PUERTO PRÍNCIPE (AP) — En la mayoría de los países, la llegada de extranjeros armados sería vista con recelo.
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Pero la salida de soldados y policía armados de Haití en 2017, después de casi dos décadas en las calles, favoreció que los grupos criminales tomarán el control de buena parte del país. Las pandillas han cometido tantos robos, violaciones y secuestros que, el martes, los haitianos aplaudieron la noticia de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas había aprobado el despliegue de una fuerza armada internacional en Haití.
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La noticia de la votación —que autoriza el despliegue de una fuerza dirigida por Kenia para apoyar a combatir las pandillas violentas por un año— ocupó las conversaciones y los programas de radio y televisión.
“Es como si Dios hubiera escuchado las oraciones de Haití y estuviera mandando ayuda”, comentó Wensley Johnson, de 40 años.
Johnson tuvo que huir de su casa este año después de que las pandillas saquearan la comunidad donde vivía, un asentamiento construido por personas que sobrevivieron al terremoto que devastó Haití en 2010. Preocupado por la interminable violencia de las pandillas, Johnson mandó a su hijo y a su hijastra a vivir con su madre en el campo. Pero el hombre, que trabaja como albañil, pasa apuros para poder cuidarlos.
Mientras tanto, la construcción se ha detenido en varias obras porque las pandillas tomaron el control de esas zonas, y Johnson no ha podido conseguir trabajo.
“La estabilidad sería clave para que todos pudieran regresar a sus actividades normales”, dijo, y agregó que se siente aliviado por el futuro despliegue de la fuerza armada extranjera.
“Nuestras fuerzas no tienen el personal suficiente para combatir las pandillas con las armas que tienen”, afirmó.
La Policía Nacional de Haití ha lanzado varios operativos contra las pandillas, pero el departamento no tiene recursos ni personal suficiente, y apenas unos 10.000 policías en activo en un país de más de 11 millones de personas.
La misión encabezada por Kenia sería la primera fuerza en casi 20 años en ser desplegada en Haití. Una misión de la ONU empezada en 2004 terminó en 2017.
La próxima misión sería comandada por Kenia, con la participación de Jamaica, Bahamas y Antigua y Barbuda. La misión, ajena a la ONU, sería revisada después de nueve meses y financiada por medio de contribuciones voluntarias. Estados Unidos prometió donar hasta 200 millones de dólares. El ministro de Asuntos Exteriores de Kenia ha declarado que la fuerza podría desplegarse a principios de enero.
“Deberían estar aquí antes de enero”, dijo Peter John, un carpintero de 49 años que se enteró de la noticia a través de un pequeño receptor de radio que tiene colgado en su taller, donde construye camas, mesas y armarios.
Le preocupa que la violencia de las pandillas pueda seguir escalando.
“De pronto un día escuchas que unos tipos se apoderan de una zona, que matan y violan a los niños, que dejan a la gente sin casa, y eso da miedo”, manifestó. “Una fuerza que llegará al país podrá contraatacar”.
Por el momento, observó, los haitianos seguirán encargándose de las pandillas de la única manera que conocen: por medio de un levantamiento violento conocido como “bwa kale”, que ha matado cerca de 350 personas desde que empezó en abril.
“La población los matará. Hacen sufrir demasiado a la gente”, dijo, refiriéndose a los pandilleros.
Más de 2.400 personas han sido asesinadas desde enero hasta mediados de agosto de este año, más de 950 has sido secuestradas y otras 902, heridas, de acuerdo con cifras de la ONU. En particular, ha aumentado la violencia en contra de mujeres y niños.
Entras las personas que han sido secuestradas y torturadas se encuentran amigos de Janette Boucher, de 37 años, quien es propietaria de una tienda de ropa para mujeres y niños. Ella misma escapó de un ataque de las pandillas este año mientras conducía sola. Las pandillas dispararon contra su carro y rompieron una ventanilla mientras ella aceleraba y huía.
“Claro, estoy contenta”, dijo con respecto al despliegue inminente. “Ya es hora de que Haití reciba apoyo de verdad”.
Más de 200.000 haitianos han perdido sus casas a causa de pandillas que incendian las comunidades, y violan y matan a sus residentes con el propósito de arrebatar territorio a bandas rivales.
Pero anteriores intervenciones extranjeras en Haití también han dejado a muchos recelosos y enfadados.
Una misión de estabilización de la ONU lanzada en 2004 se vio mancillada por un escándalo de abusos sexuales y por la introducción del cólera, que mató a casi 10.000 personas.
“Dejaron un mal recuerdo en Haití”, comentó Jean-Pierre Elie, profesor particular de 60 años, refiriéndose a intervenciones anteriores.
Afirmó que apoya la nueva fuerza porque “es insoportable vivir en Haití”, pero le preocupa que se repita el pasado.
“A veces los soldados están fuera de control”, dijo. “Es como si no tuvieran a nadie a quien rendir cuentas. Hacen lo que les da la gana”.
Johan Lefebvre Chevallier, director en Haití de la organización sin ánimo de lucro Mercy Corps, dijo que espera que la fuerza armada extranjera respete los derechos humanos y reinstaure cierta estabilidad.
“El peor resultado sería que esta nueva intervención incrementara aún más la violencia y supusiera una carga para quienes se enfrentan a lo peor de esta crisis humanitaria y de seguridad”, afirmó.
Los detractores de la nueva misión también han advertido de los abusos cometidos en el pasado por las fuerzas policiales de Kenia, pero sus partidarios afirman que la resolución que autoriza la fuerza contiene un lenguaje contundente para evitar los abusos y pide una correcta gestión de las aguas residuales.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución casi un año después de que el primer ministro haitiano, Ariel Henry, y 18 altos cargos del gobierno solicitaran el despliegue inmediato de una fuerza armada extranjera para luchar contra las pandillas del país.
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Coto informó desde San Juan, Puerto Rico.