CIUDAD DE GAZA, Franja de Gaza (AP) — Los gritos llenan los pasillos. El aire carga un mal olor. Los heridos cruzan la puerta sin cesar. Cuerpos sin vida y bolsas repletas de extremidades que llegan en sábanas.
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Las imágenes en el Hospital Shifa son un grotesco reflejo del caos que lo rodea.
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Las explosiones estremecían el centro de Ciudad de Gaza mientras los trabajadores trapeaban la sangre y los familiares llevaban al quirófano a los niños con heridas de metralla.
Durante los últimos cinco días, los aviones de combate israelíes han bombardeado la sitiada franja con una intensidad nunca antes vista por sus residentes acostumbrados a la guerra. Los ataques aéreos han dejado más de 1.100 palestinos muertos, según el Ministerio de Salud de Gaza. Las autoridades no han detallado cuantos de los fallecidos son civiles, pero los trabajadores de ayuda advierten que la decisión de Israel de imponer un “asedio total” sobre el territorio de 2,3 millones de habitantes está dando origen a una catástrofe humanitaria que afecta prácticamente a todos y cada uno de ellos.
Los bombardeos han transformado vecindarios enteros en una vasta extensión de escombros con cuerpos regados por doquier. No hay agua limpia. Y la oscuridad se apodera de todo, ya que la única planta de generación eléctrica del territorio se quedó sin combustible el miércoles, por lo que sólo cuentan con generadores que no durarán mucho.
“Es una extensión de destrucción sin precedentes”, dijo Miriam Marmur, portavoz de Gisha, un grupo israelí defensor de los derechos humanos. “Las decisiones israelíes de cortar los suministros de luz, combustible, alimentos y medicamentos agravan los riesgos para los palestinos y amenazan con incrementar enormemente la pérdida de vidas humanas”.
Los bombardeos israelíes se han intensificado en respuesta a la incursión sin precedente de Hamas hacia varios puntos de Israel el sábado. Las fuerzas armadas de Israel aseguran que más de 1.200 personas fueron asesinadas y decenas más fueron secuestradas, por lo que el gobierno declaró una guerra con la promesa de llevar a cabo una devastadora campaña para destruir las capacidades militares de Hamas.
Pero los palestinos aseguran que Israel ha desatado su furia principalmente contra los civiles, una población que ha vivido los últimos 16 años bajo un agobiante bloqueo impuesto por Israel y que ha sobrevivido a cuatro devastadoras guerras y demás hostilidades.
Los ataques en distintos puntos de Gaza, desde poblados agrícolas en la frontera norte hasta las lujosas torres en el corazón de Ciudad de Gaza, han cobrado la vida de 171 mujeres y de por lo menos 326 niños, informó el Ministerio de Salud de Gaza. Ocho periodistas han muerto, según medios de comunicación locales, además de seis médicos, de acuerdo con reportes de la Media Luna Roja Palestina. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo asegura que entre los muertos hay 11 trabajadores del organismo.
En guerras pasadas, las noticias de un solo vecindario afectado podían estremecer a la comunidad internacional. En esta ocasión, los ataques israelíes están destruyendo rápidamente grandes extensiones de Gaza, y el número de víctimas se acumula a tal velocidad que es difícil mantener la cuenta.
“En escaladas previas, siempre había un momento, incluso media hora, en la que no había ataques aéreos”, dijo Nebal Farsakh, portavoz de la Media Roja de los palestinos. “Pero ahora no pasa un solo minuto. Es por eso que el número de víctimas no para de aumentar”.
El saldo es palpable en los hospitales de Gaza.
Incluso en momentos ordinarios, los suministros son insuficientes. Ahora, la escasez lo abarca todo, desde vendajes y fluidos intravenosos, hasta camas y medicamentos esenciales, dijo Richard Brennan, director regional de la Organización Mundial de la Salud.
“Difícilmente puede empeorar”, dijo Brennan. “No sólo son los daños, la destrucción. Es esa presión psicológica. Los bombardeos constantes, la pérdida de colegas”.
Uno de los hospitales más grandes del territorio, en Bait Hanun, fue bombardeado y quedó inoperante. La metralla ha afectado otros siete hospitales y 10 albergues de emergencia de Naciones Unidas, según la OMS y la ONU.
En el Hospital Shifa, los doctores pasan problemas para mantener el lugar funcionando. Los suministros de combustible se agotan y el caos se desata en el exterior. Mujeres y niños, algunos de ellos descalzos, salían a las calles con sus pertenencias en medio de las detonaciones.
Desde el corredor del hospital, Muhammad Al-Gharabli recordó cómo el impacto de cuatro misiles el lunes pasado contra una mezquita del campamento de refugiados Shati decapitó a su hijo de 2 años, Mohammed, y dejó heridas de metralla en la pierna de su hijo de 5 años, Lofti.
Al-Gharabli dijo que cuando volvió en sí, vio decenas de cuerpos esparcidos sobre las ruinas de sus casas. Reconoció el rostro cubierto de sangre de su vecino, un mecánico automotriz.
“El horror no me deja dormir”, declaró.
En muchos de los casos, aseguran los residentes, las fuerzas armadas israelíes han bombardeado edificios residenciales sin los habituales disparos de advertencia, acabando con familias enteras dentro de sus casas. Israel asegura que únicamente va tras objetivos militares y que hace todo lo posible por evitar víctimas civiles, una afirmación que los palestinos refutan.
El Ministerio de Salud de Gaza ha informado, sin dar a conocer detalles, de 22 incidentes en los que ataques aéreos han matado a muchos integrantes de una misma familia. Las fuerzas armadas israelíes rara vez comentan sobre bombardeos individuales.
Para el campamento de refugiados Bureji, un lugar densamente poblado en el centro de Gaza, el caos comenzó a primeras horas del miércoles. Jaber Weshah dijo que no hubo advertencia alguna antes de que un ataque destruyera el edificio contiguo.
Pocos sobrevivieron. Algunas personas seguían atrapadas bajo los escombros, esperando durante horas a que llegaran las ambulancias, dijo Weshah.
Ese ataque dejó 12 muertos, indicaron los habitantes. Entre los fallecidos había un vendedor de libros, su esposa y sus dos pequeñas hijas; un casero, su hijo y su hermana discapacitada; y seis integrantes de una sola familia, de la que sólo sobrevivió el patriarca.
“Fue un infierno”, dijo Weshah, un activista por los derechos humanos de 73 años. “Si están tratando de confrontar a Hamas, lo entiendo, pueden hacerlo. ¿Pero cuentan con la mejor tecnología militar y no pueden distinguir quién es civil y quién no?”
Cuando Israel bombardeó el campamento de refugiados Jabalia, en el norte de Gaza, mató a por lo menos 50 personas —incluidas dos familias completas— y una gran parte del campamento quedó destruida, informaron autoridades de salud y residentes. El ejército israelí dijo que los objetivos que impactó “fueron únicamente dirigidos a salas tácticas y apartamentos operacionales de Hamas”.
Una de esas familias eran los Masoud — dos maestros de escuela pública y sus hijos de 12 y 10 años — según su vecino, Khalil Abu Yahia.
“Ellos sacrificarían sus vidas para cuidar a sus hijos”, dijo al referirse a los padres, Alaa y Atallah.
La mañana del ataque, los cuatro miembros de la familia se resguardaron en una habitación, lejos de las ventanas.
Abu Yahia sabe esto porque, dijo, así fue como encontraron los cuatro cuerpos.
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DeBre informó desde Jerusalén. La periodista de The Associated Press Julia Frankel contribuyó a este despacho.