COLÓN, Panamá (AP) — El asesinato a tiros de un futbolista de la selección nacional en plena tarde en esta dura ciudad del Caribe panameño sacó a la luz nuevamente los altos niveles de violencia que sufre esta importante zona portuaria y comercial desde hace años.
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Mientras los grandes barcos entran y salen por uno de sus puertos en el acceso al Canal por el Atlántico y la actividad bulle en una de las zonas francas más grandes del mundo, la ciudad de Colón —capital de la provincia homónima y a 80 kilómetros al norte de la capital panameña— enfrenta una desenfrenada criminalidad atribuida en buena medida a disputas territoriales de las pandillas.
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“La guerra entre pandillas está cobrando vidas inocentes”, declaró a The Associated Press el pastor evangélico Rafael Cañas, director de Seguridad Ciudadana de la alcaldía de Colón y quien hace esfuerzos por lograr la pacificación entre pandillas contrarias. “Hay muchos sicarios, asesinos a sueldo, también por la falta de empleos y oportunidades”.
El defensor Gilberto Hernández, de 26 años, fue acribillado la tarde del domingo en una avenida de esta ciudad frente a un edificio residencial y al lado de una catedral católica cuando se encontraba con un grupo de amigos. Desconocidos desde un taxi en marcha descargaron una ráfaga de balas le que costó la vida al futbolista —el segundo jugador de la selección panameña asesinado en esta ciudad en casi seis años— e hirió a siete de sus acompañantes.
Un sospechoso fue detenido el lunes por la policía, pero hasta el momento no se ha informado sobre el posible móvil y los autores del ataque.
Un día después un agente de seguridad privada murió y otro resultó herido de bala en un intento de robo ocurrido en otro sector de Colón, una provincia de 300.000 habitantes que también padece viejos problemas de desempleo, pobreza y escasez de servicios básicos, lo que contrasta con la riqueza portuaria y comercial que se genera aquí.
El centro de la ciudad está lleno de edificios de madera destartalados, agua negra en las calles y basura amontonada. Un aguacero el lunes llenó las avenidas de agua y la ciudad se oscureció. Por la tarde su avenida principal se fue vaciando rápido de personas que salían de sus trabajos y se marchaban a casa antes del anochecer. Había más presencia policial que de costumbre tras el tiroteo del domingo.
“La falta de oportunidades y el abandono de los gobiernos empujan a muchos jóvenes a dejar las escuelas y sumarse a las pandillas”, según Cañas.
El desempleo en Colón bordea el 30%, indicó a AP el reconocido investigador independiente en temas sociales, Gilberto Toro. La cifra que maneja el gobierno y sectores empresariales es inferior, entre 12 y 15%, que de todas maneras es superior a la tasa nacional de 9%. Toro dijo que, por otro lado, la pobreza afecta a más del 50% de los colonenses.
En el pasado reciente y en un esfuerzo por erradicar la violencia, las autoridades impulsaron un programa para incentivar a jóvenes a dejar las pandillas a cambio de un bono económico, pero los esfuerzos no fueron suficientes y la provincia se sumergió en una ola de criminalidad sin precedentes, con una cifra récord de asesinatos en 2017.
Ese año se dispararon los homicidios a 70 y uno de ellos fue especialmente impactante, el del jugador de la selección nacional de fútbol Amílcar Henríquez, quien disputaba las eliminatorias del Mundial de Rusia de 2018. Panamá terminó clasificándose finalmente a esa Copa del Mundo, su primera en la historia.
“Ahora mismo la delincuencia está en otro nivel, tenemos que hacer una cosa como (el presidente salvadoreño Nayib) Bukele”, dijo a AP Antonio Smith, un vecino de 60 años en silla de ruedas que vive en un viejo edificio cercano al ataque en referencia al combate frontal contra las pandillas en El Salvador.
Los expertos afirman que las pandillas en Panamá no son tan numerosas ni están tan organizadas o delinquen a los niveles que en los países vecinos, pero que en los últimos años —principalmente en Colón y algunos barrios marginales de la capital del país— han tomado fuerza a medida que crece el negocio del tráfico de drogas.
“Grupos criminales de afuera están penetrando más en algunas pandillas en Colón, un puerto de entrada y de salida de drogas”, apuntó Toro.
Smith aseguró que el lunes en la mañana se registró otra balacera, sin ocasionar muertos ni heridos, en una calle próxima al lugar donde Hernández fue acribillado. “Por eso usted ve a algunos policías por allí. Este es el pan de cada día. Tu no has ni desayunado cuando ya las estás escuchando”, agregó.
Colón registró 111 asesinatos en 2021 —considerado el año más sangriento— 102 en 2022 y 60 en lo que va de este año, según cifras independientes.
El crimen del jugador Hernández volvió a remecer a Colón y a todo el país. El futbolista, del Club Atlético Independiente (CAI) del torneo local, había sido convocado en marzo para un partido amistoso contra Argentina, que se reencontraba con su afición en Buenos Aires después de sumar su tercera estrella mundialista en Qatar. La Albiceleste derrotó a Panamá 2-0 y su astro Lionel Messi metió un gol de penal sobre el final.
Varios jugadores panameños, entre ellos Hernández, aprovecharon para inmortalizar el momento tomándose fotos con Messi y las subieron a sus redes sociales.
“Él era un muchacho tranquilo que jugaba al fútbol con los niños y hace poco nos mostraba una foto de su viaje a Argentina y otra que se tomó con Messi”, dijo compungida a AP Rosa, una residente de la zona que no quiso dar su apellido por miedo a la violencia. “Es otro duro golpe para nosotras las madres y la provincia”.
Rosa y otras personas consideran que el futbolista probablemente estaba en el lugar equivocado esa tarde fatal. No se ha informado hasta el momento la fecha de su funeral.
“Él nos visitó tras ese viaje a enseñarnos las fotos. Estaba muy contento”, coincidió Carmen Solís, un ama de casa y vecina de la zona. “Otro gran deportista con futuro que murió por las malditas balas”.