WORTHINGTON, Minnesota, EE.UU. (AP) — Dos guatemaltecas con trajes tradicionales bordados compraron tés de boba de coco en una tarde de octubre en el bullicioso mercado asiático del centro. En décadas pasadas, el sitio funcionaba como la ferretería de este pueblo rural donde los agricultores compraban martillos, tuercas y tornillos.
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En la última generación, inmigrantes del sudeste asiático, del oriente africano y ahora predominantemente de Centroamérica han transformado esta comunidad antes abrumadoramente blanca en la vasta pradera. Los estudiantes no blancos constituyen más del 80% de los inscritos en 12vo grado, el español es el primer idioma de la mayoría de los niños, y el soccer es mucho más popular que el fútbol americano.
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“Literalmente todo ha cambiado”, dijo Chad Cummings, un concejal de la ciudad y copropietario de las estaciones de radio locales, incluyendo una nueva que trasmite en español las 24 horas del día, los siete días de la semana.
La inmigración es un tema central para los votantes en estas elecciones, y parte del vitriolo político más cargado de la campaña de 2024 ha girado en torno a sus efectos en ciudades pequeñas y grandes de todo el país.
Como la mayoría de los residentes de toda la vida en esta área de tendencia republicana, Cummings está orgulloso del aire cosmopolita de Worthington, su economía próspera y su población en auge. Gracias a los migrantes, la mayoría de los cuales llegan a trabajar en la planta procesadora de cerdo junto a los enormes silos de maíz en las afueras, la ciudad ha desafiado la tendencia de las comunidades rurales en todo el país que nunca se recuperaron de la crisis agrícola de la década de 1980.
Pero tal cambio rápido ha llegado con desafíos significativos y costos, mientras las escuelas, iglesias y la policía han buscado responder a nuevas necesidades a pesar de las barreras lingüísticas y culturales. Los veteranos y los recién llegados en Worthington están lidiando con quizás la pregunta más básica: cómo convertir grupos tan separados en una comunidad funcional.
“Hay muchos ‘nosotros’ en Worthington”, dijo Cummings. “¿Cómo nos convertimos en una verdadera comunidad integrada? ¿Está sucediendo? Lo está, en algunos aspectos. ¿Está sucediendo completamente? No. ¿Sucederá alguna vez? No lo sé”.
“La asimilación va a requerir educación”, agregó. “La población minoritaria, que es la mayoría; la población anglosajona... Hasta que podamos lograr que esta mezcla se una, ¿cómo funciona? ¿Cómo va a funcionar?”.
Cerca de su granja familiar, Julie Robinson asiste a la misma iglesia bautista fundada por inmigrantes escandinavos en los años de 1870 donde su abuela rezaba en sueco.
Hace dos décadas, la congregación de Indian Lake era tan pequeña que rezaban por el milagro de cinco nuevas familias, dijo ella. Lo que obtuvieron fuero unas 60 familias de refugiados de Myanmar y Tailandia, que hoy llenan el servicio religioso del domingo por la tarde en su idioma karen que sigue al de inglés, un tercio de su tamaño.
Los asiáticos del sureste fueron los primeros migrantes extranjeros en diversificar Worthington, y la ciudad ha crecido aproximadamente un 10% en cada uno de los últimos tres censos, hasta unos 14.000 residentes, dijo el administrador de la ciudad, Steve Robinson. En el condado Nobles, del cual Worthington es la cabecera, los latinos casi se triplicaron de 2000 a 2020, de más de 7.200 a 22.300 residentes.
Las oficinas gubernamentales han contratado empleados bilingües ya que la mayoría del servicio al cliente es en español, dijo Robinson. La ciudad ha reforzado su infraestructura recreativa, pero lucha por batalla con una aguda escasez de viviendas, ya que las pocas unidades en renta están a precios de grandes ciudades.
Los cambios económicos y culturales están grabados en el paisaje, desde las tiendas e iglesias hasta los campos de béisbol convertidos en campos de fútbol, donde el feroz viento de la pradera mezcla hojas caídas y cáscaras de maíz.
Los hispanos y otros inmigrantes han pasado de estar en estados fronterizos como Texas y California a irse a revitalizar ciudades del medio oeste como Worthington. Son atraídos no solo por los trabajos sino por la sensación de que son más seguros y más familiares, con un estilo de vida sin cerraduras en las puertas y sin semáforos, dijo Omar Valerio-Jiménez, profesor de historia de la Universidad de Texas en San Antonio.
“No puedes ser más estadounidense que esto”, dijo Kelly Asche, investigador senior en el Centro de Política Rural de Minnesota. “Es como en los años de 1950, pero también no... No parece lo que solía ser”.
El viejo anhelo de los residentes por las donas glaseadas de la panadería Lang —hoy cerrada— solo iguala el entusiasmo de los recién llegados latinos por el pan fresco que ahora se hornea en innumerables variedades desde nuez hasta jalapeño.
Después de misa y almorzando un pan injera tipo panqueque, el presidente de la Iglesia Ortodoxa Etíope, Abebe Abetew, dijo que su nuevo espacio de culto es donde él y sus compañeros africanos del este “se sienten en su propio hogar”.
“Todo lo que vemos y olemos es como en casa”, agregó. En una mesa cercana, mujeres con velos blancos llamados netela dijeron que están contentas de que sus hijos hagan amigos de otros grupos étnicos en la escuela, pero aún prefieren socializar con otras madres etíopes y eritreas.
Cristina Cabrera, quien huyó de la pobreza en Centroamérica hace tres años, tiene preferencias similares.
“Aquí me siento en mi pueblo de Guatemala, son mis paisanos”, dijo sobre los clientes de la tienda de comestibles El Mexicano, en el centro. “Todos pasamos por lo mismo”.
Como ella, el matrimonio Denis Miranda y Oralia Garril se sorprendieron gratamente por lo fácil que se establecieron en Worthington, entre compañeros guatemaltecos, muchos de la misma región indígena de las tierras altas, y otros hispanos, donde no tienen necesidad de aprender inglés fluido debido a la prevalencia del español.
“No pensábamos que iba a haber una comunidad de gente que son de nosotros”, dijo Miranda después de tocar en el ministerio de alabanza de la iglesia católica y antes de entrar a trabajar en el turno nocturno.
Esto no es diferente de los inmigrantes de ascendencia europea del norte y centro que llegaron en el siglo XIX y también solían trabajar, jugar y rezar con sus compatriotas.
Pero hoy, muchos migrantes no están seguros de si se quedarán en Worthington. Algunos son indocumentados y su estatus es precario.
Eso plantea preguntas incómodas sobre el tejido social de Worthington y cómo celebrar culturas distintas mientras se supera la auto-segregación étnica.
“Necesitamos tener conversaciones sin ser tan incendiarios”, dijo Asche. “Va a ser lento y va a ser difícil.”
En la Iglesia Católica de Santa María, hay misas separadas en español e inglés para honrar diferentes estilos de adoración, dijo el reverendo Tim Biren, quien creció en la zona y ha sido el pastor durante un año.
Él ha mantenido el contacto con los inmigrantes hispanos que son la mayoría de los feligreses, mientras intenta traer de vuelta a más familias “anglosajonas”, por ejemplo, agregando una banda de polka al festival de otoño de la parroquia.
La Primera Iglesia Luterana fue fundada por inmigrantes suecos, incluido el personal doméstico de la familia Dayton, que vivían en la cuadra y luego fundaron un imperio de tiendas departamentales que se convirtió en Target. Durante ocho años, la iglesia albergó a la congregación ortodoxa etíope en habitaciones detrás del santuario.
Algunos miembros se quejaron del fuerte tamborileo que venía a través de la pared, pero la mayoría se apegó a su “llamado cristiano a dar la bienvenida”, dijo la reverenda Jeanette McCormick. Algunos niños etíopes continúan asistiendo al programa luterano después de la escuela, y la congregación se ha unido a varias otras en ayudar a cientos de recién llegados con todo, desde comidas hasta muebles y ropa de invierno.
“Mucha gente llega desprevenida”, dijo McCormick en la sala de la iglesia donde botas donadas, pantalones de nieve y chaquetas pesadas estaban organizadas para ser recogidas.
En los baños de la Escuela Secundaria de Worthington, avisos en inglés y español dirigen a los estudiantes a consejeros que pueden conseguirles suministros que van desde champú hasta mochilas.
Las necesidades básicas de los recién llegados superan las provisiones materiales, sin embargo. La ciudad tiene programas gratuitos para ayudar con todo, desde natación segura —después de un ahogamiento en el lago del centro— hasta completar solicitudes de empleo y matriculación escolar.
“Cualquier cosa que involucre sistemas e instituciones”, dijo Sharon Johnson, directora de educación comunitaria del distrito escolar.
Una prioridad es la educación vial, ya que muchos inmigrantes no conocen las reglas básicas de conducción.
Una ley de Minnesota promovida por el gobernador Tim Walz el año pasado permite a los migrantes indocumentados solicitar licencias de conducir del estado. Lograr que lo hagan ha sido un objetivo del centro de educación comunitaria, la iglesia católica y la policía.
Los oficiales tratan de construir confianza entre los migrantes para que los incumplimientos comunes, desde infracciones de conducción hasta no cortar el césped o disciplinar a los niños, no se conviertan en problemas mayores, dijo el jefe de policía Troy Appel, quien creció aquí y ha sido jefe durante 10 años.
“Queremos que la gente se sienta cómoda acercándose a nosotros”, dijo Appel. “Todo se reduce a la conciencia de ambos lados”.
Una preocupación aún más importante es que los traficantes estén aprovechando a los migrantes indocumentados, especialmente a los menores no acompañados, dijo Appel.
El año pasado, el Departamento de Trabajo encontró que una empresa de servicios de saneamiento contrató a 22 menores en la planta de procesamiento de carne de Worthington en condiciones peligrosas. En 2006, cuando la planta era propiedad de un conglomerado diferente, las autoridades federales de inmigración realizaron más de 200 arrestos en una redada.
En los últimos 10 años, casi 800 niños migrantes no acompañados fueron liberados con patrocinadores en el condado Nobles, según datos federales compilados por el Instituto de Política Migratoria.
Uno de ellos es Emerson López, quien tenía 11 años cuando llegó de Guatemala con su hermana adolescente. Ahora estudiante de secundaria, estaba practicando fútbol en la nueva casa de campo en una tarde reciente.
“Me he ido acostumbrando”, dijo López en español antes de cambiar a un inglés fluido.
Pese a todos los agobios en Worthington, la escuela es un lugar donde casi todos ven esperanza.
Antes de la pandemia, estaban llenas hasta el tope con nuevos estudiantes: hasta 1.500 personas se aglomeraban en la primaria, dijo el superintendente John Landgaard.
Sin embargo, se necesitaron varios referendos de bonos y debates acalorados sobre quién debería asumir la carga financiera antes de que se aprobaran las mejoras necesarias. Se han gastado más de 130 millones de dólares en proyectos escolares desde 2010, dijo Landgaard.
De los aproximadamente 3.300 estudiantes que acuden a clases presenciales, 500 están aprendiendo inglés. En 2024, el 82% de ellos son estudiantes de no blancos, en comparación con el 29% en 1999, dijo Pat Morphew, el contador del distrito.
Muchos estudiantes batallan si llegan a Estados Unidos siendo adolescentes, y muchos padres tienen dificultades para involucrarse porque tienen múltiples empleos.
Pero algunos niños se adaptan tan bien que vuelven a la escuela como maestros, como la instructora TahSoGhay Collah. Ella enseña a estudiantes de tercer grado que aprenden inglés en la escuela intermedia de 700 estudiantes que se construyó después del referéndum.
“Me alegra estar de vuelta en mi ciudad natal”, dijo Collah. Ella legó a Worthington cuando tenía 10 años y recuerda lo difícil que fue aprender inglés mientras continuaba hablando su idioma nativo karen, que es el tercero más hablado de 44 idiomas en las escuelas.
Suzy Brandner ha enseñado en Worthington durante 34 años. Cuando comenzó, había en el salón de clases uno o dos que no hablaban inglés de nacimiento. Hoy, sus alumnos de quinto grado piensan que no es gran cosa estar sentados junto a Angel, Jason, Kajaughney o Ximena.
“Es muy agradable ver cómo se disfrutan entre sí”, dijo. “Creo que la palabra es aceptación”.
Cientos de estudiantes y familias llenaron el gimnasio de la escuela secundaria en una noche reciente para el concierto combinado con los coros de la escuela intermedia. Pareciendo una Naciones Unidas en la pradera, cantaron canciones folclóricas mexicanas y checas, así como “America the Beautiful”.
“Nuestros niños no ven el color, ven a las personas”, dijo Landgaard.
Desde las gradas, el exjugador de fútbol y graduado de 2012, Brandon Riemersma-Feit, le aplaudía a uno de sus alumnos de secundaria. Está emocionado de que sus cinco hijos puedan experimentar tanta diversidad.
Él también espera que más padres de todas las etnias participen en actividades comunitarias.
“Podemos ser tan diversos como quieras, pero si no estás involucrado, realmente no estás incluido”, dijo.
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La cobertura de religión de The Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.