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Cómo sacudió la entrevista de Playboy la campaña de Carter

PLAINS, Georgia, EE.UU. (AP) — Jimmy Carter ya llevaba meses bajo el escrutinio de los medios de comunicación como un devoto feligrés bautista del sur que se postulaba a la presidencia de Estados Unidos. Y entonces el candidato demócrata de 1976 mencionó el sexo y el pecado al explicar sus creencias religiosas a la revista Playboy.

Carter no fue citado mal. Pero ciertamente fue malinterpretado, pues sus pensamientos en la extensa entrevista se redujeron en la imaginación popular a declaraciones sobre la “lujuria” y el “adulterio”.

Casi medio siglo después, en un momento en que Carter, de 98 años, recibe cuidados paliativos en la misma casa del sur de Georgia donde aquella vez habló con los periodistas de Playboy, el entrevistador Robert Scheer todavía cree que Carter recibió un trato injusto. Recuerda al expresidente como una figura “auténtica” y “seria” cuya intención se vio asfixiada por la intensidad del tramo final de la campaña.

“Jimmy Carter era un tipo considerado”, dijo Scheer, ahora de 87 años, a The Associated Press. “Pero eso se perdió aquí. Nunca he visto una historia como esa. Fue mundial... Simplemente nunca desapareció”.

Le siguió un desastre político. De pronto le preguntaron a Rosalynn Carter si confiaba en su esposo. Las consecuencias, en palabras de Carter, “casi me cuestan las elecciones”.

Carter pasó más de cinco horas con Playboy a lo largo de varios meses, “más tiempo con ustedes que con Time, Newsweek y todas las demás combinadas”, les dijo el candidato a Scheer y a Barry Golson, el jefe de redacción de Playboy.

Las resultantes preguntas y respuestas abarcaron 12.000 palabras, y Scheer agregó miles más en una historia adjunta. Carter habló sobre política militar y exterior, racismo y derechos civiles, periodismo político y su reputación de ser un candidato “de hablar ambiguo".

“No estaban interesados en cosas sensacionalistas”, dijo Scheer sobre Playboy.

La icónica publicación de Hugh Hefner llegaba a más de 20 millones de lectores cada mes con su contenido fotográfico de mujeres desnudas. Pero la revista también realizaba crónicas de la cultura estadounidense, y su sección “Entrevista de Playboy” llegó a incluir a personajes tan destacados como el reverendo Martin Luther King Jr., John Lennon, Malcom X y el periodista Walter Cronkite.

Carter, sin temor a las sutilezas, demostró que estaba en ese grupo, dijo Scheer.

Los comentarios más recordados del candidato fueron pronunciados al final de la última sesión. De pie frente a la puerta delantera de la casa de Carter, Golson le preguntó al candidato si su devoción lo convertiría en un “presidente rígido e inflexible”, incapaz de representar a todos los estadounidenses.

El diácono bautista respondió con un soliloquio de 823 palabras sobre la imperfección humana, el orgullo y el perdón de Dios. Dijo que creía en la “separación absoluta y total de la Iglesia y el Estado”, y explicó que su fe estaba arraigada en la humildad, no en juzgar a otros.

Al citar a Mateo 5:27-28, Carter explicó que Jesucristo consideraba que un pensamiento ofensivo equivalía al adulterio consumado, y bajo ese estándar, él no estaba en posición de juzgar a un hombre que “se amanceba” y “tiene relaciones sexuales con muchas mujeres”, porque él había “mirado a muchas mujeres con lujuria”, y por lo tanto “cometí adulterio muchas veces en mi corazón”.

Scheer consideró que fue una “declaración sensata” que refleja la tradición bautista de Carter: “Él estaba diciendo: ‘mira, no voy a ser una especie de fanático. … No soy un tipo perfecto’”.

Playboy se dio cuenta de que Carter les había dado material explosivo, y no sólo sobre sexo. Al citar la forma en que el presidente Lyndon Johnson había manejado la guerra de Vietnam, Carter incluyó al último presidente demócrata en ese entonces junto al desprestigiado republicano Richard Nixon como culpables de “mentir, engañar y distorsionar la verdad”.

La revista decidió enviar el texto completo de preguntas y respuestas a unos 1.000 medios de comunicación a finales de septiembre, antes de la fecha habitual de publicación en octubre del número de noviembre.

La idea, explicó Scheer, era dar tiempo para una cobertura equitativa en lugar de soltar un texto explosivo días antes de las elecciones.

De todas formas, los redactores de encabezados, los escritores satíricos y la televisión nocturna se cimbraron, aplicándole a la entrevista la etiqueta de “la lujuria en mi corazón” de Carter. “Saturday Night Live”, en ese entonces un incipiente programa de comedia de la cadena NBC, se regodeó con el tema. Un caricaturista político representó a Carter sintiendo lujuria por la Estatua de la Libertad.

En 1993, Carter lamentó en la National Public Radio que la entrevista de Playboy se transformara en “la historia número 1 de toda la campaña de 1976”.

“Estaba explicando el Sermón de la Montaña de Jesús”, escribió Carter con nostalgia en una autobiografía de 2015.

Como candidato, la fe de Carter le había ganado la simpatía de muchos otros evangélicos blancos y conservadores del patrimonio cultural. Eso dificultaba las críticas de los republicanos, que querían presentar a los demócratas como fuera de sintonía con la mayor parte de Estados Unidos. La otra cara de la moneda, señaló Scheer, eran los muchos votantes jóvenes y liberales urbanos —electores demócratas clave—, que “se preguntaban si él era un sureño cuadrado”.

“Hamilton Jordan (el jefe de campaña de Carter) siempre había dicho que la fe de Carter era ‘el factor raro’”, dijo la historiadora de medios de comunicación Amber Roessner, profesora de la Universidad de Tennessee que ha escrito mucho sobre Carter. “Hablar con Playboy era su manera de demostrar que él no era una especie de puritano”.

Scheer, que estuvo con Carter en el grupo de reporteros que lo acompañaban, dijo que la difusión anticipada del texto de Playboy desató un frenesí.

“Los reporteros estaban desconcertados, y me preguntaban: ‘Bob, ¿qué es esto?’”, recordó.

En un principio, la prensa que acompañaba al candidato se enfocó en las críticas de Carter a Johnson, que había muerto en 1973. Era un detalle al que se le podía sacar provecho porque Carter se dirigía a Texas para hacer campaña con la viuda de Johnson.

Carter inicialmente les dijo a los periodistas que sus palabras habían sido sacadas de contexto. Scheer “corrió de regreso al avión por las cintas” y evidenció que el candidato realmente había violado su promesa de nunca hacer una “declaración engañosa”.

Lady Bird Johnson no acudió a los eventos de Carter en Texas, dijo Scheer. El candidato se disculpó con ella por teléfono.

Cuando su comentario sobre el adulterio generó sensación y ocupó los encabezados, Carter insistió en que el intercambio había sido algo fuera de la entrevista, una broma descartable cuando Scheer y Golson se preparaban para partir.

“¡Él todavía traía puesto el micrófono!”, dijo Scheer a la AP.

La forma en que la historia se transformó “terminó haciendo que Carter pareciera un bicho raro”, dijo Roessner.

Rosalynn Carter estaba lista con una respuesta preparada previamente: “Jimmy habla demasiado, pero al menos la gente sabe que es honesto y no le importa responder preguntas”. Y, no, la fidelidad de él nunca fue motivo de preocupación para ella.

“La única lujuria que me preocupaba era la de la prensa”, escribió en 1984, al contar cómo su disciplina finalmente se resquebrajó cuando un reportero le preguntó si ella había cometido adulterio alguna vez.

“Si lo hubiera hecho”, respondió, “no se lo diría a usted”.

Ford, que se había acercado a Carter en los sondeos pero aún estaba muy rezagado en las preferencias electorales, aprovechó la historia. El presidente republicano era episcopal, y renuente a hablar sobre religión, pero invitó a destacados pastores evangélicos a la Casa Blanca el día posterior a la publicación de la entrevista, incluido el reverendo W.S. Criswell de la Primera Iglesia Bautista de Dallas.

Criswell declaró después desde su púlpito que le había preguntado a Ford: “Señor presidente, si la revista Playboy le pidiera una entrevista, ¿qué haría?” La respuesta de Ford, según Criswell, fue: “La revista Playboy me pidió una entrevista, ¡y la rechacé con un enfático ‘No’!”

Miles de sus feligreses aprobaron ruidosamente esa declaración.

El reverendo Billy Graham, el evangelista más destacado de la nación, y el reverendo Jerry Falwell, el líder en ascenso de la llamada derecha religiosa, también atacaron a Carter. Los medios de comunicación nacionales, incluida la AP, destacaron las críticas de los pastores cristianos de todo el país.

Roessner, hija de un pastor protestante, dijo que los comentarios de Carter en Playboy fueron torpes, “pero si alguien debería haber entendido el contexto... deberían haber sido los ministros”.

Recordó el resentimiento de Carter durante una entrevista que le hizo en 2014. Para entonces, décadas de trabajo humanitario en todo el mundo le habían dado al expresidente un perfil por encima de la política, pero “casi 40 años después, era claramente algo a lo que se aferraba”, dijo. Estaba “increíblemente frustrado todavía por lo que sintió que fue una cobertura y una respuesta injustas”.

La campaña de 1976 fue la primera después de la renuncia de Nixon, la cual fue precipitada por el periodismo de The Washington Post, y muchos reporteros estaban demostrando un nuevo nivel de desconfianza hacia los políticos, especialmente de uno del que Scheer dijo “mostraba su religión abiertamente".

Esas mismas organizaciones noticiosas ignoraron en gran medida lo que el hombre que pronto sería presidente dijo sobre ellas, señaló Roessner.

“Los reporteros acompañantes no tienen ningún interés en cualquier tema a menos que sea una cuestión de cometer un error”, dijo Carter a Playboy. “No hay nadie en la parte trasera de este avión que pregunte sobre un asunto a menos que piense que puede engañarme para que haga alguna declaración descabellada”.

Scheer, al menos, efectuó muchas preguntas sobre política y, en retrospectiva, hizo énfasis en que Carter obtuvo una victoria por estrecho margen sólo unas semanas después.

“Sea lo que sea que hayan dicho (los reporteros), creo que ello derivó exactamente en lo que querían lograr”, dijo Scheer. “Eso no significa que no estuvieran nerviosos”.

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