CHICACAO, GUATEMALA (AP) — Miles de personas se congregaron en Guatemala para despedir el miércoles a dos de los 17 migrantes guatemaltecos que murieron bajo la custodia del gobierno mexicano en un incendio en un centro de detención migratorio el 27 de marzo. Como ellos, Hondura recibió los cuerpos repatriados de sus nacionales y sus parientes se despidieron entre llantos, flores y velas.
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En Guatemala, la dinámica del municipio de Chicacao en el departamento de Suchitepéquez, al sur del país, se vio convulsionada cuando familiares y amigos de Francisco Gaspar Rojché Chiquival y Miguel Rojché Zapalu, sobrino y tío respectivamente, velaron a los fallecidos y luego los enterraron en el cementerio local.
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La motocicleta negra de Rojché Chiquival, de 21 años, conocido como Francis entre sus amigos, iba delante del féretro de metal color verde olivo cubierto por la bandera de Guatemala. “Era su única posesión”, dijo su padre Manuel Rojché. Varios amigos hicieron camisetas con fotografías del joven diciéndole que lo iban a extrañar.
El joven había intentado migrar junto a su tío, en busca de una mejor situación económica a mediados de marzo, pero fueron detenidos por la migración mexicana que los encerró en un centro de detención con la intención de deportarlos a Guatemala. Para migrar, su familia entregó las escrituras de su terreno valorado en unos 15.000 dólares que ya no podrán recuperar. “Estoy destrozado, estoy herido, es un golpe muy grande” dice su padre.
“Ese presidente es un cobarde”, dijo Rojché en referencia al mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, cuestionando que no entiende cómo empleados de su gobierno pudieron encerrar a los migrantes y dejarlos morir en el lugar. “¿Cómo tratas así a los seres humanos? Ni aún animal, si tienes tu mascota lo quieres, cuanto más a un ser humano", reclamó.
Las familias de los migrantes guatemaltecos piden no solo que haya justicia sino además un resarcimiento por lo sucedido, pues sus parientes no pretendían quedarse en México. “No les estaban robando nada de su país, simplemente estaban pasando”, recalcó Rojché sobre que el destino final era Estados Unidos.
A un kilómetro de casa del joven migrante, en la casa de su tío Miguel Rojché, el drama era mayor mientras era velado por su familia.
Una fotografía en la que aparecía el migrante junto a su esposa, colocada en la puerta de la entrada de la sala de una humilde vivienda, acompañaba el velorio de su cuerpo. “Papito, regresa papito”, le gritaban sus hijas. El hombre deja en orfandad a cinco niñas y un niño. Sus hijas menores no pararan de llorar pidiendo que se levantara y que no las dejara solas.
También en Honduras, la despedida de los suyos fue sentida. Las polvorientas calles de la localidad agrícola de Protección, al oeste del país, se llenaron la mañana del miércoles de decenas de habitantes que entre llantos, flores blancas y velas recibieron los cuerpos de tres amigos, Dikson Córdova, Edin Umaña y Jesús Alvarado. Retornaron a su poblado natal en ataúdes.
Son tres de los seis hondureños que murieron en el centro de detenciones de Ciudad Juárez. Los cuerpos de todos arribaron el martes a Tegucigalpa, capital del país centroamericano, en un vuelo de la Fuerza Aérea mexicana y luego fueron trasladados a sus localidades de origen.
“Salió por un sueño y lastimosamente encontró la muerte”, afirmó Cindy Umaña, al recibir en su humilde vivienda el ataúd con su hermano.
Desolada por el trágico final, Umaña exigió a las autoridades mexicanas investigar el incidente y que “den respuesta de los culpables”. “Sé que encerrarlos (a los culpables) no va a devolver la vida de nuestros familiares, pero igual vamos a estar conscientes que se hizo justicia”, agregó.
Entre quienes recibieron a Umaña en su casa para darle el último adiós estaba su amigo de la infancia, José Florencio Salguero, quien afirmó que la comunidad de Protección, de unos 16.000 habitantes, seguía muy consternada.
“Esto nunca se lo deseo ni a la familia, ni un amigo”, dijo Salguero quien no pudo ocultar el dolor por la muerte de su amigo.
Salguero aprovechó el momento para solicitar a la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, acciones para enfrentar el desempleo en las zonas rurales del país centroamericano y evitar así que los jóvenes migren o terminen como su amigo. “Esto es doloroso. Mucha gente se va por eso, por falta de un empleo”, acotó.
El humilde hondureño también pidió al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que “se ponga la mano en la conciencia” y apoye a los migrantes hondureños que salen huyendo de la pobreza.
La víspera, la fiscalía de México anunció que abrió una investigación contra el director del INM, Francisco Garduño, por incumplimiento de sus obligaciones en el incendio donde murieron 40 migrantes encerrados en un centro de detención, la mayoría centroamericanos. El suceso dejó también una treintena de heridos.
El incendio ocurrió el 27 de marzo, cuando migrantes en señal de protesta, presuntamente habrían prendido con fuego colchonetas que se incendiaron rápidamente provocando las muertes de los migrantes. La Cancillería guatemalteca dijo que 28 guatemaltecos fueron afectados, 17 fallecidos identificados plenamente, mientras otros dos aún penden de pruebas de ADN para su total identificación. Los otros nueve se encuentran recuperándose de sus heridas.
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El camarógrafo de AP, Claudio Escalón, reportó desde Honduras.