuso doméstico por parte de su exesposa Amber Heard (fue exonerado), fue acogido en Francia. En 2023, interpretó a Luis XV en “Jeanne du Barry”, la película de apertura del Festival de Cine de Cannes. En medio del juicio, Dior, la casa de moda francesa de lujo, no solo lo mantuvo como la cara de su fragancia Sauvage — sino que le firmó un contrato millonario de varios años en 2022.

Un terremoto cultural

El juicio de Depardieu no es el único caso que está sacudiendo el cine francés. En los últimos meses, una serie de condenas de alto perfil han sugerido que el escudo de la fama puede estar finalmente agrietándose.

El director Christophe Ruggia fue condenado en 2024 por abusar sexualmente de la actriz Adèle Haenel cuando era niña. Nicolas Bedos fue puesto bajo arresto domiciliario en 2023 tras manosear a varias mujeres.

La actriz y directora Judith Godrèche testificó ante el parlamento y acusó a dos directores renombrados de haberla explotado cuando era adolescente. “Esto no se trata de deseo”, les dijo a los legisladores. “Se trata de poder. De silencio. De un sistema que se protege a sí mismo”.

Esa misma comisión ha convocado desde entonces a actores importantes — incluido Jean Dujardin. Algunos, según se informa, pidieron testificar a puerta cerrada.

El juicio

Anouk Grinberg, quien actuó en “Les Volets Verts”, ha apoyado públicamente a las dos mujeres que acusan a Depardieu. “Lo que vi en el set no fue seducción”, dijo. “Fue vergonzoso”.

El caso se ha convertido en un espejo nacional — reflejando todo lo que Francia ha tolerado, negado y excusado.

En las aceras parisinas, las opiniones aún divergen. “Estamos perdiendo nuestra cultura del galanteo”, dijo Alain Morel, de 62 años, mientras tomaba un espresso en un café cerca del Arco de Triunfo. “Galantear no es un crimen — es parte de quienes somos”.

Pero al otro lado de la calle, la estudiante de 28 años Yasmine Bensalem sacudió la cabeza. “Lo llamamos encanto”, dijo. “Pero siempre se trató de poder”.

Un veredicto más allá de la sala del tribunal

El juicio continúa. Depardieu, que padece diabetes y enfermedades cardíacas, acude a la sala con asistencia médica. Su abogado afirma que el caso es una vendetta política — un complot para “hacer caer a Depardieu”.

Pero, ya sea que sea condenado o no, el juicio más profundo ya está en marcha.

Durante décadas, los artistas de Francia fueron vistos como intocables — su genio un escudo. Ese escudo se está agrietando. El mito está muriendo. Y en su lugar, surge una pregunta:

¿Puede Francia finalmente hacer que sus hombres más poderosos rindan cuentas?

Este no es solo el juicio de Gérard Depardieu. Este es el juicio de un país — y de si su revolución inacabada finalmente concluirá.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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