LA PAZ, Bolivia (AP) — Con fogatas, rituales y ofrendas a la Pachamama varias poblaciones indígenas de los Andes bolivianos recibieron el miércoles el Año Nuevo Andino, una celebración de los pueblos prehispánicos que coincide con el solsticio de invierno en el hemisferio sur.
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Durante la madrugada del 21 de junio -que es feriado en Bolivia- los creyentes se congregan en los cerros para atizar fogatas a la espera de los primeros rayos del Tata Inti -el padre Sol- que vienen cargados de energías renovadas, según las tradiciones. Durante la espera líderes religiosos andinos celebran rituales con danzas autóctonas en honor de la Pachamama o Madre Tierra para pedir buenas cosechas en el nuevo ciclo agrícola.
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Este año las rogativas han sido más fervorosas tras los últimos eventos climáticos como la sequía y las heladas prematuras que han castigado en los últimos meses a las regiones altoandinas. “Ha sido un año duro, la papa no ha dado como antes, no hubo lluvias y las heladas han quemado a las plantas antes de tiempo. Por eso nuestra creencia en la Pachamama tiene que ser más fuerte”, dijo Antonio Quispe, líder de la comunidad aymara en el pequeño pueblo de Guaqui, a 90 kilómetros al oeste de La Paz.
El epicentro de la celebración del Año Nuevo o Willka Kuti es el pueblo arqueológico de Tiwanaku, 65 kilómetros al suroeste de La Paz, donde floreció una de las culturas más importantes del altiplano unos 1.500 años AC. Hasta allí llegó el presidente Luis Arce, quien participó de los rituales en un templo de piedra y como todos alzó las manos al sol cuando los primeros rayos comenzaron a calentar la vasta meseta que registraba temperaturas bajo cero.
En La Paz los creyentes se alejaron hacia los cerros que rodean la ciudad para esperar los primeros rayos del sol alrededor de una fogata y bailes folclóricos. “Ofrendamos para tener buenas energías”, dijo el amauta -líder religioso andino- Antonio Soliz desde la montaña Murmutani, adonde también asistió el alcalde Iván Arias.
El integrante de la Academia de Historia de Ecuador, José Echeverría, explicó que The Associated Press que a su llegada a América la Iglesia católica homologó el culto al sol y las fiestas incaicas con sus santos "para imponer su cosmovisión. Fue una suplantación de fiestas indígenas por fiestas religiosas”.
Agregó que “el término original para señalar a esta fiesta antes de la llegada de los incas era Hatun Punlla, la fiesta grande, luego con la llegada de los incas cambió a Inti Raymi y pasó a ser los San Juanes en época de la llegada de los españoles”.
En la comunidad de Araque en la provincia de Imbabura, al norte de Ecuador, el dirigente Franklin Torres contó a AP que la fiesta dura al menos una semana. "Desde hace años nuestras comunidades están empeñadas en cambiar la connotación religiosa de esta fiesta milenaria, que antes eran en honor a San Juan, eran los San Juanes, pero ahora queremos que sean conocidas como la fiesta del Inti Raymi en honor a las cosechas”.
La fiesta duran entre cinco y siete días y empieza con un baño ritual en las vertientes de agua para absorber energía. Algunas familias preparan comida, otras limpian los disfraces, pero algo que no puede faltar es el Aya Huma, conocido también como Diablo Huma, que representa las dos caras: el bien y el mal, la noche y el día, lo de arriba y lo de abajo. "El Diablo Huma usa pantalón de cuero de chivo y nosotros consideramos que es de chivo porque con el olor se ahuyenta a los malos espíritus”, explicó Torres.
Las familias preparan chicha, cocinan mote, pan, papas, cobayos y gallinas para recibir a sus parientes y a los grupos de danzantes.
“Es un agradecimiento al sol y a la fecundidad de la tierra, por eso se baila zapateando... en la cultura andina se entiende que hay un ciclo permanente, ininterrumpido de cosecha, siembra, vida, muerte”, dijo Torres.