WASHINGTON (AP) — Desde sus primeros meses en el cargo, el gobierno del presidente Joe Biden tomó una decisión particular sobre su política en Oriente Medio: no daría prioridad a medio siglo de esfuerzos de de gran repercusión de los presidentes estadounidenses anteriores, en particular los demócratas, para negociar un acuerdo de paz amplio y duradero entre Israel y los palestinos.
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Desde Richard Nixon, los gobiernos estadounidenses han probado su suerte en cumbres como la de Camp David, los viajes de diplomáticos entre capitales enfrentadas y otros intentos importantes para convencer a los líderes israelíes y palestinos de entablar conversaciones para resolver las disputas que subyacen tras 75 años de tensiones en Oriente Medio. Entre los presidentes recientes, Joe Biden es quien menos lo ha hecho.
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En cambio, los funcionarios de su gobierno esbozaron desde el principio lo que llamaron la política de diplomacia discreta de Biden: abogaron por mejoras más modestas en las libertades y condiciones de vida de los palestinos bajo el gobierno intransigente del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que ha alentado los asentamientos en la Cisjordania ocupada por Israel y que incluye socios de coalición que se oponen a la solución de dos Estados respaldada por Estados Unidos. El enfoque menos ambicioso encaja con la decisión de Biden de virar su atención en política exterior, de los puntos conflictivos de Oriente Medio a China.
Pero los riesgos a largo plazo de marginar el conflicto palestino-israelí volvieron a surgir con el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre y la respuesta israelí con un bombardeo intenso a Gaza. Los socios árabes de Estados Unidos señalan con furia la falta de participación activa de Estados Unidos ahora que la violencia palestino-israelí vuelve a ocupar un lugar protagónico.
La sangrienta incursión de los extremistas de Hamas y la intensificación de la respuesta militar de Israel, que han causado la muerte de miles de civiles en Israel y Gaza, han llevado a Biden a enviar portaviones a la región y amenaza con la extensión del conflicto y oleadas de refugiados palestinos a través de las fronteras.
Este fin de semana, en El Cairo, el presidente egipcio Abdel Fattah el-Sissi fue uno de una sucesión de líderes árabes que advirtieron a Antony Blinken, el secretario de Estado de Estados Unidos, quien recorre las capitales de Oriente Medio para tratar de contener el conflicto, que la guerra entre Israel y Gaza amenaza la estabilidad de todo Oriente Medio.
Es probable que Biden escuche lo mismo cuando se reúna con los mandatarios de Jordania, Egipto y la Autoridad Palestina en Jordania el miércoles, después de viajar a Israel.
Sissi, quien teme que la ofensiva militar israelí empuje a los 2,3 millones de gazatíes a cruzar la frontera hacia Egipto, culpó a la casi desaparición de cualquier presión internacional sobre el gobierno de Netanyahu y los palestinos para regresar a las negociaciones.
Sissi citó “una acumulación de indignación y odio durante más de 40 años” y la falta de cualquier “horizonte para resolver la causa palestina; uno que dé esperanza a los palestinos” para un Estado con una capital en Jerusalén oriental.
Mientras tanto, Arabia Saudí destacó sus “reiteradas advertencias sobre el peligro de la explosión”.
Los líderes árabes “están muy conscientes de que esto seguirá estallando. Y es posible que lo superen esta vez, podrían superarlo la próxima vez, como lo han hecho en el pasado”, dijo Yezid Sayigh, investigador sénior del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center en Beirut.
“Pero en realidad, para ellos no es una posición cómoda en la cual vivir eternamente”, con ciclos interminables de guerras israelíes y palestinas que amenazan la paz y las economías de la región, dijo Sayigh, quien acusó a Estados Unidos de alentar a Netanyahu a pensar que no había necesidad de abordar las inquietudes palestinas.
Para subrayar el énfasis disminuido de su gobierno en el conflicto palestino-israelí, la llamada de Biden al presidente palestino Mahmoud Abbas el pasado fin de semana en medio de la escalada de la guerra en Gaza fue la primera del líder estadounidense desde que asumió el cargo.
En 1973, el ataque sorpresa de las naciones árabes a Israel y el devastador embargo petrolero de los árabes a Estados Unidos y otros países por su apoyo a Israel en ese enfrentamiento convencieron a los gobernantes estadounidenses de que una resolución duradera a las demandas palestinas de un Estado propio era de interés estratégico para Estados Unidos.
Pero después de algunos éxitos iniciales, la violencia recurrente, las decepciones de los fallidos esfuerzos de mediación del pasado y la escala de las disputas contribuyeron a descarrilar el impulso estadounidense. Para cuando Biden —firme partidario del Estado de Israel— asumió el cargo, el apoyo a negociaciones importantes entre los israelíes era débil.
Blinken y otros funcionarios estadounidenses han señalado las medidas adoptadas por el gobierno que, dicen, tenían como objetivo mejorar las condiciones antes de presionar para volver a las conversaciones sobre una solución política al conflicto de larga data. Eso incluye restaurar la ayuda estadounidense a los palestinos después de que el entonces presidente Donald Trump la recortara casi en su totalidad, y el viaje de Blinken en enero a Ramala, ciudad de la Cisjordania ocupada, donde dijo que Biden sigue comprometido con el objetivo de la creación de un Estado palestino.
Hay pocos indicios de que una participación más activa de Biden en los asuntos palestino-israelíes hubiera logrado un progreso inmediato o hubiera servido para desalentar el ataque de Hamas, cuyos estatutos exigen la destrucción de Israel.
Incluso después de un estallido de combates entre Hamas e Israel en 2021, figuras del gobierno estadounidense argumentaron que un empuje grande a los esfuerzos de paz socavaría objetivos más fáciles de lograr, como las treguas con Hamas.
En cambio, Biden ha seguido con entusiasmo el nuevo camino que Trump había trazado para establecer la paz en Oriente Medio: presionar para lograr los llamados acuerdos de normalización con los países árabes, a falta de cualquier acuerdo entre israelíes y palestinos.
Bajo Trump, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos firmaron acuerdos de normalización que establecieron relaciones diplomáticas con Israel.
Hasta el 7 de octubre, Biden parecía acercarse rápidamente a negociar un acuerdo de normalización con el premio mayor de todos: Arabia Saudí, el peso pesado regional.
Luego, la incursión de Hamas desde Gaza hizo añicos lo que Jake Sullivan, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, había aclamado como un período de calma en Oriente Medio. La violencia ha sido la más mortífera de cinco guerras entre Hamas e Israel, y ha matado a más de 1.400 personas en Israel y casi 2.800 en Gaza.
No está claro qué sucederá ahora con el impulso de normalización de Biden. A pesar de sus comentarios enojados y diversos grados de apoyo popular entre su público a la causa palestina, los socios árabes de Estados Unidos son pragmáticos y, al igual que Estados Unidos e Israel, adversarios de Hamas y otros grupos respaldados por Irán.
Además, la movilización inmediata y total del gobierno del presidente Biden para apoyar la creciente defensa de Israel tras las masacres de Hamas del 7 de octubre solo puede aumentar el deseo del príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, de concretar ese tipo de alianza de seguridad con Estados Unidos para su reino, argumentan muchos analistas.
“Creo que los socios del Golfo están observando la respuesta rápida y decisiva que Estados Unidos ha brindado a Israel y están increíblemente celosos”, dijo Jonathan Lord, director del programa de seguridad para Oriente Medio en el Center for a New American Security, una organización independiente que elabora políticas de seguridad y defensa.
Negociar esas alianzas estabilizaría el Oriente Medio por sí mismas; no se necesitaría ningún acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, han argumentado sus partidarios.
La pesadilla que se desarrolla ahora para civiles israelíes y palestinos tiene un argumento diferente cuando se trata del enfoque de Biden, dicen los críticos.
“Mientras las cuestiones centrales sigan sin resolverse, ignorarlas no hace que desaparezcan”, dijo Yousef Munayyer, quien dirige el programa Palestina-Israel en el Arab Center, una organización independiente que busca una mayor comprensión del mundo árabe en Estados Unidos. “Y creo que esa es una lección para todos”.
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El periodista de The Associated Press Sam Magdy, en El Cairo, contribuyó a este despacho.