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Milei emula a Trump con denuncias de fraude que inyectan incertidumbre al balotaje en Argentina

Un autobús con la imagen de Javier Milei, aspirante a la presidencia de Argentina, estacionado junto a un cartel electoral de su rival, Sergio Massa, durante el último acto de campaña de Milei, en Ezeiza, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, el AP (Natacha Pisarenko/AP)

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BUENOS AIRES (AP) — Esto puede sonar familiar: alguien que se presenta como ajeno a la política aspira a ganar la presidencia y purgar a la clase gobernante para poder restaurar el orden en una nación rota, siempre y cuando pueda superar un sistema amañado en su contra.

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Pero no se trata del expresidente Donald Trump ni está ocurriendo en Estados Unidos. Es el candidato a la presidencia de Argentina Javier Milei, el último político que sigue la hoja de ruta de Trump y afirma que los resultados electorales son dudosos y que los poderes podrían privarlo del cargo más importante de la nación.

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Los analistas dicen que esta es una táctica para movilizar al electorado de base de Milei y promover la vigilancia en los centros de votación, o para preparar el escenario para negarse a reconocer una derrota.

El economista de ultraderecha saltó a la fama por sus críticas a la clase política en televisión y ha celebrado las comparaciones con Trump. Su mensaje de que la élite corrupta ha dejado al país atrás ha recalado en los argentinos que se enfrentan al alza de la pobreza y a una inflación anual del 142%.

Milei representa la agitación y poner en duda el sistema electoral — en una nación donde se confía ampliamente en él — va acorde con su estilo. Desde el regreso de Argentina a la democracia hace medio siglo, ningún candidato ha impugnado formalmente los resultados, según la corte electoral de apelaciones.

Las encuestas previas al balotaje del 19 de noviembre entre Milei y el ministro de Economía, Sergio Massa, muestran una carrera igualada.

Antes de la primera ronda, la mayoría daban una ligera ventaja a Milei, pero Massa logró una cómoda victoria por siete puntos porcentuales. Las denuncias de fraude electoral estallaron en las redes sociales y algunos partidarios de Milei se presentaron voluntarios para monitorear la votación en los más de 100.000 centros de votación del país.

Luis Paulero, de 30 años, es uno de ellos. Nunca se había interesado por la política y, aunque votar es obligatorio, no lo había hecho hasta ahora. Pero Milei “me despertó pasión”, dijo Paulero en un pequeño mitin en Ezeiza, a unos 30 kilómetros (20 millas) de la capital, Buenos Aires.

Afirmó que le disgusta que el partido gobernante pueda robar la presidencia. “Lo estuve viendo en los videos de TikTok. Todo el fraude que se hizo me parece mal, es antidemocrático”, agregó Paulero, que trabaja como conductor para una app de reparto a domicilio.

Milei está avivando esos reclamos de fraude, al menos en parte. En una entrevista el 7 de noviembre señaló que la primera vuelta no fue limpia.

“Hubo irregularidades de semejante tamaño que ponen en duda el resultado”, indicó el candidato. “Quien cuenta los votos es el que lo controla todo”.

Antes había dicho que si no hubiera habido fraude en las primarias de agosto, habría sacado el 35% de los votos en lugar del 30%.

No ha proporcionado pruebas en ninguno de los dos casos. Pese a eso, sus seguidores más acérrimos han acudido a actos con carteles con lemas como “¡Un voto robado es fraude!”.

Las elecciones en Argentina siempre ha tenido algunas irregularidades, pero no las suficientes para alterar los resultados, señaló Gala Díaz Langou, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento, un centro de estudios con sede en Buenos Aires.

Muchas de las denuncias en las redes sociales destacan que cerca de 1.700 centros de votación no registraron boletas a favor de Milei en los resultados preliminares de la primera ronda, algo “estadísticamente imposible”, según el candidato y sus partidarios.

Pero un análisis de la agencia argentina de verificación de datos Chequeado arrojó que en casi todos esos centros no había votos para ningún aspirante, lo que indica que sus resultados no se habían cargado. El número de centros en los que un candidato no obtuvo votos pero otro sí era comparable para Milei y Massa.

El proceso de votación en Argentina es anticuado. Los centros de votación tienen boletas en papel para cada partido y el votante elige la que quiere, la mete en un sobre y éste en una urna de cartón.

Es fácil que los votantes roben o rompan papeletas porque entran solos a la sala donde están. Los supervisores electorales se aseguran de que se reponen y supervisan el recuento de los votos. Reclutar a gente suficiente para esta tarea es un reto para el incipiente partido de Milei, La Libertad Avanza.

Aunque cuestionar las deficiencias del sistema de votación no debería ser un tabú, las dudas que plantea Milei son una estrategia política, indicó Brian Winter, experto en Argentina y vicepresidente del Consejo de las Américas, radicado en Nueva York.

“Esto demuestra que ve algún tipo de riesgo de que puede perder. Desde una posición de fuerza no se dicen estas cosas”, añadió.

La red nacional de Milei se ve muy superada por el músculo del peronismo que respalda a Massa, un movimiento difuso con facciones tanto de izquierdas como de derechas que ha sido la fuerza dominante en la política argentina durante décadas. Y por ello ha citado a sus fieles a supervisar las votaciones.

La formación de Milei presentó el jueves una queja ante un juez electoral en la que inicialmente reportaba un “fraude colosal” y que acaparó titulares, pero más tarde se retractó y afirmó que su objetivo era únicamente motivar a las autoridades a extremar las precauciones.

Milei está trabajando para “asegurarse de que moviliza a gente y le da a su electorado de base una razón para luchar, hacerles sentir que están siendo intimidados y que no están siendo considerados, que el peronismo está tratando de imponer su voluntad a todos los demás”, dijo Ana Iparraguirre, socia de la encuestadora GBAO Strategies, por teléfono desde Buenos Aires.

Pero muchos argentinos son reacios a pasar 12 horas como observadores y después escrutar el voto, afirmó Carlos Andrés Ferreira, jefe de campaña del partido de Milei en Fiorito, una ciudad de clase obrera de la periferia de la capital.

En la primera vuelta, La Libertad Avanza tenía observadores en poco más de la mitad de los 200 centros de votación de Fiorito, de acuerdo con Ferreira. En una escuela se horrorizó al comprobar que siete de sus ocho observadores no se habían presentado. Contó que algunos de sus compañeros especulan con que les pagaron para quedarse en casa y cree que quienes contaban los votos en las mesas no supervisadas tiraron la mitad de las boletas con el nombre de Milei.

“Son bandidos. No creen en la democracia. Son fascistas", dijo Ferreira, añadiendo que el número de votos a Milei en los centros donde el partido tuvo observadores era alrededor del doble que en los demás. “Yo no creo en las coincidencias".

La posibilidad de impugnar los resultados es una parte fundamental de cualquier proceso democrático. Pero hay indicios de que los reclamos infundados al estilo de Trump se han propagado por todo el mundo, afirmó Kevin Casas-Zamora, secretario general del Instituto Internacional para la Democracia y la Ayuda Electoral, por teléfono desde Estocolmo.

Algunas de las afirmaciones de Trump han sido repetidas en la denuncia de fraude electoral del partido de Myanmar respaldado por el ejército tras su derrota en unos comicios en 2020 — reclamos rechazados por la comisión electoral de la nación asiática — así como en las quejas no fundamentadas de fraude presentadas por la candidata a la presidencia de Perú Keiko Fujimori tras perder en 2021.

Su imitador más claro hasta la fecha ha sido el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro. Igual que Trump, primero impugnó los resultados que lo llevaron al cargo alegando que su ventaja debería haber sido mayor, aunque no ofreció pruebas. En vísperas de los comicios en los que aspiraba a la reelección, Bolsonaro atacó la fiabilidad del sistema y solicitó una auditoría que fracasó. Se negó a reconocer su derrota y sus fanáticos se amotinaron en la capital.

Milei está, sin duda, “preparando un espacio para no reconocer el resultado de la elección si pierden", afirmó Beatriz Busaniche, presidenta de la fundación Vía Libre, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en cuestiones relacionadas con la reforma del voto.

Por su parte, Massa dijo a reporteros el jueves que emular a Trump y Bolsonaro rechazando los resultados sería “muy malo".

Aunque este tipo de denuncias reflejan claramente la influencia de Trump y Bolsonaro, no representan un riesgo existencial para la democracia argentina, que es fuerte, apuntó Winter. Y a diferencia de esos casos, Milei no controla los resortes de poder que necesitaría para anular los resultados.

Es más, sus nuevos aliados parecen reacios a respaldar las denuncias de fraude.

Patricia Bullrich, la candidata de la principal coalición opositora del país, que terminó tercera en la primera ronda antes de respaldar a Milei, afirmó en una entrevista que no creía que hubiese fraude a una escala necesaria para influir en los comicios. Al mismo tiempo, pidió a sus partidarios que funjan como observadores.

Para Díaz Langou, sería “difícil, si no imposible” robar unas elecciones en Argentina, aunque las denuncias de fraude siguen siendo una amenaza.

“Estos rumores de fraude pueden erosionar la legitimidad de origen con la que puede asumir cualquier gobierno, gane quien gane, y eso puede llegar a causar problemas a medio plazo, trascendiendo la elección”.

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