MADRID, 13 (EUROPA PRESS)
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Un estudio publicado en 'Science Advances' descubrió que casi todas las plataformas de hielo de la parte occidental de la Antártida experimentaron una pérdida de hielo. En cambio, la mayoría de las plataformas de hielo de la parte oriental mantuvieron su volumen o lo aumentaron.
En 25 años, los científicos calcularon que se exportaron al océano casi 67 billones de toneladas de hielo, que se compensaron con 59 billones de toneladas de hielo que se añadieron a las plataformas, lo que supone una pérdida neta de 7,5 billones de toneladas.
El doctor Benjamin Davison, investigador de la Universidad de Leeds, que dirigió el estudio, explica que "el deterioro de las plataformas de hielo es desigual, y ello se debe a la temperatura y las corrientes oceánicas en torno a la Antártida".
"La mitad occidental está expuesta a aguas cálidas, que pueden erosionar rápidamente las plataformas de hielo desde abajo, mientras que gran parte de la Antártida Oriental está actualmente protegida de las aguas cálidas cercanas por una banda de agua fría en la costa", añade en un comunicado.
La Antártida es un continente inmenso, unas 50 veces el tamaño del Reino Unido, y los mares de la parte occidental experimentan corrientes y vientos diferentes a los de la parte oriental, lo que está provocando que el agua se caliente por debajo de las plataformas de hielo del flanco occidental.
"Esperábamos que la mayoría de las plataformas de hielo atravesaran ciclos de contracción rápida pero efímera y que luego volvieran a crecer lentamente --afirma el doctor Davison, experto en observación de la Tierra en las regiones polares de la Escuela de la Tierra y el Medio Ambiente--. En cambio, vemos que casi la mitad de ellas están encogiéndose sin signos de recuperación".
En su opinión, es probable que el calentamiento global inducido por el hombre sea un factor clave en la pérdida de hielo. Si se debiera a la variación natural de los patrones climáticos, habría habido algunos signos de rebrote del hielo en las plataformas occidentales.
Las plataformas de hielo flotan en los mares que rodean la Antártida y son extensiones de la capa de hielo que cubre gran parte del continente. Las plataformas de hielo actúan como "tapones" gigantes al final de los glaciares, frenando el flujo de hielo que drena hacia los océanos.
Cuando las plataformas de hielo se adelgazan o reducen su tamaño, estos tapones se debilitan, con lo que aumenta el ritmo de pérdida de hielo de los glaciares.
Algunas de las mayores pérdidas de hielo se observaron en la plataforma de hielo de Getz, donde se perdieron 1,9 billones de toneladas de hielo durante los 25 años que duró el estudio. Sólo el 5% de esa pérdida se debió al desprendimiento de grandes trozos de hielo de la plataforma hacia el océano. El resto se debió al deshielo en la base de la plataforma.
Del mismo modo, en la plataforma de hielo de Pine Island se perdieron 1,3 billones de toneladas de hielo. Alrededor de un tercio de esa pérdida -450.000 millones de toneladas- se debió al desprendimiento. El resto se debió al deshielo de la parte inferior de la plataforma de hielo.
En cambio, la plataforma de hielo Amery, al otro lado de la Antártida, ganó 1,2 billones de toneladas de hielo. Está rodeada de aguas mucho más frías.
Los investigadores analizaron más de 100.000 imágenes de radar por satélite para elaborar esta importante evaluación del "estado de salud" de las plataformas de hielo.
Si las plataformas de hielo desaparecen o incluso disminuyen, se producirán importantes repercusiones en el sistema de hielo de la Antártida y en la circulación oceánica mundial, la gigantesca "cinta transportadora" que traslada los nutrientes, así como el calor y el carbono de este sensible ecosistema polar.
El agua liberada al océano desde las plataformas de hielo y desde los glaciares es agua dulce. Durante los 25 años que duró el estudio, los investigadores calcularon que sólo las plataformas de hielo vertieron 66,9 billones de toneladas de agua dulce al Océano Antártico.
En el Océano Austral, el agua salada densa se hunde en el fondo oceánico como parte de la cinta transportadora oceánica global. Este hundimiento del agua actúa como uno de los motores que impulsan la 'cinta transportadora' oceánica.
El agua dulce de la Antártida diluye el agua salada del océano, haciéndola más fresca y ligera, por lo que tarda más en hundirse, lo que puede debilitar el sistema de circulación oceánica.
Otro estudio, publicado en la revista 'Nature Climate Change', muestra que este proceso podría estar ya en marcha.
Según la profesora Anna Hogg, también de la Universidad de Leeds y coautora del trabajo, "el estudio ha generado hallazgos importantes. Tendemos a pensar que las plataformas de hielo experimentan avances y retrocesos cíclicos. En cambio, estamos asistiendo a un desgaste constante debido al deshielo y al desprendimiento", añade.
"Muchas de las plataformas de hielo se han deteriorado mucho: 48 perdieron más del 30% de su masa inicial en sólo 25 años --prosigue--. Esto es una prueba más de que la Antártida está cambiando porque el clima se está calentando, y el estudio proporciona una medida de referencia a partir de la cual podemos ver otros cambios que pueden surgir a medida que el clima se calienta".
La información sobre lo que ocurre en la Antártida en los últimos años procede en gran medida de los satélites CryoSat-2 y Sentinel-1, que pueden vigilar la Antártida incluso cuando está nublada y durante las largas noches polares.
CryoSat-2, lanzado en 2010, fue la primera misión exploradora de la Agencia Espacial Europea y la primera dedicada a vigilar las capas de hielo y los glaciares polares de la Tierra.
El profesor Noel Gourmelen, de la Universidad de Edimburgo y Earthwave y coautor del estudio, subraya que "CryoSat-2 ha sido una herramienta increíble para la vigilancia del medio ambiente polar. Su capacidad para cartografiar con precisión la erosión de las plataformas de hielo por el océano permitió esta cuantificación y partición exactas de la pérdida de plataformas de hielo, pero también reveló detalles fascinantes sobre cómo se produce esta erosión", asegura.
Los detalles captados por los sensores de estos satélites son de tal magnitud que los científicos han podido seguir los cambios que se producen año tras año en la Antártida.
El doctor Mark Drinkwater, Jefe de Ciencias de la Tierra y Misiones de la Agencia Espacial Europea (ESA), señala que "la vigilancia y el seguimiento del cambio climático en el vasto continente antártico requieren un sistema de satélites que capte datos de forma rutinaria a lo largo de todo el año".
"La misión del satélite Sentinel-1 del Programa Europeo Copérnico ha satisfecho esta necesidad --explica--. Junto con los datos históricos adquiridos por sus predecesores de la ESA ERS-1, -2 y Envisat, Sentinel-1 ha revolucionado nuestra capacidad para hacer un balance de las plataformas de hielo flotantes, como indicador del equilibrio de masas y de la salud de la capa de hielo antártica.
"En un futuro próximo, ampliaremos la vigilancia de la Antártida con tres nuevas misiones polares: CRISTAL, CIMR y ROSE-L", concluye.