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Pese a la consternación por el sumergible, muchos recalcan: hay tragedias peores

Una joven sobreviviente del naufragio de un barco repleto de migrantes observa desde un autobús que la traslada a Atenas, junto con otros migrantes y refugiados, antes de partir del puerto de Kalamata, Grecia, el viernes 16 de junio de 2023. (John Liakos AP (John Liakos /AP)

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ISLAMABAD, Pakistán (AP) — La búsqueda de un sumergible que desapareció mientras llevaba a turistas adinerados a ver los restos del Titanic ha cautivado a muchos con sus sombríos elementos cinematográficos: la marcha atrás del reloj mientras los pasajeros se quedan sin oxígeno y, por supuesto, el emblemático transatlántico en sí, que aún cautiva la imaginación pública más de un siglo después de que se hundiera.

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En Pakistán, de donde eran dos de los pasajeros, la gente acude en masa a las redes sociales con oraciones y los periódicos han cubierto la noticia sobremanera. Pero la atención pública nacional ha estado muy por debajo de la conmoción y el dolor por un barco que transportaba a cientos de migrantes que se hundió recientemente frente a las costas de Grecia, muchos de ellos del mismo país del sur de Asia.

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Esa tragedia también tocó fibras sensibles en otros países de donde partieron los migrantes, muchos del Medio Oriente.

En otras partes del mundo, la desaparición del sumergible ha acaparado los noticieros y ha provocado una fuerte discusión en las redes sociales. En Estados Unidos, ha encabezado las páginas de noticias en línea y se ha comentado ampliamente en los programas matutinos.

En Reino Unido, las primeras planas han destacado la historia del sumergible, e incluso el rey Carlos III está muy interesado sobre la situación, ya que uno de los que estaban a bordo de la nave era un viejo partidario de dos organizaciones benéficas que él fundó.

Esta historia tiene ecos de otros intentos de rescate que han acaparado los titulares noticiosos: 12 jóvenes futbolistas tailandeses y su entrenador, atrapados por las aguas crecientes en una cueva que estaban explorando. Treinta y tres mineros chilenos, atrapados bajo tierra durante 69 días. Veintitrés marineros rusos confinados en un compartimento tras varias explosiones en su submarino, el Kursk. Los futbolistas y los mineros fueron rescatados a tiempo. Los marineros rusos no.

Pero también difiere en un aspecto clave que puede explicar por qué no ha suscitado la misma atención universal: a bordo había aventureros adinerados que decidieron emprender un viaje peligroso, no fueron niños jugando ni personas haciendo su trabajo en las profundidades de la tierra.

Mohammad Afzal, un aldeano en las afueras de la capital paquistaní de Islamabad, dijo estar triste por el empresario Shahzada Dawood, quien estaba a bordo con su hijo Suleman, pero agregó: “No sé por qué la gente rica hace esas cosas ¿Gastaron tanto dinero sólo para ver los restos del Titanic?”.

La riqueza de los pasajeros del submarino también contrasta con la desesperación que empujó a cientos de migrantes a dejar sus hogares e intentar llegar a Italia en barco la semana pasada. Unos 100 fueron rescatados, pero más de 500 siguen desaparecidos, entre ellos un número indeterminado de paquistaníes, después de uno de los peores naufragios de migrantes en el mar Mediterráneo.

Aunque Afzal dijo que estaba orando por el regreso seguro de los Dawood, también lamentó la suerte de las familias de los migrantes, cuyos padres probablemente pidieron préstamos y vendieron joyas, búfalos y vacas para enviar a sus hijos a una travesía peligrosa hacia Europa para que pudieran encontrar trabajos mejores.

“Que Dios los salve. Nuestras oraciones también son para ellos”, añadió, mientras miraba hacia el cielo.

Aunque las novedades del sumergible han tenido un lugar destacado en los medios paquistaníes, no ha resonado tanto como la noticia del naufragio.

En las calles paquistaníes, con frecuencia se escuchan conversaciones sobre el destino de los migrantes, la gente ora por quienes iban a bordo y maldice a los traficantes que cobraron miles de dólares a cada uno de ellos. El gobierno paquistaní, por su parte, ha emitido declaraciones periódicamente, asegurando que ayudará a las familias de las víctimas, pero no se ha pronunciado sobre el sumergible.

En muchos países de Medio Oriente, hay todavía menos interés sobre el destino del sumergible. Pocos medios de comunicación en los países del Golfo Árabe e Irán encabezaron el miércoles con la noticia de la nave desaparecida y la mayoría recogió informes de medios extranjeros.

La emisora panárabe Al Jazeera encabezó su transmisión de la tarde con los últimos hechos de la violencia entre palestinos e israelíes, mientras que su principal competidor, Al Arabiya, encabezó sus noticias con los combates en Sudán.

En la Ciudad Vieja de Jerusalén, ninguno de una decena de palestinos entrevistados por The Associated Press había oído hablar del sumergible desaparecido y tres de ellos pensaron al principio que las preguntas se referían al barco de migrantes.

Munir Sayej, un joyero, comentó que esa diferencia de atención refleja los problemas profundos que están más cerca de su casa.

“Esa sería una buena pregunta para la gente que descansa en una playa en Italia, pero no aquí”, afirmó. “¿Cinco personas podrían morir? Bueno, cinco personas murieron aquí en (la ciudad palestina de) Yenín, y la gente está siendo asesinada todo el tiempo aquí. Todos aquí están pensando en sus propias vidas, sus propios problemas, sus propias luchas”.

Nadine Kheshen, una abogada e investigadora libanesa de derechos humanos, lo expresó claramente: la escala de atención y de recursos dedicados a la búsqueda de sumergible en comparación con lo que se gastó en la tragedia del barco griego “envía un mensaje... el de que nuestras vidas valen menos comparativamente”.

En Grecia, durante varios días la cobertura noticiosa se enfocó en la historia del hundimiento del barco de migrantes, la operación de búsqueda y rescate en curso y sobre quién o quiénes serían los culpables.

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Rubinsky reportó desde Londres. Los periodistas de The Associated Press Danica Kirka en Londres, Samy Magdy en El Cairo, Elena Becatoros en Atenas y Abby Sewell en Beirut contribuyeron para este reportaje.

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