ABUYA, Nigeria (AP) — Después de que soldados amotinados en Gabón anunciaron que habían derrocado al presidente Ali Bongo Ondimba, muchos residentes salieron a bailar a las calles y se declararon libres del mandato de 55 años de la familia presidencial. Es una escena que se está convirtiendo en algo común en África Occidental y Central, donde ha habido ocho golpes de Estado desde 2020.
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“Es una expresión del descontento popular”, dijo Hermann Ngoulou en la capital gabonesa de Libreville. “El país atraviesa una profunda crisis en todos los niveles debido a mal gobierno, el creciente costo de los alimentos y el elevado costo de la vida”.
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Desde la década de 1950 se han llevado a cabo unos 100 golpes de Estado documentados en diversos países de África. Según los analistas, este resurgimiento de los golpes militares suele estar motivado por la disminución de los dividendos democráticos.
En Gabón, el golpe de Estado se llevó a cabo poco después de que el presidente fuera declarado vencedor de unas elecciones en las que, por primera vez, se había prohibido la presencia de observadores internacionales.
Eso no es inusual en una región donde con frecuencia se alega que las elecciones son viciadas, los mandatarios que ya llevan tiempo en el cargo suelen buscar la ampliación o la eliminación de los límites a los mandatos, y el espacio cívico se ve erosionado por un mal gobierno, dijo Tiseke Kasambala, directora de los programas de África en la organización de supervisión Freedom House, con sede en Washington.
Al final, el resultado es un “resentimiento y frustración generalizados entre los ciudadanos”, comentó.
Por lo menos 27 —la mitad— de los 54 países africanos se encuentran entre los 30 menos desarrollados del mundo, según el último Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. La mayoría se ubican en África Occidental y Central, a menudo dotados de recursos naturales que les generan enormes ingresos y que los ciudadanos de a pie apenas perciben.
El fracaso de los gobernantes para mejorar de manera significativa la vida de su población ha dejado a la gente frustrada y desesperada, dijo Remi Adekoya, catedrático de política en la Universidad de York.
“Los africanos no creen que la idea de un gobierno militar sea buena; es la decepción de lo que se supone que es un gobierno democrático lo que está provocando que la gente, si bien no apoya abiertamente una dictadura militar, no se oponga a ella”, dijo Adekoya. “Los gobernantes que se supone son democráticos no acatan las reglas de la democracia... y la gente se pregunta: ¿qué hay en este sistema para mí?”
Las encuestas de 2023 realizadas por la red de investigación Afrobarometer hallaron que el número de personas que apoyan la democracia y las elecciones en África ha descendido. Sólo el 68% de los encuestados en 34 países prefiere la democracia a cualquier otro sistema de gobierno, frente al 73% de hace una década.
Se estableció “una correlación significativa” entre el número de africanos que denuncian corrupción sustancial en la oficina presidencial y la insatisfacción con la democracia.
La mayoría de los encuestados creen que las elecciones son “una herramienta imperfecta, pero esencial, para elegir a sus gobernantes”, señaló el estudio.
El 26 de agosto, mientras los gaboneses acudían a las urnas a emitir sus votos, las autoridades suspendieron el servicio de internet. Cuando el servicio se restableció horas después del golpe de Estado, el presidente lo utilizó como un altavoz hacia el mundo, y publicó un video en el que pidió a los amigos de Gabón que “hicieran ruido” para que él fuera restituido en el poder.
Las sanciones internacionales impuestas para revertir golpes de Estado en África suelen fracasar, provocando en cambio más dificultades para poblaciones que ya enfrentan altos índices de pobreza y hambre.
Níger era el tercer país menos desarrollado del mundo antes de que se llevara a cabo un golpe de Estado en julio, y tiene 4,3 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria, de acuerdo con la ONU. Las sanciones dirigidas a revertir el golpe militar derivaron en “crisis socioeconómicas graves” para los residentes del país, comentó recientemente Omar Alieu Touray, director de la Comisión de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) a reporteros en Nigeria.
Incluso mientras crece la frustración contra lo que algunos describen como “golpes de Estado electorales” que mantienen en el poder a gobernantes que llevan mucho tiempo en él, los analistas advierten que los regímenes militares nunca son la respuesta, y que los intentos por intervenir deben dirigirse a afianzar las democracias.
“Si un país requiere reformas antes de las elecciones, entonces debe sopesarse seriamente cuál es la mejor manera de apoyar estas reformas, incluso si entre los protagonistas se encuentran militares golpistas”, escribió Ornella Moderan, responsable del programa del Sahel del Instituto para Estudios de Seguridad.
Los soldados amotinados de Gabón alegan haber tomado el poder en interés del pueblo, una frase común en golpes de Estado anteriores en otros lugares.
En ocasiones, los militares se han visto alentados por lo que parece ser un apoyo popular, comentó Adekoya. “Lo más alentador para cualquier posible golpista hoy en día es la reacción de la multitud ante los golpes de Estado, el hecho de que en muchas calles de estos países la gente salga a celebrarlos”, señaló.
Sin embargo, los regímenes militares no han demostrado ser una mejor alternativa para que haya un buen gobierno.
En Mali, donde los soldados han estado en el poder desde 2020, el grupo extremista Estado Islámico casi duplicó el territorio que controla en menos de un año, según expertos de la ONU. Y en Burkina Faso, país en el que se llevaron a cabo dos golpes de Estado en 2020, el crecimiento económico descendió a 2,5% en 2022, tras un robusto 6,9% el año anterior.
En otros lugares, como Chad, los regímenes militares han sido acusados de reprimir a los disidentes, lo que en ocasiones ha dado lugar a ejecuciones extrajudiciales.
Los países africanos gobernados por regímenes castrenses han experimentado “una descomposición del Estado de derecho, un aumento de las detenciones y encarcelamientos arbitrarios, prohibiciones a efectuar protestas pacíficas e impunidad ante las violaciones de los derechos humanos cometidas por las fuerzas militares”, señaló Kasambala, de Freedom House.
No obstante, algunos de los regímenes reciben apoyo debido a la existencia de fuerzas externas “intrusivas”, dijo, mencionando los casos de excolonias francesas como Mali, Níger y Burkina Faso, donde “la percepción de injerencia francesa en los asuntos de gobierno y lo que se considera es el apoyo a gobernantes autoritarios ha generado un sentimiento antifrancés generalizado”.
A fin de cuentas, los africanos cansados de décadas de mal gobierno no están pidiendo mucho, señaló Adekoya.
“La gente simplemente está pidiendo una ligera mejoría de su suerte, una ligera sensación de seguridad, y elecciones libres e imparciales”, comentó. “Cuando la mayoría de las personas sienten que ‘el sistema no funciona para mí', entonces ese sistema está en problemas”.