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Violencia vicaria y relaciones tóxicas en el mito renovado de 'Medea' en el Teatro Real

MADRID, 15 (EUROPA PRESS)

Antes de esta puesta en marcha de la temporada, el Real ha acogido dos buenas noticias: una ya habitual, puesto que por quinto año consecutivo los Reyes han acudido al inicio del año en el coliseo, entre*vítores de decenas de personas que esperaban en el acceso principal.

El otro, valga la redundancia, es un estreno también, la del 'Cielo' diseñado por Jaume Plensa para la cúpula del edificio bicentenario, que supone, tal y como ha explicado el propio artista en los instantes antes de la ópera, "una ventana al maravilloso cielo de Madrid". Los afortunados que han estado presentes han podido disfrutar de tres minutos de los veinte en total que dura esta propuesta.

Ya lo había adelantado en los días previos el director de escena Paco Azorín: los niños también son protagonistas de una historia que siempre ha tendido a poner el foco en la locura de la madre. Azorín busca darles presencia y protagonismo escénico --que no voz--, a diferencia de anteriores producciones, atendiendo la edad que recogían los escritos mitológicos.

Así, ya desde el principio de esta ópera decide otorgar esa importancia a los* hijos de Jasón y Medea --muy aplaudidos los jóvenes Valeria Grandio e Ismael Palacios-- 'pensantes' --a punto de entrar en la adolescencia o ya directamente en ella con sus diez y doce años--.

Un sueño premonitorio introduce al espectador sin tiempo para el aliento, puesto que el asesinato de los niños a manos de su madre ya queda a la vista de todos. Como si de una película de cine mudo clásica se tratase, Azorín propone al inicio unos créditos en blanco y negro introductorios de los 'creadores' de esta idea.

"La época mítica no sólo es un tiempo pasado, sino también presente y futuro" es la cita elegida para abrir boca a esta tragedia, en la que casi ninguno de los personajes --salvo los niños-- se salva de la irresponsabilidad adulta.

La escenografía elegida no deja lugar a ambigüedades. Este mito de Medea transcurre en el tártaro, el infierno del inframundo, que en el escenario del Real se transforma en un espacio similar al de un pozo o una mina. También hay una gran escalera que conecta ese mundo con el real, con el palacio de Creonte en medio.

'Medea' es una vuelta a los orígenes de la partitura de Cherubini. La versión de Alan Curtis concibe una Medea inédita hasta hoy, íntegramente cantada, como deseaba el creador italiano, componiendo la música para una reducción de las partes habladas originales, que transformó en recitativos acompañados, emulando el estilo del compositor.

Tres sopranos alternan en el papel de Medea (Maria Agresta, Saioa Hernández y Maria Pia Piscitelli) dando cada una de ellas un punto de vista diferente del personaje. Una ovacionada Agresta en varios tramos ha sido la encargada de dar el pistoletazo de salida a un papel en el que la propia soprano reconocía que se necesita ser "una acróbata de la voz".

FUERA IDEAS "HETEROPATRIARCALES"

Lógicamente, esta producción no se olvida del acto central que marca la tragedia: el asesinato de unos hijos a manos de su madre. Pero desde el principio se pretende "alejar una visión heteropatriarcal", tachando de 'loca' a una madre.

Por ejemplo, uno de los planteamientos que se recuperan es el de ser extranjera en Corinto, la patria de Jasón, con todo lo que ello conlleva de 'asustar' a los compatriotas del argonauta con sus recursos nigrománticos. Las propias sopranos apostaban por "mostrar lo más humana posible" --en palabras de Saoia Hernández-- a esta semidiosa, y la producción lo consigue.

"Nunca he terminado de entender el gesto extremo de esta mujer, no hay justificación posible, y por eso me he centrado en la función catártica que tiene esta obra", reconocía Agresta antes de empezar, quien ha terminado emocionada en este feliz reencuentro del público con el coliseo madrileño.

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