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Pequeño museo de Nashville explica por qué devuelve piezas de arte precolombino a México

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Artefactos precolombinos de México son exhibidos en la exposición "Repatriación y su impacto" en el museo Parthenon, el martes 2 de julio de 2024, en Nashville, Tennessee. (AP Foto/George Walker IV) AP (George Walker IV/AP)

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NASHVILLE, Tennessee, EE.UU. (AP) — Cuando Bonnie Seymour aceptó el puesto de asistente de curaduría del museo Parthenon de Nashville, una de las primeras cosas que hizo fue echar un vistazo a las colecciones. Entre cuadros de artistas estadounidenses y recuerdos de la Exposición del Centenario de Tennessee de 1897 —acontecimiento para el que se construyó el Parthenon—, encontró un surtido aleatorio de cerámica precolombina procedente de México.

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Los objetos casi no tenían datos identificativos y Seymour prácticamente no sabía nada de ellos. Pero sí sabía que no era adecuado que estuvieran en un almacén de Nashville.

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“Lo primero que pensé fue: ‘bueno, va a ser repatriado. Tiene que irse a casa’”, dijo en una entrevista reciente.

Esa meta dio lugar a una exposición, titulada “La repatriación y su impacto”, junto con el descubrimiento de los extraños orígenes de la colección, e incluso una búsqueda para cambiar los estatutos de la ciudad. Todo empezó con una deducción fiscal.

Perros de Colima

Era la década de 1960 y Rich Montgomery cuenta que su padre, un médico de Oregon, y unos amigos buscaban formas de reducir sus impuestos sobre la renta. De algún modo, se les ocurrió la idea de utilizar donaciones a museos a cambio de deducciones fiscales. Para conseguir objetos que donar, enviaron a México a Rich —en aquella época en edad universitaria— y a su hermano en una Chevy Suburban que habían acondicionado para que tuviera espacio adicional de almacenamiento.

Rich había cursado un año de secundaria en el puerto de Mazatlán y estaba familiarizado con los artefactos llamados perros de Colima, representaciones en cerámica de perros pequeños y regordetes sin pelo que solían colocarse en tumbas. Como su nombre implica, están vinculados a la región de Colima. Eso les dio a los hermanos Montgomery un punto de partida.

“Así que nos dirigimos directamente a Colima y empezamos a preguntar por estos objetos”, dijo. “Uno andaba por estos caminos de tierra y deambulaba hacia arriba hasta las colinas, y hacia abajo a los valles, y a lo largo de los ríos, y llegaba a estos pequeños pueblos y preguntaba por estas cosas. La gente las traía y nosotros las comprábamos”.

Entre las piezas que adquirieron había estatuillas y ocarinas. Tenían poco valor aparente para los campesinos de la zona; Montgomery dice que la gente las consideraba chatarra y se alegraba de venderlas por unos pocos pesos cada una. También subraya que no intentaron sacarlas de contrabando.

“En ningún momento pensamos ni sentimos que estuviéramos haciendo nada ilegal”, señaló. “Enseñábamos estas cosas a las autoridades mexicanas cuando salíamos del país, y a esos tipos les importaba un comino. Y cuando entrábamos en Estados Unidos, se lo enseñábamos a los aduaneros de este lado. Y las reglas de entonces eran muy claras. Si era una antigüedad, de más de 100 años, no se cobraban impuestos. Y nos marchábamos”.

Repatriación

México tenía leyes, incluso en ese entonces, para evitar que artefactos salieran del país, pero no se aplicaban de manera uniforme, explicó Javier Díaz de León, cónsul general de México en Atlanta, que ha estado trabajando con Seymour en la repatriación. En los últimos años, la gente se ha vuelto más consciente de las cuestiones éticas que plantea la conservación de objetos procedentes de otros países sin la debida autorización, agregó Díaz de León.

“Hay mayor conciencia”, dijo. “La gente acude a nosotros, está acudiendo a nosotros, de todo el mundo, diciendo voluntariamente: ‘Tengo esto. Llegó a nuestras manos. Pero no creemos que debamos tenerlo. Creemos que pertenece al pueblo mexicano’. Y ese es el tipo de transición que nos alegra mucho”.

El cónsul general no tiene más que elogios para Seymour.

Hace dos años, cuando empezó esta tarea, el Parthenon carecía de una política de desadquisición, el retirar objetos de una colección. Mientras tanto, los estatutos de Nashville exigían que a los artefactos se les diera trato de bienes excedentes, que normalmente se redistribuyen dentro del gobierno metropolitano o se venden en subasta. Seymour trabajó con los concejales en una ordenanza que permitiera su devolución a México. Fue aprobada en mayo, pero se trataba de una solución única para un caso específico. Su siguiente paso es revisar dichos estatutos.

Mientras tanto, espera que la colección encuentre un hogar más apropiado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Ciudad de México, donde encajará en la misión de la institución.

“Espero que los investiguen y los exhiban”, afirma.

Aunque le entristece que la colección se vaya, Seymour ha encargado un modelo impreso en 3-D de un perro de Colima que pueden utilizar para seguir contando la historia. En última instancia, la repatriación es lo correcto. En el Parthenon “no se está utilizando. Es un desperdicio”.

“Fuera de la misión del Parthenon”

Montgomery no tiene ni idea de cómo su padre entró en contacto con el Parthenon, que gestiona un pequeño museo dentro de una réplica a escala real del antiguo templo griego en el parque Centennial de Nashville. Como sea que haya pasado, el museo cuenta ahora con 255 piezas precolombinas donadas por Montgomery y alguien llamado Edgar York, del que Seymour sabe aún menos.

Esa falta de información forma parte de la idea de la exposición, que muestra una selección de pequeños adornos, imágenes zoomorfas, vasijas de cerámica, instrumentos musicales y herramientas de mano de la colección con sólo etiquetas genéricas, pues se desconoce su procedencia exacta. Señala que una investigación realizada por estudiantes de la Universidad de Vanderbilt en la década de 1990 planteó cuestionamientos sobre la autenticidad de algunas piezas. Una revisión de 2014 determinó que estaban “fuera de la misión del Parthenon”.

Algunas personas pueden tener una actitud de “quien lo encuentra se lo queda” hacia las iniciativas de repatriación, mientras que otras culpan a los museos por retener artefactos saqueados de otros países, por lo que Seymour quería ser muy transparente.

“Los museos no son instituciones malvadas que intenten mantener las cosas de las personas lejos de ellas. Realmente estamos intentando averiguar qué hacer”, afirmó.

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