MADRID, 31 (EUROPA PRESS)
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"La gente alimenta a sus hijos con insectos, hierba y hojas. Tienen mucha menos agua de la que necesitan y muchos no tienen refugio alguno. ¿Cómo pueden sobrevivir así?", se pregunta la coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras en la zona de Adré, Susana Borges. Algunas de estas personas llevan cinco semanas sin recibir comida y, en algunos casos, tampoco disponen de utensilios donde poder cocinar.
La guerra entre el Ejército de Sudán y los paramilitares ha obligado a más de 4,5 millones de personas a abandonar sus hogares. Aunque la amplia mayoría se ha quedado en territorio sudanés, más de un millón han recalado en países vecinos y se estima que a Chad han llegado ya más de 400.000 personas, más de 60.000 de ellas chadianos retornados.
Organizaciones como el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) han aumentado su presencia, intentando reubicar a quienes llegan a zonas fronterizos en campamentos que ya están establecidos y que, por tanto, disponen de más servicios. También trabaja para reforzar estos servicios en las localidades de acogida de los refugiados, de tal forma que no se vean resentidas por la llegada repentina de miles de personas.
La jefa de emergencias de MSF, Trish Newport, ha avisado de que la situación en el este de Chad es ya "una gran emergencia" y puede deteriorarse aún más, si la ayuda no llega de forma "rápida y sustancial". A la ONG le preocupan los casos de malaria, diarrea y desnutrición que han comenzado a detectarse: en una clínica de apenas 38 camas en Camp Ecole, unas 460 personas son atendidas de media al día y la cifra de niños desnutridos supera los 370.
También atienden a mujeres y niñas víctimas de violaciones u otros tipos de abusos sexuales durante su viaje a Chad. Muchas de estas víctimas cuentan que las encerraron en una habitación y fueron violadas en grupo, por lo que para ellas MSF también reclama tanto cuidados físicos como psicológicos.