MOGADISCIO, Somalia (AP) — El viaje de Idil Abdullahi Goley en busca de una vida mejor en Europa comenzó en Somalia con un pago de 6.500 dólares a unos contrabandistas locales. Terminó un mes después rodeada de otros migrantes que morían en el mar, una de ellos gritando y recitando la profesión de fe musulmana.
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Las muertes de 25 migrantes el mes pasado en barcos frente a la isla de Madagascar, en el océano Índico, destaparon otra ruta que algunos africanos toman en su peligrosa apuesta para llegar a Europa.
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Goley fue una de las 48 personas rescatadas. Habló con The Associated Press sobre el viaje que miles de somalíes emprenden cada año mientras los ataques extremistas y los fenómenos climáticos destruyen esperanzas y medios de vida en su país.
Algunos somalíes se dirigen a los países del golfo Pérsico a través del mar Rojo y Yemen. Otros, como Goley, apuestan por un viaje marítimo más largo hacia el sur, hacia el territorio insular francés de Mayotte, en el Índico, el territorio más pobre de la Unión Europea.
Los somalíes están entre los aproximadamente 100.000 migrantes que viven en Mayotte, según las autoridades francesas. Los migrantes forman parte de las comunidades afectadas por el paso del ciclón Chido, que arrasó barrios enteros el 14 de diciembre.
La Organización Internacional para las Migraciones ha estimado que dos millones de personas emigraron desde Somalia en 2021 en busca de trabajo, los últimos datos disponibles.
Goley, de 28 años, oyó hablar de los contrabandistas a amigos que habían seguido esa ruta y reunió los 6.500 dólares con su pequeño negocio de venta de té en la capital, Mogadiscio, y con la ayuda de su hermano y su madre. Esperaba llegar a Europa y devolverles el dinero. Atrás dejó a sus tres hijos pequeños.
Su viaje comenzó con un vuelo desde Mogadiscio a la capital de Kenia, Nairobi. Luego, ella y otros tomaron un autobús a la ciudad portuaria de Mombasa, desde donde partieron en barcos de pesca hacia Mayotte, a más de 620 millas (997 kilómetros) de distancia. Esperaban solicitar asilo allí.
Después de tres días en el mar, el grupo, con unos 70 migrantes, fue transferido a barcos más pequeños cuyos motores comenzaron a fallar. Los contrabandistas dijeron que los arreglarían y se marcharon con ellos en otro barco, dejando a los migrantes a la deriva, sin agua ni comida. Comenzaron a pescar y a recoger agua de lluvia para sobrevivir.
Era casi temporada de ciclones y el mar estaba revuelto.
Goley dijo que intentó salvar la vida de un bebé cuya madre también estaba a bordo pero que tenía dificultades.
“Pero murió delante de mí. No pudimos retener su cuerpo por mucho tiempo y tuvimos que arrojarlo al mar para evitar que se descompusiera, mientras más gente perecía a nuestro alrededor”, recordó.
Durante 13 días de hambre, sed y calor, Goley perdió también a dos amigas. Sostuvo a una en su regazo mientras fallecía.
“La otra gritaba pidiendo ayuda. No pude ayudarla y murió poco después, gritando, recitando la Shahada”, contó. “Es una imagen que nunca olvidaré, el sufrimiento y la impotencia que sentimos”.
Según dijo, la odisea terminó cuando apareció un barco de pesca en el horizonte y los sobrevivientes hicieron señas pidiendo ayuda. Les ofrecieron a los pescadores 100 dólares por su rescate y fueron llevados a una instalación deportiva en Nosy Be, en el norte de Madagascar.
Los migrantes fueron repatriados a principios de diciembre en un avión fletado.
De vuelta en casa, la madre de Goley temía lo peor. Incapaz de comer, había perdido 20 kilos (44 libras).
“Cuando regresé a casa, mi madre no podía creerlo hasta que escuchó mi voz y me vio en persona”, dijo Goley.
Mientras ella y los otros sobrevivientes llegaban a Mogadiscio, la enviada especial del presidente somalí para asuntos de refugiados expresó sus esperanzas para el futuro y apuntó que el gobierno ayudaría.
“Me aseguraron que nunca volverían a correr el mismo riesgo”, dijo Maryan Yasin.
Pero Goley afirmó que planea intentar otro viaje por la misma ruta, a pesar de tener pesadillas sobre su experiencia. Las dificultades en Somalia siguen siendo las mismas, dijo, y ella pagó la tarifa de los contrabandistas.
“Aunque me lleve a la cárcel, creo que encontraría una vida mejor que la que tengo aquí”, apuntó.
Su madre, mientras tanto, teme que esta vez nunca regrese.
Otros sobrevivientes están aún indecisos mientras lloran a sus compañeros.
Ahmed Hussein Mahadalle, de 26 años, observó impotente cómo su hermana Hanan, de 21 años, moría. Nada se compara con el dolor de eso, dijo.
Su otra hermana, Haboon Hussein Mahadalle, estaba agradecida por su regreso, aunque él también tiene planes de volver a intentarlo.
“Hanan fue valiente (...) Enfrentó su destino con gracia”, dijo Haboon entre lágrimas. “Dicen que las buenas personas no duran mucho, y mi hermana encarnaba todas las cualidades que no puedo comenzar a resumir”.
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The Associated Press recibe apoyo financiero de la Fundación Bill & Melinda Gates para la cobertura de la salud mundial y el desarrollo en África. La AP es la única responsable del contenido.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.