CINCINNATI, Ohio, EE.UU. (AP) — Aissata Sall revisaba su WhatsApp en mayo cuando se enteró por primera vez de la nueva ruta para ir a Estados Unidos. Ibrahima Sow hizo el mismo descubrimiento algunas semanas después, en TikTok.
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Para cuando sus caminos se cruzaron en la pulcra casa de ladrillos de una sola planta en Cincinnati, habían encontrado a cientos de otros mauritanos, casi todos ellos siguiendo una nueva ruta de creciente popularidad entre los migrantes jóvenes del país de África occidental, gracias en gran medida a las redes sociales.
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“Hace cuatro meses, fue como si todo enloqueciera”, dijo Oumar Ball, que llegó a Cincinnati desde Mauritania en 1997 y recientemente abrió las puertas de su hogar a Sow, Sall y a más de una docena de otros migrantes nuevos. “Mi teléfono no ha dejado de sonar”.
El incremento en la migración fue posible gracias al descubrimiento este año de una nueva ruta a través de Nicaragua, donde los requisitos de ingreso flexibilizados permiten que los inmigrantes mauritanos y de un puñado de otras nacionalidades adquieran una visa de bajo costo sin tener que presentar evidencia de sus posibles destinos posteriores.
A medida que se corre la voz sobre el punto de ingreso, agencias de viajes e influencers pagados han recurrido a TikTok para promover la ruta de viaje, vendiendo paquetes de vuelos que parten desde Mauritania, y luego hacen conexiones a través de Turquía, Colombia y El Salvador, para terminar en Managua. Desde allí, los migrantes, junto con solicitantes de asilo provenientes de otras naciones, son transportados en autobús hacia el norte con ayuda de contrabandistas de personas.
“El Sueño Americano aún está disponible”, promete un video en TikTok, una de docenas de publicaciones similares por parte de “guías” francófonos que ayudan a los mauritanos a realizar el viaje. “No postergue para mañana lo que puede hacer hoy”.
"A todos los mauritanos. Les deseamos un éxito... Nicaragua los ama mucho", dice un hombre que trabaja para una agencia de viajes en otro video en español.
La afluencia de mauritanos ha sorprendido a funcionarios en Estados Unidos. Ocurrió sin que un evento en particular la desencadenara —como por ejemplo un desastre natural, un golpe de Estado o una crisis económica repentina_, dejando entrever el creciente poder de las redes sociales para reconfigurar los patrones migratorios: de marzo a junio, más de 8.500 mauritanos llegaron al país cruzando la frontera ilegalmente desde México, un incremento en comparación con sólo 1.000 en los cuatro meses previos, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
Ahora, las nuevas llegadas probablemente son más numerosas que los aproximadamente 8.000 mauritanos nacidos en el extranjero que ya vivían en Estados Unidos, de los cuales cerca de la mitad están en Ohio. Muchos llegaron en la década de 1990, en calidad de refugiados después de que el gobierno militar encabezado por árabes comenzó a expulsar a los ciudadanos negros.
Algunos de los que se fueron dicen que de nuevo están huyendo de la violencia patrocinada por el Estado y dirigida contra los mauritanos negros. Las tensiones por motivos raciales en el país se han incrementado desde la muerte en mayo de un joven negro, Oumar Diop, bajo custodia policial. El gobierno se movilizó enérgicamente para aplastar las protestas y desconectar el internet móvil del país.
La nación fue una de las últimas en penalizar la esclavitud, y se cree ampliamente que esa práctica sigue llevándose a cabo en partes del país. Varios mauritanos que hablaron con The Associated Press dijeron que la policía los agredió debido a su activismo contra la esclavitud.
“La vida es muy difícil, especialmente para la población mauritana negra”, dijo Sow, de 38 años, que dijo ser un activista en el país. “Las autoridades se volvieron amenazantes y represivas”.
Se volvió difícil luchar, señaló, y lo amenazaron de muerte. Así, huyó a Cincinnati a través de la nueva ruta, donde había escuchado que una floreciente comunidad de mauritanos ayudaba a los recién llegados a adaptarse.
Anteriormente, solicitar asilo en Estados Unidos significaba volar a Brasil, y luego arriesgarse a cruzar la peligrosa selva del Darién. En la nueva ruta a través de Nicaragua ya no es necesario pasar por allí.
El viaje puede costar de 8.000 a 10.000 dólares, una fuerte suma que algunas familias logran reunir vendiendo tierras o ganado. Con el crecimiento económico registrado durante la última década, Mauritania ha avanzado a las posiciones inferiores entre los países de ingresos medios, según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, pero la tasa de pobreza sigue siendo elevada: el 28,2% de la población vive por debajo del nivel de pobreza.
La ruta a través de Nicaragua también les permite a los migrantes evitar tener que recurrir a los viajes en bote a Europa, en los que decenas de miles de personas han muerto durante la última década. Las autoridades mauritanas y españolas han tomado medidas enérgicas contra los botes que cruzan el Atlántico en dirección a las Islas Canarias de España, y cada vez más se les impide a las personas seguir adelante después de que han hecho el recorrido hasta el norte de África para intentar cruzar el Mediterráneo. Volar a Nicaragua es legal, y el resto del viaje se realiza por tierra, las cuales son opciones atractivas para los mauritanos y otras personas que desean irse de África.
La nueva ruta presenta una inusual oportunidad para una generación que anhela una vida mejor, dijo Bakary Tandia, un activista mauritano que vive en Nueva York: “Sin importar cuál sea el ardiente deseo de usted para venir, si no hay una ruta, ni siquiera lo pensará. Esta es la realidad: las personas están viendo que hay una coyuntura favorable, es por ello que se están apresurando”.
Aun así, algunos que han seguido la ruta a través de Nicaragua dicen que los engañaron acerca de los posibles peligros y el futuro que los aguardaba en Estados Unidos. Este mes, un autobús que transportaba a migrantes cayó por una colina empinada en México y 18 personas murieron, incluido un mauritano. Otras dos personas del país africano fueron hospitalizadas.
Sall, una enfermera de 23 años, dijo que hombres disfrazados de policías le robaron el dinero que le quedaba en un autobús en México. Tras cruzar la frontera tuvo que ser hospitalizada por deshidratación.
“En WhatsApp dicen: ‘Oh, no es muy difícil’. Pero eso no es cierto”, señaló. “Confrontamos mucho dolor durante el trayecto”.
Ibrahim Dia, un hombre de 38 años que es propietario de una compañía de limpieza en la ciudad mauritana de Nouadhibou, dijo que su hermano se fue del país en junio, en la ruta a través de Nicaragua que vio que incontables personas tomaron en meses recientes. Pero fue detenido en la frontera y está encarcelado en un sitio de detenciones en Texas, señaló Dia.
Muchos mauritanos ingresan a Estados Unidos en Yuma, Arizona. Algunos son dejados sobre una carretera mexicana por contrabandistas de personas, para que realicen una caminata de aproximadamente dos horas a través de un río cuya agua llega a las rodillas y una planicie desértica con arbustos y rocas. Se entregan a agentes de la Patrulla Fronteriza en Yuma, que aguardan bajo los reflectores de un estadio donde un muro construido durante la presidencia de Donald Trump finaliza abruptamente.
Luego de un periodo de detención y evaluación que podría extenderse durante horas o días, podrían ingresar al país para aguardar una fecha de presentación ante un tribunal, un proceso que puede llevarse años. Otros permanecen detenidos durante semanas, o se les coloca en un pequeño número de vuelos para deportarlos a Mauritania.
Grupos defensores de los derechos humanos han exhortado al gobierno del presidente Joe Biden a concederle Estatus de Protección Temporal a las personas que llegan desde Mauritania, poniendo de relieve que ha habido reportes de abusos hacia residentes negros que han sido deportados después de que se fueron del país.
Con frecuencia, los que sí logran ingresar son puestos en contacto con un grupo muy unido integrado por activistas estadounidenses y otros nacidos en Mauritania, que los ayudan a conseguir alojamiento y a pagar el costo de vuelos dentro de Estados Unidos. Algunos se dirigen a Filadelfia, Denver, Dallas o Nueva York, donde existe un sistema de refugios que está tan sobrecargado que muchos migrantes —muchos de ellos de Mauritania y de otros países africanos— han tenido que dormir sobre la acera.
Ohio sigue siendo el destino más común. Varios miles de ellos han logrado llegar a Cincinnati, estableciéndose en la comunidad, pequeña pero llena de vida. Un grupo de voluntarios encabezados por Ball, que reside allí desde hace tiempo, ayudan con el papeleo y la adaptación al país. Algunos días Ball hace varios recorridos al aeropuerto para recoger a personas que vienen desde la frontera, trayéndolas a casa de él o a un conjunto de apartamentos que la comunidad alquiló.
Un viernes reciente por la noche, más de una docena de mauritanos compartieron vehículos para acudir a una mezquita cercana y orar allí. Tras la ceremonia religiosa, se amontonaron en la sala de la casa de otro amigo para cenar: recipientes con cordero y cuscús humeantes servidos en el piso, con latas de Coca-Cola. En la televisión se veía un partido del Mundial femenino de fútbol mientras el grupo conversaba sobre el pasado y el futuro de cada uno.
Sall, la enfermera, dijo que desea volver a estudiar. Ha asumido un papel no oficial como cocinera en la casa que comparte con otros recién llegados a Ohio. Alberga esperanzas de permanecer en Cincinnati con la comunidad que la ha acogido y a muchos otros.
“Las personas mauritanas me dieron una gran bienvenida”, señaló. “Y me dieron esperanza”.
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Offernhartz reportó desde Nueva York; Brito desde Barcelona. El periodista de la AP Elliot Spagat contribuyó desde San Diego.