LONDRES (AP) — En Oriente Medio, Henry Kissinger no presionaba por la paz, solo por lo que fuera posible.
PUBLICIDAD
Para cuando Kissinger murió el miércoles, a los 100 años, los acuerdos que negoció como secretario de Estado de Estados Unidos entre Israel, Egipto y Siria estabilizaron las fronteras durante casi medio siglo después de la guerra árabe-israelí de 1973. Su trabajo y los pactos que este produjo marginaron a la Unión Soviética y colocaron a Estados Unidos como el principal negociador de la región.
PUBLICIDAD
Pero Kissinger no resolvió el destino de los palestinos —nadie lo ha hecho— y su legado en Oriente Medio aún es debatido.
Fue testigo de décadas de ocupación israelí e ira creciente entre los palestinos y vivió lo suficiente para ver a los combatientes de Hamás salir de la Franja de Gaza el 7 de octubre y matar a unas 1.200 personas en Israel en el día más sangriento para los judíos desde el Holocausto.
Kissinger, un judío que huyó de la Alemania nazi con su familia cuando tenía 15 años, planteó una pregunta dos semanas antes de su muerte sobre si ahora Israel puede hacer frente no solo a las amenazas de países como Irán, sino también a la furia que los milicianos exhibieron en el violento ataque del 7 de octubre.
“En Oriente Medio, un ataque bárbaro perpetrado por terroristas ha redefinido el problema para Israel y sus aliados”, dijo Kissinger en declaraciones preparadas para un discurso el 19 de octubre en la cena de la Alfred E. Smith Memorial Foundation en Nueva York. En las declaraciones, publicadas en su sitio web, pero no expresadas en su totalidad, opinó que Estados Unidos debe continuar su apoyo a Israel y revitalizar su papel como negociador directo en la región, algo en lo que él trabajó a partir de la guerra de 1973.
“La pregunta inmediata es si el Estado judío puede cumplir sus aspiraciones de libertad frente a estas armas acumuladas, tanto en el norte como en el sur”, agregó Kissinger, “y la hostilidad aparentemente implacable hacia Israel de algunos palestinos que produjeron este último desastre”.
Mientras él hablaba, Israel bombardeaba la Franja de Gaza con ataques aéreos en su búsqueda de combatientes de Hamás, incluso cuando ellos mantenían a decenas de rehenes. La campaña de Israel para eliminar a Hamás ha matado al menos a 15.200 personas en la Franja de Gaza gobernada por Hamás, y ha desplazado a más de las tres cuartas partes de los 2,3 millones de habitantes del enclave.
Kissinger probablemente habría abordado la actual guerra entre Israel y Hamás de la misma manera que dirigió las secuelas de la guerra de 1973, escribió en una columna el jueves su biógrafo, Martin Indyk, exembajador de Estados Unidos en Israel: “Gradualmente”.
Kissinger reconoció que los líderes, a lo largo de la historia, se han inclinado por poner sus nombres en la conclusión de los conflictos y en los acuerdos de paz.
“Ese instinto debía ser resistido, creía Kissinger, porque era más probable que ceder ante él condujera a más guerras”, escribió Indyk. “Él llamó a esto ‘la paradoja de la paz’”.
Cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque por sorpresa contra Israel el 6 de octubre de 1973, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, estaba distraído por el escándalo Watergate, que llevaría a su renuncia. Kissinger, su secretario de Estado, convocó a un grupo de asesores políticos de confianza. Lo que siguió fue un drama de la época de la Guerra Fría que serviría a los intereses estadounidenses, un componente clave de la práctica de Kissinger de realpolitik (un sistema basado en objetivos prácticos, no en ideales).
“La decisión fue aprovechar el ataque egipcio para promover un proceso político”, dijo Kissinger al periódico The Jerusalem Post en septiembre, al describir la guerra que inició en Yom Kippur, el día más sagrado del calendario. “Estábamos decididos desde el principio a impedir una victoria árabe, que considerábamos una victoria soviética”.
Entonces, como ahora, la lucha se desató sobre quién controlaba cuáles pedazos de tierra. Egipto y Siria pelearon por recuperar los Altos del Golán y la península del Sinaí, territorio que Israel había reclamado junto con Jerusalén oriental en la guerra de 1967.
Dieciséis días después del ataque sorpresa a Israel, Kissinger negoció un alto al fuego. Luego se embarcó en una campaña que no estableció una paz integral, sino un proceso que hizo que los países en guerra se sintieran protegidos. Kissinger comunicó el proceso con una brevedad y rapidez diplomática que desde entonces ha entrado en el léxico de la resolución más amplia de conflictos.
A través de una “diplomacia la lanzadera”, el diplomático de voz rasposa recorrió un circuito incesante entre los países en conflicto para hablar en persona con sus líderes. Llevó a cabo la agenda paso a paso, en lugar de embestir de lleno hacia la paz.
Un proceso así, razonó Kissinger, “aliviaría el conflicto y ganaría tiempo para que las partes en conflicto llegaran a un acuerdo, aprendieran a vivir juntas, y, eventualmente, pusieran fin a su conflicto”, escribió Indyk en una columna el viernes en el The Washington Post.
“El máximo arte de las actividades en las que estábamos involucrados diplomáticamente fue inducir (a los países árabes) a aceptar una retirada parcial a cambio de condiciones políticas precisas que para Israel representaban un aumento de su seguridad”, dijo Kissinger al The Jerusalem Post.
Durante los dos años siguientes, Kissinger negoció dos acuerdos de retirada entre Egipto e Israel y un tercero entre Israel y Siria, que allanaron el camino para que otros países árabes firmaran tratados de paz con Israel —como el de Egipto en 1979 bajo el presidente Jimmy Carter— y firmaran pactos de normalización conocidos como el Acuerdo de Abraham.
“Puso la piedra angular del acuerdo de paz, que luego se firmó con Egipto, y de muchos otros procesos en todo el mundo que admiro”, dijo Isaac Herzog, presidente israelí, quien apareció esta semana con el actual homólogo de Kissinger, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken.
El legado de Kissinger, como el propio Oriente Medio, es aún un tema crudo de debate. Salim Yaqub, profesor de la Universidad de California en Santa Bárbara, quien se especializa en historia y relaciones internacionales de Estados Unidos, sostuvo que el trabajo de Kissinger para sustraer a Egipto del conflicto fue destructivo para las posibilidades de que otros estados árabes y los palestinos adquirieran relevancia en los conflictos con Israel.
“No puedes culpar de todo a Henry Kissinger”, explicó Yaqub. La diplomacia de Kissinger “sí redujo la probabilidad de otra guerra árabe-israelí a gran escala. También hizo que fuera realmente difícil —y algunos dirían que imposible— abordar el problema subyacente entre Israel y sus vecinos árabes”, dijo.
“No solo debilitó a los países árabes restantes, sino también garantizó que los palestinos fueran marginados de la diplomacia árabe-israelí”, agregó.
Kissinger se centró en entidades formales y establecidas —resolver conflictos entre países—. Los actores no estatales, como la Organización para la Liberación de Palestina en ese momento, y Hamás en la actualidad, debían ser neutralizados, escribió Indyk.
Si estuviera aquí para asesorar sobre la guerra entre Israel y Hamás, dijo Indyk, Kissinger recurriría a los Estados vecinos de Israel para restablecer el orden. El proceso gradual de Kissinger daría a los palestinos los “atributos de categoría de Estado” como vía hacia una solución de dos Estados... algún día.
Brian Katulis, vicepresidente de política del Middle East Institute en Washington, dijo que el paso en falso clave de Kissinger en la región no desapareció cuando terminó su mandato como secretario de Estado en 1977.
“Kissinger no vio al pueblo palestino como parte de la ecuación”, declaró Katulis. “Es un error que casi cada uno de sus sucesores cometió”.