STAR, Idaho, EE.UU. (AP) — Una vez que él y su esposa Jennifer se mudaron a un suburbio de Boise el año pasado, Tim Kohl finalmente pudo expresarse.
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Kohl hizo lo que la pareja nunca se atrevió en su casa anterior en las afueras de Los Ángeles: el agente de la policía de Los Ángeles recién jubilado desplegó frente a su casa una bandera de Estados Unidos y un estandarte de la Thin Blue Line (Delgada Línea Azul), que representa a las fuerzas del orden.
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“Teníamos miedo de desplegarlas”, reconoció Jennifer Kohl. Pero los Kohl sintieron que se habían mudado al lugar correcto cuando los vecinos los felicitaron por haber izado las banderas.
Leah Dean se ubica en el extremo opuesto del espectro político, pero sabe cómo se sienten los Kohl. En Texas, a Dean le daba miedo desplegar una pancarta en favor del derecho al aborto afuera de su casa. En la época en que los Kohl buscaban casa en Idaho, ella y su pareja encontraron un lugar en Denver, donde su bandera del orgullo LGBTQ+ ondea sobre la pancarta frente a su casa que proclama: “El acceso al aborto es una responsabilidad de la comunidad”.
“Una cosa que realmente hemos encontrado es un lugar donde sentirnos cómodas siendo nosotras mismas”, dijo Dean.
Los estadounidenses se están segregando según sus tendencias políticas a un ritmo acelerado, lo que está ayudando a impulsar la mayor división entre los estados en la historia moderna.
Un partido controla el Congreso completo en todos los estados salvo en dos. En 28 estados, el partido que tiene el control tiene una mayoría cualificada en al menos una cámara legislativa, lo que significa que cuenta con tantos legisladores que pueden anular el veto de un gobernador. No que eso sea necesario en la mayoría de los casos, ya que sólo 10 estados tienen gobernadores de partidos distintos al que controla la legislatura.
La división ha causado que los estados se encaminen a toda velocidad hacia la izquierda o la derecha política, y adopten leyes diametralmente opuestas sobre algunos de los temas más candentes del momento. En Idaho, el aborto es ilegal una vez que se puede detectar el latido del corazón en un feto —lo que puede ocurrir a las cinco o seis semanas—, y una nueva ley aprobada este año tipifica como delito ayudar a una menor a viajar fuera del estado para obtener uno. En Colorado, la ley estatal impide cualquier restricción al aborto. En Idaho, una nueva ley impide que los menores accedan a la atención de afirmación de género, mientras que Colorado permite que los jóvenes vengan de otros estados para tener acceso a esos procedimientos.
El federalismo —que deja que cada estado trace su propio camino dentro de los límites establecidos por el Congreso y la Constitución— se encuentra en el núcleo del sistema estadounidense. Permite que los estados, en palabras del exjuez de la Corte Suprema Louis Brandeis, sean “laboratorios de la democracia”.
Ahora algunos se preguntan si eso está dividiendo a los estadounidenses.
“¿Eso funciona bien en un momento en que estamos tan divididos políticamente, o sólo se convierte en un acelerador para las personas que quieren volverse a segregar?”, preguntó Rob Witwer, exlegislador republicano del estado de Colorado.
Colorado e Idaho representan dos polos de la homogeneización política a nivel estatal. Ambos son estados de las Montañas Rocosas de rápido crecimiento que han sido transformados por una afluencia de residentes con ideas afines. La vida en los dos estados puede ser bastante similar: las conversaciones giran en torno a las áreas de esquí locales, los senderos para bicicletas de montaña y cómo los recién llegados provocan que haya multitudes en todos lados. Pero a nivel político ocupan cada vez más dos mundos separados.
Witwer vio a Colorado inclinarse progresivamente a la izquierda a medida que personas ricas y con educación universitaria huían de las costas hacia su estado natal a partir de finales de la década de 1990. Durante dos décadas, fue uno de los estados de más rápido crecimiento de la nación, y en el gobierno del presidente Donald Trump giró bruscamente hacia la izquierda. Los demócratas controlan todas las oficinas estatales y tienen las mayorías más grandes de la historia en el Congreso, incluida una supermayoría en la cámara baja.
En contraste, Idaho se ha convertido en uno de los estados de más rápido crecimiento de la nación durante la última década sin perder su reputación de ser un refugio de los conservadores. Durante ese tiempo se ha movido aún más claramente hacia la derecha y se ha convertido en un faro para aquellos que, como los Kohl, huyen de los estados azules —estados demócratas— donde ya no se sienten bienvenidos.
Por supuesto que los vaivenes de los estados no se deben simplemente a los recién llegados. La creciente agrupación de estadounidenses en enclaves de personas con ideas afines —apodada “The Big Sort” (La Gran Clasificación)— tiene muchas causas. Ryan Enos, profesor de la Universidad de Harvard, estima que, al menos antes de la pandemia de COVID-19, sólo el 15% de la homogeneidad se debía a la mudanza de personas. Otras causas incluyen la polarización de los partidos políticos en temas candentes que se dividen claramente según las líneas demográficas, como la posesión de armas y el aborto, y votantes que adoptan la tendencia partidista de sus vecinos.
“Gran parte de esto es impulsado por otra clasificación que está ocurriendo”, dijo Enos.
Cuando los estadounidenses se mudan, la política no suele ser la razón explícita. Pero las decisiones de estilo de vida que toman los llevan a comunidades en las que predominan los simpatizantes de su partido preferido.
“Los demócratas quieren vivir en lugares con cultura artística y cervecerías artesanales, y los republicanos quieren mudarse a lugares donde puedan tener un jardín grande”, dijo Ryan Strickler, politólogo de la Universidad Estatal de Colorado, campus Pueblo.
Pero algo podría haber cambiado a medida que el país se ha polarizado aún más. Han surgido empresas que atienden a los conservadores que huyen de los estados azules, tales como Blue Line Moving, cuya mercadotecnia está dirigida a familias que se van de estados demócratas a Florida. En Texas, un “tren arcoíris clandestino” encabezado por un agente inmobiliario de Dallas ayuda a las familias LGBTQ+ a huir de las crecientes restricciones del estado hacia esos pobladores.
Las cosas podrían haberse modificado radicalmente durante la pandemia de coronavirus en 2020, que creó una clase de trabajadores móviles que ya no estaban vinculados a los estados donde sus empresas tenían su sede. Quienes ahora cuentan con movilidad son predominantemente trabajadores de cuello blanco y jubilados, los dos grupos de la población nacional más políticamente comprometidos.
Mike McCarter, que encabezó una campaña quijotesca para que el este conservador de Oregón se convirtiera en parte de Idaho, dijo que la mayoría de la gente no le prestó mucha atención al gobierno estatal hasta que llegó la pandemia.
“Entonces fue como: ‘Oh, ¿pueden cerrar cualquier iglesia y pueden cerrar la escuela de mis hijos?’”, señaló McCarter. “Si el gobierno a nivel estatal tiene tanto poder, es mejor asegurarte que refleje los propios valores y no los valores de otros que te son impuestos”.
El COVID-19 ayudó a que Aaron y Carrie Friesen se fuesen a Idaho. Cuando llegó la pandemia, se dieron cuenta de que podían hacer que su empresa de mercadotecnia operara a distancia desde su base cerca de Hilton Head, Carolina del Sur. Siempre habían planeado regresar al oeste, pero California, donde Aaron, ahora de 39 años, nació y se crió, no les agradaba debido a su elevado costo y su política progresista.
Entonces los Friesen y sus tres hijos se establecieron en Boise. Les encantaban los cielos amplios, las montañas que se alzaban detrás de la ciudad, la gran cantidad de actividades al aire libre.
Y les gustaron las políticas de Idaho para hacer frente a la pandemia. Cuando los Friesen iban de visita, casi nadie usaba mascarilla, lo que consideraron una buena señal. Estaban de acuerdo en usarla si estaban enfermos, pero les parecía inútil el uso de las mascaras sanitarias todo el tiempo.
“Este era un lugar que tenía personas con ideas afines”, dijo Carrie Friesen.
Los Friesen están contentos con el rumbo que lleva su nuevo estado y las restricciones al aborto y al tema transgénero de la última sesión legislativa. Pero no se consideran parte de lo que llamaron “la derecha loca”, refiriéndose a las familias que exhiben letreros de Trump en los jardines de los suburbios de Boise, donde hay menos mezcla de personas con ideas políticas distintas. Les gusta vivir cerca del centro de Boise, una de las áreas más liberales del estado.
Intentan no tomar demasiadas decisiones con base en la política... hasta cierto punto.
“Con la (elevada) temperatura de la política hoy en día, si las personas eligen mudarse a algún lugar, elegirán mudarse a un sitio con personas de ideas afines”, expuso Aaron Friesen.
Aparentemente, eso ha estado sucediendo en Idaho, dijo Mathew Hay, que supervisa una encuesta periódica de los recién llegados para la Universidad Estatal de Boise. De manera histórica, los inmigrantes reflejaban las inclinaciones de la población conservadora: aproximadamente el 45% de ellos se describían como “conservadores”, y el resto se dividía equitativamente entre liberales y moderados.
Pero algo cambió el año pasado: la proporción de recién llegados que dijeron que vivían en Idaho por cuestiones políticas aumentó al 9%, en comparación con el 5% de quienes han vivido allí desde hace mucho tiempo. El porcentaje de quienes se describen a sí mismos como “muy conservadores” también aumentó.
Cuando Melissa Wintrow atravesó Estados Unidos en motocicleta en 1996, Idaho la cautivó.
“Era un grupo razonable, con sentido común y con los pies en la tierra”, declaró Wintrow. “Desde luego que eran conservadores, pero no iban a decir cosas abiertamente racistas ni homofóbicas”.
Ahora, como senadora estatal demócrata, Wintrow está horrorizada al ver cómo su estado adoptivo se ha vuelto más radical.
“El estado acaba de moverse hacia una visión más extrema”, dijo. “Es un cierto grupo de personas que temen que su ‘forma de vida’ esté disminuyendo en el mundo”.
En Colorado podría estar ocurriendo lo contrario.
Bret Weinstein, propietario de una empresa de bienes raíces en Denver, dijo que la política se ha convertido en el tema principal para las personas que compran una casa.
“Se menciona en nuestras conversaciones iniciales”, dijo Weinstein. “Hace tres años, no teníamos esas conversaciones, nunca”.
Ahora, muchos que ingresan al estado le dicen que buscan cómo irse de su estado rojo (estado republicano), y los propietarios que se van de Colorado dicen que están hartos de que se haya vuelto azul. Incluso dentro de Colorado, agregó Weinstein, los compradores de viviendas eligen con base en la política, y algunos evitan las áreas conservadoras donde los debates sobre los mandatos para usar mascarillas y el plan de estudios han predominado en las reuniones de las juntas escolares.
Una de esos inmigrantes con motivaciones políticas es Kathleen Rickerson, que trabaja en recursos humanos para la firma de Weinstein. Rickerson, de 35 años, vivió en Minnesota durante siete años, pero durante la pandemia se cansó de la minoría de ese estado azul que protestaba por el uso de mascarillas y se oponía a las vacunas.
Los padres y la hermana de Rickerson la instaron a reunirse con ellos en Texas, pero eso estaba fuera de discusión. Lista para un cambio, Rickerson se enfocó más bien en Colorado. Se mudó a un suburbio de Denver en diciembre del 2021.
Animada por la firme postura del estado para proteger el derecho al aborto, Rickerson quiere que los demócratas de Colorado vayan más allá.
“Colorado no actúa con mucha rapidez para tomar una posición sobre las cosas, y me gustaría ver que eso suceda un poco más”, dijo.
Ese fue un sentimiento que comparten los progresistas de Colorado, que se sintieron frustrados de que su partido no logró impulsar una prohibición de las armas de asalto y otras prioridades de la izquierda durante la sesión legislativa más reciente.
“Hay un punto en el que necesitamos dejar de actuar como si el tratar de llevarnos bien con nuestros enemigos fuera a preservar nuestra institución”, declaró la representante estatal progresista Stephanie Vigil al final de la sesión, después de que el líder demócrata de la cámara dijo que era importante que los republicanos todavía sintieran que tienen una voz.
La creciente homogeneidad política en los estados les dificulta a ambos partidos sentir que se invierte tiempo y trabajo en los postulados que les importan, dijo Thad Kousser, politólogo de la Universidad de California, plantel de San Diego.
“Le da a un partido la capacidad de mover más a un estado cuando hace exactamente lo que su electorado quiere”, agregó.
El sistema funciona como una especie de válvula de escape, explicó Kousser, al permitir que la mayoría en el estado se sienta en el poder sin importar lo que ocurra en Washington, D.C. Pero el partido minoritario local se siente defraudado.
Los Kohl se sintieron defraudados en California. Dijeron que vieron cómo su estado natal se deterioraba ante sus ojos, y nadie estaba dispuesto a solucionar los problemas. La basura se incrementaba al igual que los campamentos de personas sin hogar. El dinero de los impuestos parecía ir a los inmigrantes que habían ingresado ilegalmente al país en lugar de a los ciudadanos estadounidenses. La madre de Jennifer cumplía con los requisitos para recibir asistencia del gobierno debido a sus bajos ingresos, pero estaba en docenas de listas de espera que tenían un retraso de siete años. A la estación de policía donde Tim trabajaba, en una excolonia hippie en las montañas que atraviesan el oeste de Los Ángeles, le fue colocada una bomba incendiaria durante las protestas por el asesinato del afroestadounidense George Floyd a manos de la policía en 2020.
Los Kohl querían vivir en un estado de mayoría republicana, pero Jennifer, que es enfermera, dijo que no son sólo votantes que acatan ciegamente la línea del partido. No se ha registrado con ninguno de los dos partidos y tiene una amplia gama de creencias, incluida la de que a veces el aborto es necesario.
“Creo en muchas cosas distintas”, señaló.
En general se sienten más cómodos en un lugar más conservador.
“Aquí, el dinero de los impuestos va de manera natural a los ciudadanos, no a los inmigrantes”, dijo Tim Kohl, que puede entender por qué Idaho crece tan rápidamente. “La mayoría de las personas que hemos conocido aquí son originarias de California”.
En Denver, Dean encontró a otras personas que huyeron de los estados republicanos. Ella y su pareja, Cassidy Dean, descubrieron que sus vecinos se fueron de Florida después del duro giro de ese estado hacia la derecha política.
Leah Dean era una estudiante universitaria de cosmetología de 19 años en San Antonio cuando tuvo un aborto, en 2008. Se irritó por los obstáculos que enfrentó —el período de espera exigido por el estado antes del procedimiento, tener que hacerse una ecografía— y se convirtió en una activista demócrata comprometida. Conoció a su pareja en la convención estatal del partido en Texas en 2016, y desde entonces cada año ha sentido que la legislatura estatal republicana y el gobernador hacen que el estado sea cada vez menos hospitalario hacia las personas como ella.
Ahora, en Colorado, ella y su pareja trabajan desde casa en sus antiguos trabajos de Texas. Sus posibilidades de salir para socializar son limitadas, pero decidieron que una forma de subsanar eso era lanzarse nuevamente a la política, y Leah Dean se convirtió en vicepresidenta de los demócratas de Denver.
“Es también la forma en que conocemos personas”, dijo. “No tenemos otra manera de hacer eso”.
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