NORTHEAST HARBOR, Maine, EE.UU. (AP) — Cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos este mes, la mente de Caroline Pryor pensó inmediatamente en el hombre que vive camino abajo: Leonard Leo.
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Pocas personas en el país han hecho más para impulsar las causas conservadoras que Leo. Hace años, el entonces desconocido abogado conservador comenzó a ejecutar un plan que ha ayudado a remodelar los tribunales estadounidenses y la política republicana, un empeño que culminó con el nombramiento de tres jueces conservadores en la Corte Suprema en el primer mandato de Trump.
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El éxito sacó a Leo de las sombras, convirtiéndolo en un héroe para los conservadores y un villano para los liberales. Pero para sus vecinos en una isla poco poblada frente a la costa de Maine, la ecuación es más complicada. Leo y su familia se mudaron a la isla Mount Desert en 2020, en busca de una vida relativamente anónima entre sus sencillos residentes permanentes. Un refugio que no ha resultado ser eso.
La presencia del conservador —a pesar de su significativa contribución caritativa a organizaciones sin fines de lucro locales y de efectuar grandes gastos en la zona— ha generado fisuras en un lugar conocido por su tranquilidad. Esa ansiedad sólo ha aumentado desde la victoria de Trump.
“Se siente muy personal”, dijo Pryor, de 65 años, que ha vivido en la isla durante cuatro décadas. “Él viene a una pequeña comunidad tranquila en el extremo más nororiental del país y hace este malvado trabajo de gran alcance que va a afectar a tantos millones de personas, pero él quiere simplemente vivir esta vida anónima y tranquila”.
Esos sentimientos fueron palpables en una fresca mañana de octubre, apenas dos semanas antes de las elecciones de noviembre. Con la luz del sol que parpadeaba a través de las hojas amarillentas, Pryor y una docena de personas más —principalmente mujeres— se reunieron afuera de la finca de Leo para protestar durante el maratón anual de la isla.
Llegaron armados con un títere caricaturesco de tamaño natural de Leo, un arco decorado con los colores del arcoíris por el que los corredores pasaban, y tiza azul y rosa con la que escribieron eslóganes —“Eres increíble, Leonard Leo no lo es”— de un lado a otro del camino. Hacían sonar campanas de vaca mientras una radiograbadora emitía sonora música de Dolly Parton, Taylor Swift y Queen.
“Estamos haciendo que la gente de la isla sepa quién es él, y podrían cuestionarse el aceptar su dinero”, dijo Mary Jane Schepers, una de las manifestantes, mientras instaba a los corredores a hacer gestos obscenos hacia la casa de Leo. “Están aceptando dinero sucio”.
En respuesta a una serie de preguntas escritas, Leo dijo que “realmente nunca había pensado” si su mudanza a la isla provocaría oposición.
“Aunque no estoy de acuerdo con ellos y con lo que algunos de ellos hacen y dicen, son personas creadas por Dios con dignidad y valor, y su presencia ha sido una invitación a rezar por ellos”, escribió Leo. Rechazó una solicitud para entrevistarlo.
Leo, de 59 años, y su familia han vacacionado desde hace décadas en la isla Mount Desert, un lugar idílico conocido por su belleza rocosa, sus playas azotadas por el viento y el afamado Parque Nacional Acadia.
En 2018 compró una finca de estilo Tudor de 3,3 millones de dólares y 743 metros cuadrados (8.000 pies cuadrados) en Northeast Harbor, una de las localidades más acaudaladas de la isla Mount Desert. Algunas de las personas más influyentes y ricas del país —herederos como John D. Rockefeller Jr., multimillonarios como Mitchell Rales y celebridades como Martha Stewart— han buscado privacidad y anonimato en la isla.
La reacción a la llegada de Leo fue rápida. Al año siguiente, manifestantes acudieron a su casa mientras él organizaba un evento de recaudación de fondos para la senadora republicana Susan Collins. Pronto atrajo más protestas cuando fue invitado a presentar al entonces presidente de The Heritage Foundation —un centro de investigación conservador— en una universidad cercana, ante lo cual la institución le retiró la invitación.
Las protestas crecieron cerca del final del primer mandato de Trump y se intensificaron después de que la Corte Suprema —en la que predominan los conservadores— anulara en 2022 el derecho constitucional al aborto.
El objetivo inicial de los activistas era ambicioso: convencer a Leo de que se fuera. Cuando eso falló, modificaron su enfoque a informar a los residentes sobre quién era el hombre en la mansión de estilo Tudor.
“Él pensó que podía venir aquí y sería un lugar para escapar” de la atención negativa que recibe por sus políticas, dijo Murray Ngoima, un manifestante habitual. “Hemos logrado llamar la atención sobre lo que está haciendo. Y eso es un problema para él”.
Las protestas han obligado a Leo a incrementar la seguridad en su finca. Un manifestante fue arrestado en 2022, un enfrentamiento con la policía que derivó en una demanda —y en un acuerdo por 62.500 dólares para resolverla— por violaciones a la Primera Enmienda constitucional, la cual garantiza la libertad de expresión.
En medio de las protestas, Leo ha aumentado sus donativos de caridad, diciéndole a The Associated Press que los activistas han “fortalecido nuestra convicción de ser lo más activos posible en ayudar a diversas instituciones en la isla”. Eso ha significado la entrega de decenas de miles de dólares para organizaciones sin fines de lucro locales.
Él y su esposa, Sally, donaron más de 50.000 en 2020 al Island Housing Trust, una organización que procura aumentar la cantidad de viviendas asequibles en la isla, según el informe anual de donaciones del fideicomiso, que también mencionaba que Leo era miembro de la comisión de liderazgo del grupo. Hicieron donaciones similares durante los próximos tres años, según muestran los registros del fideicomiso, ubicándolos constantemente entre sus principales donantes. Leo y su esposa también fueron mencionados en la lista de donantes al hospital de la Isla Mount Desert. Los Leo también están en la lista de personas que donan con regularidad a la biblioteca de Northeast Harbor.
Esos donativos han despertado sospechas. Los manifestantes han instado a los grupos a devolver el dinero, y han comparado los donativos con la forma en que Leo ha usado el dinero para influir en la política republicana.
“Es un lobo con piel de oveja”, dijo Susan Covino Buell, una residente de la isla. “No podemos actuar como si fuera una persona común en nuestra comunidad”.
Buell, de 75 años, renunció a su puesto en el comité de campaña del fideicomiso de vivienda cuando Leo se involucró con esa organización de beneficencia. Había intentado convencer al fideicomiso de rechazar el dinero “porque simplemente sentía que estaba tan contaminado”, declaró Buell.
El director ejecutivo del fideicomiso no respondió a una solicitud de comentarios que le hizo la AP.
Un grupo de activistas opuestos a Leo también escribió una carta abierta, en la que exhortó al hospital a devolver el donativo debido al papel desempeñado por Leo en la eliminación de las protecciones federales al aborto.
Mariah Cormier, portavoz del hospital, dijo que la institución acepta “donaciones caritativas que ayudan a fortalecer la salud y la vitalidad de nuestra comunidad”.
Leo desestimó la idea de que sus donaciones estuvieran destinadas a comprar la aceptación de una comunidad escéptica, y dijo que la gente “puede juzgar por sí misma por qué hago lo que hago”.
No es sólo la filantropía de Leo la que es controvertida. Su negocio en establecimientos locales presenta un dilema para los dueños de tiendas y trabajadores de servicios. Muchos dijeron que se oponen a las posiciones políticas de Leo, pero necesitan su dinero para sostener sus empresas, el cual permite que tiendas y restaurantes que antes cerraban durante los fríos inviernos permanezcan abiertos más tiempo.
Leo es un tema tan delicado que varios dueños de tiendas se negaron a ser entrevistados sobre el abogado conservador adinerado, explicando que no querían dañar su relación con él si hablaban sobre cómo sus puntos de vista chocan con los suyos y el conflicto interno que su negocio causa.
Leo, un católico devoto, también ha usado dinero para influir en los templos católicos de la isla.
Sacred Spaces Foundation, una organización sin fines de lucro de la que Leo es presidente y único miembro, compró la iglesia católica de San Ignacio de Loyola en Northeast Harbor por 2,65 millones de dólares al obispo de Portland en 2023, según registros obtenidos del gobierno del condado. Ahora el templo tiene una misa semanal durante el verano, cuando Northeast Harbor está más concurrido.
Leo asiste con regularidad a parroquia, el Santísimo Redentor, un enorme santuario de piedra en Bar Harbor donde su esposa es la directora del ministerio de música. El hecho de que él acuda allí ha provocado que algunos añejos feligreses ya no vayan, dijeron los residentes.
Lindy Stretch, de 80 años, que se convirtió al catolicismo en el Santísimo Redentor hace más de una década, dejó la congregación debido a lo que dijo era la creciente influencia de Leo en el templo. “Simplemente no podía soportar ver eso”, declaró Stretch.
Al preguntársele acerca de la gente que abandona la iglesia de la isla, Leo escribió que estaba “agradecido por cada persona que se toma el tiempo de venir al Santísimo Redentor y se esmera por estar unida a la iglesia y Cristo, independientemente de lo que hagan o crean en sus vidas privadas”.
No todo el mundo está molesto por la mudanza de Leo a Maine. Aunque la población de la isla es de tendencia liberal —más del 70% de los residentes votaron en contra de Trump en 2024— los republicanos en el estado han salido en defensa de Leo.
El líder republicano de la Cámara de Representantes de Maine, Billy Bob Faulkingham, que representa a un distrito ubicado junto a la isla, criticó a los manifestantes en un artículo de opinión y elogió a Leo en una entrevista por “mantenerse firme en sus creencias y donar a las causas en las que cree”.
Desde 2020, la red de Leo ha canalizado más de 1 millón de dólares a causas conservadoras en el estado, incluidos aproximadamente 800.000 dólares a un instituto de políticas que financia un sitio web conservador y más de 300.000 dólares a la red política de un representante estatal conservador.
Esos donativos sólo han profundizado la oposición a Leo entre los manifestantes que protestan con más frecuencia, dijeron.
La mayoría de los que se reunieron en octubre para protestar durante el maratón han perdido la cuenta de cuántas veces se han reunido afuera de la finca de Leo. Han venido tan frecuentemente que tienen una rutina: cada uno se para en el mismo lugar, corea los mismos eslóganes y ondea las mismas pancartas.
Aunque están animados, han llegado a aceptar que quizás nunca logren que Leo abandone la isla.
“Él está teniendo éxito”, admitió Bo Greene, una mujer de 63 años que vive en Bar Harbor, citando la forma en que las organizaciones sin fines de lucro han aceptado su dinero. “Lo estamos haciendo sentir incómodo, y él nos odia”, dijo. “Pero sigue aquí”.
Después de que el último maratonista pasara, las mujeres recogieron su basura y guardaron su títere y pancartas antes de regresar a casa.
Unas horas más tarde, era como si nunca hubieran estado allí.
Ni siquiera sus eslóganes de tiza sobre el camino permanecían. Alguien los había lavado.
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La investigadora de la AP Rhonda Shafner en Nueva York contribuyó a este despacho.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de la AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.