Los egipcios comenzaron a votar el domingo en unas elecciones presidenciales en las que el actual mandatario, Abdul Fatá el Sisi, no enfrentaba a ningún rival serio y obtendría con certeza otro mandato para mantenerse en el poder hasta 2030.
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Los comicios se han visto marcados por la guerra entre Israel y Hamás en Gaza. Casi toda la atención de los egipcios se ha centrado en la guerra al otro lado de su frontera oriental y el sufrimiento de los civiles palestinos en el enclave costero.
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Los tres días de votación, que comenzaban el domingo, también se celebraban en medio de una dura crisis económica en Egipto, un país de 105 millones de habitantes donde casi un tercio vive en condiciones de pobreza, según las cifras oficiales. La crisis deriva de una mala gestión económica, así como de la pandemia del coronavirus y la guerra de Rusia en Ucrania, que sacudieron la economía global.
El Sisi enfrenta a otros tres candidatos: Farid Zahran, líder del Partido Socialdemócrata, una formación opositora; Abdel-Sanad Yamama; presidente del partido Wafd, y Hazem Omar, líder del Partido Popular Republicano.
Un joven aspirante a la presidencia, Ahmed Altantawy, renunció cuando no consiguió las firmas de ciudadanos requeridas para asegurar su candidatura. Atribuyó su fracaso al acoso de agencias de seguridad a su equipo de campaña y sus seguidores.
El-Sisi votó en un centro electoral en Heliopolis, un suburbio de El Cairo, nada más abrir las urnas a las 9 de la mañana. No hizo comentarios antes de abandonar el lugar. Otros candidatos, como Hazem Omar, votaron también el domingo por la mañana.
La votación dura tres días, a partir del domingo, y hay una segunda vuelta prevista entre el 8 y 10 de enero si ningún candidato consigue más del 50% de los votos, según la Autoridad Nacional de Elecciones, un organismo presidido por jueces que dirige el proceso electoral.
El Ministerio del Interior, que supervisa las fuerzas policiales, desplegó a miles de tropas en todo el país para vigilar la votación.
Más de 67 millones de personas podían votar y las autoridades confiaban en conseguir una alta participación que diera legitimidad a la consulta.
El Sisi, militar de carrera, fue elegido como presidente por primera vez a mediados de 2014, un año después de que liderase un golpe militar cuando era ministro de Defensa para deponer a un presidente islamista elegido en las urnas pero divisivo, en medio de protestas masivas contra su año de gobierno.
El Sisi fue reelegido en 2018 para un segundo mandato de cuatro años. Sólo enfrentó un rival, un político poco conocido que se inscribió en el último momento para evitar al gobierno el bochorno de unas elecciones de un solo candidato después de que varios aspirantes fueran detenidos u obligados a renunciar.
En 2019, las enmiendas constitucionales aprobadas en un referendo ampliaron en dos años la segunda legislatura de El Sisi y le permitieron presentarse a un tercer mandato de seis años.
Las autoridades han emprendido una dura campaña contra la disidencia durante su mandato. Miles de críticos del gobierno han sido silenciados o encarcelados, sobre todo islamistas pero también activistas seculares destacados, incluidos muchos de los que lideraron el alzamiento de 2011 que derrocó al veterano autócrata Hosni Mubarak.