ZAPORIYIA, Ucrania (AP) — En la acería ucraniana de Zaporizhstal hay chaquetas reforzadas amontonadas y trampas antitanques en la entrada. Cada vez que suenan las sirenas antiaéreas -y suenan todos los días-, la mayoría de los trabajadores se dirigen a unos de los 16 refugios repartidos por el amplio complejo.
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Pero algunos siguen trabajando y enfrentan no sólo el intenso calor y las chispas que saltan de los hornos que forjan acero para cualquier cosa, desde vagones de tren a electrodomésticos, sino también la amenaza de bombardeos, para mantener el metal fundido en movimiento.
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La ciudad suroccidental de Zaporiyia, que le da su nombre a la planta, está a menos de 50 kilómetros (31 millas) del frente, y sus edificios residenciales e infraestructura energética son blancos frecuentes de los ataques rusos. El impacto de la guerra ha hecho que la planta opere por debajo de su capacidad, con un tercio de sus 10.000 trabajadores ociosos.
El daño a la industria metalúrgica ucraniana ha mermado un sector lucrativo y un importante empleador necesario para respaldar una economía marcada por la guerra. Los esfuerzos de restaurar la producción y que las mercancías vuelvan a llegar a clientes en todo el mundo serán cruciales para ayudar al país a reconstruir.
El sector metalúrgico, que era un pilar de la economía antes de la guerra, suponía un tercio de las exportaciones ucranianas, pero se ha visto trastocado por el avance de fuerzas rusas que han tomado parte del corazón industrial del país, las regiones de Donetsk y Luhansk.
Para la compañía minera y siderúrgica Metinvest, el bajo ritmo en la acería de Zaporizhstal es sólo parte del problema. Desde que Rusia tomó la península ucraniana de Crimea en 2014, la compañía ha perdido equipamiento e instalaciones en zonas bajo control ruso, ha visto cómo los trabajadores iban al frente y se veía sin seguridad suficiente para crecer.
Sin embargo, “el mayor daño que hemos sufrido es el daño causado a la economía de Ucrania”, dijo a The Associated Press el director general de Metinvest. “Cuando se hace daño al país, la empresa sufre por ello, tanto como por el impacto directo de los proyectiles”.
En la planta de Zaporizhstal, la vida sigue girando en torno a los altos hornos, aunque apenas tres de cada cuatro estén en marcha. Un siseo constante llena el aire tiznado con el olor sulfuroso producido al separar el hierro de otros materiales.
Los trajes plateados de los trabajadores reflejan la luz cegadora que sale del metal al rojo vivo en los altos hornos, donde las temperaturas alcanzan los 1.500 grados Celsius (más de 2.700 grados Fahrenheit).
El proceso parece atareado, pero los trabajadores saben que funden menos hierro que antes de la guerra.
“Estamos limitados. Tanto en términos de materia prima como de ventas”, dijo Oleh Ilin, responsable de los altos hornos.
A diferencia de otros complejos industriales en Ucrania, Zaporizhstal no ha sufrido fuego de artillería ni ataques de misiles. Pero como muchos otros, su crecimiento se ha visto lastrado por apagones derivados de los ataques de misiles rusos, daños a la infraestructura y bloqueos en los puertos del Mar Negro.
Eso último es uno de los principales desafíos para Zaporizhstal, donde el trabajo sólo se ha visto interrumpido en dos ocasiones en sus casi 90 años de historia: durante la II Guerra Mundial y poco después de que Rusia invadiera Ucrania. La pasada primavera se detuvo a las tropas rusas se vieron apenas a unas docenas de kilómetros de la planta, pero la instalación no ha podido recuperarse por completo.
Los precios para los productos de la planta han subido y resulta más difícil llevárselos a los clientes. Ahora la mayoría de los pedidos se mueven en tren en lugar de en barco, lo que aumenta los precios no sólo del transporte, sino de la producción y la materia prima.
Por ejemplo, antes de la guerra podía completarse un lote de planchas de acero para electrodomésticos como refrigeradores y enviarlo en un mes o dos, explicó Roman Slobodianiuk, director general de la planta. Ahora ese proceso podría tomar tres meses o más.
“No todos los clientes están dispuestos a correr esos riesgos. De modo que nos vemos obligados a reducir la geografía de nuestros clientes”, dijo.
Zaporizhstal trabajaba antes con clientes en casi 60 países, que ahora se han reducido a la mitad. La guerra afectó a su capacidad de completar pedidos en buena parte de Oriente Medio y muchos países africanos.
“Antes de la guerra, en torno al 90% de los productos metalúrgicos se exportaban por mar, porque era mucho más barato”, explicó Dmytro Goriunov, del Centro ucraniano para Estrategia Económica.
Ahora la planta se centra en países europeos más cercanos y el mercado estadounidense, que puede alcanzarse desde los puertos marítimos polacos.
En torno a un tercio de la capacidad de la industria metalúrgica ha sido destruida y la producción es en torno a un 65% más baja, según datos de la asociación sectorial Ukrmetallurgprom y Oxford Economics.
El Instituto de Ucrania KSE estimó que los daños por la guerra a negocios ucranianos en su conjunto ascendía a 13.000 millones de dólares. La producción económica se contrajo en torno a un tercio en 2022 y el Ministerio de Economía espera un crecimiento de apenas el 1% este año.
El gobierno depende de donaciones de aliados como la Unión Europea y Estados Unidos para pagar pensiones y salarios, lo que ayuda a evitar una impresión de dinero que podría disparar la inflación. Ucrania recibió un espaldarazo la semana pasada al cerrar un acuerdo de préstamo de 15.600 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional.
Por su parte, Metinvest trata de reconstruir tras perder dos grandes instalaciones ante Rusia, incluida la acería de Azovstal en Mariúpol, donde combatientes ucranianos resistieron un asedio desde un laberinto de túneles y sótanos.
Maksym Notchenko, de 41 años, un antiguo trabajador de Azovstal, vio desde lejos el asedio de ataques rusos contra la planta. “Era como si te estuvieran cortando trozos de tu cuerpo”, dijo.
Huyó de la zona y empezó a trabajar en Zaporizhstal el pasado abril. Unos 20.000 trabajadores más de Metinvest hicieron lo mismo y dejaron territorios ocupados o en el frente. Antes de la invasión, el grupo tenía unos 100.000 trabajadores, que ahora se han reducido a 85.000.
Ryzhenkov, el director de la compañía, dijo que restaurar las cadenas de suministro, en especial desbloquear los puertos del Mar Negro, reavivará a la firma.
“Un rasgo de los ucranianos es que pese a todo lo que nos ocurre, seguimos trabajando, inventamos nuevas formas de trabajar, cómo ser eficaces en cualquier situación”, afirmó.
El directivo añadió que la única forma de garantizar la seguridad y el desarrollo de Metinvest es liberar todos los territorios ocupados por Rusia, incluida Crimea. Por eso la firma dedica recursos a apoyar a las fuerzas ucranianas.
Su victoria, aseguró, “puede garantizar Ucrania y los negocios que pueden desarrollarse aquí”.
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El periodista de negocios de AP David McHugh contribuyó a este despacho desde Fráncfort, Alemania.