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Familia libanesa celebraba encuentro cuando bombardeo israelí derrumbó su edificio

AIN EL DELB, Líbano (AP) — Era un domingo, día de visitas familiares para muchos habitantes en el Líbano, y Hecham al-Baba visitaba a su hermana. Ella insistió que él y su hermano mayor se quedaran para almorzar, queriendo prolongar el cálido encuentro en momentos estresantes.

El hermano declinó. Como muchos libaneses, no había estado durmiendo bien debido a los intensos bombardeos israelíes, así que fuer a tomar una siesta.

Al-Baba, de años, quien estaba en su visita anual desde Alemania para visitar a su familia en el Líbano, sí se quedó. Su hermana Donize hasta le convenció para que invite a una antigua enamorada para un café. Con gran anticipación se metió en el baño para lavarse antes de la llegada de la visita.

En cuestión de segundos, un enorme estruendo sacudió al edificio en el sótano. Al-Baba cayó al piso. Algo le alcanzó el pecho, dejándolo sin aire. Se levantó y alcanzó la puerta, gritando el nombre de su hermana. Una segunda explosión le lanzó al piso. El techo del baño — y el edificio entero — colapsó sobre su espalda.

Un bombardeo israelí alcanzó al edificio residencial de seis pisos en Ain el Delb, un vecindario afuera de la ciudad costera de Sidon. El edificio entero se derrumbó por una colina, y con él cayeron 17 apartamentos llenos de familias y visitantes. Más de 70 personas murieron y 60 resultaron heridas.

Israel dijo que el bombardeo del 29 de septiembre fue contra un comandante de Hezbollah y que el edificio servía de cuartel para el grupo. No se pudo confirmar de manera independiente si alguno de los residentes era miembro de Hezbollah.

En un video colocado en internet como homenaje fúnebre a un hombre que al parecer residía en el edificio, aparece en una foto vieja con uniforme militar, señal de afiliación con Hezbollah.

De cualquier manera, expertos dicen que el bombardeo ilustra la disposición de Israel de matar a gran cantidad de civiles con tal de atacar a una sola persona. La táctica ha llevado a la gran cantidad de víctimas civiles entre los palestinos de la Franja de Gaza.

Israel ha intensificado sus ataques en el Líbano desde el 23 de septiembre, jurando destruir a Hezbollah, que empezó a disparar misiles contra Israel después del ataque del 7 de octubre del 2023, que provocó la guerra actual. Israel insiste en que solo ataca objetivos de Hezbollah y que los combatientes del grupo se esconden entre civiles.

Unas 2.000 personas han muerto, incluyendo combatientes y comandantes de Hezbollah, pero también cientos de civiles, a menudo por bombardeos sobre viviendas.

“Parece ser una característica similar a lo ocurrido en Gaza, en cuanto que familias mueren juntas en un solo bombardeo”, dijo Emily Tripp, directora de Airwars, una agrupación basada en Londres que monitorea conflictos.

En la primera semana de la ofensiva israelí en el Líbano, alcanzó a una vivienda en la provincia de Tiro, matando a una familia de 15, todos mujeres y niños a excepción de un miembro de Hezbollah. Un bombardeo en Byblos mató a seis familiares de un combatiente de Hezbollah, quien ya había muerto un mes antes, lo que suscita dudas sobre la inteligencia usada para preparar los ataques. Un bombardeo contra una casucha de obreros migrantes sirios mató a 23.

El bombardeo en Ain el Delb fue uno de los más mortíferos en la campaña israelí. Entre los muertos estaba la hermana de al-Baba, el esposo de ella y dos de sus hijos: una hija que tenía poco más de 20 años y un varón adolescente.

Al-Baba estuvo atrapado durante horas, con los escombros presionándolo en una posición de rodillas agonizante, con el cuello doblado, el rostro pegado al piso del baño, incapaz de sentir sus piernas. Supo que sus familiares habían muerto porque sonaban sus celulares sin que nadie contestara.

“Nadie dijo ni una sola palabra, no escuché ni un solo movimiento”, comentó.

El ejército israelí dijo que llevó a cabo protocolos de evacuación antes de atacar a Ain el Delb en base a información de inteligencia. Residentes entrevistados por ASP dijeron que no recibieron advertencia alguna.

“Ojalá nos hubieran avisado, nos hubiéramos ido”, dijo Abdul-Hamid Ramadan, quien vivía en el piso de arriba y cuya esposa Jinan e hija Julia murieron. “Hubiera perdido mi hogar, pero no a mi esposa e hija”.

Israel dice que con frecuencia emite órdenes de evacuación antes de bombardear. Pero en el Líbano, al igual que en Gaza, grupos de derechos humanos dicen que las advertencias son inadecuadas, que vienen en el medio de la noche por las redes sociales.

Ramadan, oficial retirado del ejército, dijo que no sabe de ningún miembro ni armas de Hezbollah en el edificio, donde ha vivido por más de 20 años.

Nadie se imaginó que ese vecindario — de mayoría suní o cristiana — estaría en la lista de objetivos israelíes. En el edificio, 15 de los 17 apartamentos estaban ocupados por vecinos de larga data que se conocían. Una semana antes había empezado a llegar gente desplazada del sur, buscando refugio con familiares en el edificio.

Al-Baba dijo que se hermana le confió, antes de morir, que estaba preocupada por uno de los vecinos, que era chií, principalmente porque él estaba recibiendo muchas visitas. Ella temía que el vecino sería un objetivo de Israel y le preguntó a su hermano si debía mudarse. Al final ella decidió quedarse porque no tenía idea de a dónde ir.

Ni al-Baba ni su hermana sabían nada de que el vecino estaba vinculado con Hezbollah.

Los bombardeos israelíes han suscitado temores entre los libaneses sobre la posibilidad de que su edificio pueda ser bombardeado si Israel cree, con o sin razón, que uno de los vecinos está vinculado a Hezbollah. Los administradores de edificios le han pedido a los vecinos nombrar a quiénes se están quedando con ellos. Algunos vecinos se han negado a dejar que personas del sur se queden con ellos.

El primer ataque golpeó a los pisos inferiores del edificio a eso de las 4 p.m. La familia Ramadan se asombró, pero no creyó que el edificio se iba a derrumbar. Solo la esposa de Ramadan, Jinan, salió corriendo hacia las escaleras. Pasaron unos momentos, suficiente para que uno de los hijos de Ramadan, Achraf, le traiga un vaso de agua a su hermana Julia para calmarla.

Entonces cayó el segundo misil. El edificio se meció, y colapsó.

Ramadan se cayó del sofá, que junto con un armario cercano lo protegió del techo derrumbado. Achraf, entrenador de gimnasia y ex soldado, se cobijó bajo el marco de una puerta. Julia cayó al piso.

Por lo que pareció como dos horas, los tres se comunicaron entre las ruinas. Ramadan dijo que Julia estaba a apenas dos metros (yardas) de distancia, su voz tenue pero audible. Pidió ayuda usando su teléfono celular, que todavía tenía en la mano.

Cuando vinieron a ayudarlo, Achraf salió primero; luego su padre, unas seis horas después del bombardeo. En el caos, pensaron que habían sacado a Julia. Pero los rescatistas regresaron y hallaron muerta a la mujer de 28 años. La madre murió en el hospital de hemorragias internas.

“Perdí la piedra angular de esta casa: mi esposa, mi pareja, mi amiga”, dijo Ramadan. “Perdí a mi hija Julia ... Ella era mi alegría, mi sonrisa, mi futuro”.

Están sepultadas en fosas sin marca en una sección del cementerio de Sidon dedicada a las víctimas del edificio de Ain el Delb.

Al igual que en Gaza, existe la inquietud de que el número de víctimas civiles es “bastante alto” dado que el presunto objetivo militar es desconocido o relativamente pequeño, dijo Rich Weir, investigador de conflictos para Human Rights Watch.

Indicó que “ha habido una escalada en cuanto a la cantidad de daños ... el derrumbe de edificios enteros en vecindarios densamente poblados, que conlleva riesgos inherentes a los civiles”. Israel además ha expandido el rango de sus objetivos, atacando a las instituciones financieras de Hezbollah, declaró.

A Ramadan no le sorprende que tanta gente murió por la supuesta presencia de un solo miembro de Hezbollah. Ha ocurrido antes, aseveró.

“Escuchamos en las noticias que un apartamento fue bombardeado. Y la gente se pregunta quién estaba allí. Nadie sabe. Solo Israel sabe”, dijo.

Al fondo de las ruinas del edificio, Hecham al-Baba estuvo atrapado en oscuridad total por cuatro horas, apretado con las piernas dobladas debajo de él. La puerta al caer le fracturó dos de sus costillas. Se le hacía difícil respirar. Lo único que podría pensar era que podría perder las piernas.

“No había circulación en las piernas”, recordó. “No las sentía, no podía moverme. Traté de seguir fuerte, pero no quiero recordarme de eso. Me atormenta”.

Al final oyó algo de movimiento, gente sacando ladrillos, un bulldozer. Empezó a gritar. Le dolían sus pulmones y sus piernas. Le pedían que gritara más duro. “Yo les decía que no podía”.

Entonces, por una abertura, vio un rayo de luz en medio de la oscuridad. Al verlo, un rescatista exclamó “¡Vaya manera de quedar atrapado! Peor que un ataúd”.

Pasaron otras cuatro horas antes que los rescatistas lo sacaron, cabeza primero, por el piso debajo de él, cubierto de polvo y grima.

El rescate entero tardó más de 43 horas. El Ministerio de Salud dijo que el saldo de muertes fue de 45, pero el jefe de la defensa civil en Sidon, Mohamed Arkadan, dijo que los rescatistas sacaron 73 cadáveres de entre los escombros. Hay cinco cuerpos cuyo paradero se desconoce, dijo.

Los médicos le dijeron a al-Baba que sus costillas sanarán con el paso del tiempo.

Pero el dolor perdura.

Al-Baba dijo que se vestirá de negro el resto de su vida en luto por su hermana. Conflictos pasados no le impidieron regresar al Líbano para visitar a la familia. Esta vez, podría pasar algún tiempo antes de que regrese.

“No habrá paz”, dijo, pensando en su tragedia familiar y en las guerras tanto en el Líbano como en Gaza. “Nadie me traerá justicia. Nadie”.

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