Peshawar —conocida alguna vez como la “ciudad de las flores”, por estar rodeada de huertos de perales, membrillos y granados—, es ahora el epicentro de la violencia en Pakistán. Era una urbe comercial, situada a las puertas de un valle montañoso clave que conecta el sur y el centro de Asia.
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Durante las últimas cuatro décadas ha soportado la peor parte del aumento del extremismo en la zona, alimentado por los conflictos en la vecina Afganistán y los juegos geopolíticos de las grandes potencias.
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Esta semana, la ciudad con una población de alrededor de 2 millones se estremeció después de uno de los ataques milicianos más devastadores de Pakistán en años. El lunes, un atacante suicida detonó sus explosivos en una mezquita dentro del recinto principal de la policía de la ciudad, matando al menos a 101 personas e hiriendo a al menos 225, en su mayoría policías.
Los analistas consideran que la carnicería refleja el legado de décadas de políticas defectuosas por parte de Pakistán y Estados Unidos.
“Lo que siembras, eso cosecharás”, sostiene Abdullah Khan, un analista sénior de seguridad.
Peshawar fue un lugar pacífico, agrega, hasta principios de la década de 1980, cuando el entonces dictador paquistaní, Ziaul Haq, se sumó a la guerra fría entre Washington y Moscú al unirse a la lucha contra la invasión soviética de 1979 a Afganistán.
La ciudad —a menos de 30 kilómetros (20 millas) de la frontera con Afganistán— se volvió el sitio donde la CIA estadounidense y el ejército paquistaní ayudaron a entrenar, armar y financiar a los muyahidines afganos que luchaban contra los soviéticos. La ciudad se inundó de armas y combatientes, muchos de ellos milicianos islámicos de línea dura, así como de cientos de miles de refugiados afganos.
La lucha contra los soviéticos también atrajo allí a los milicianos árabes, entre ellos el vástago de una rica familia saudí, Osama bin Laden. Fue en Peshawar donde bin Laden fundó Al Qaeda a fines de la década de 1980, uniendo fuerzas con el veterano extremista egipcio Ayman al-Zawahri.
Al final los soviéticos se retiraron derrotados de Afganistán en 1989, pero permaneció el legado de militancia y resistencia armada que Estados Unidos y Pakistán alimentaron contra ellos.
“Después de la retirada rusa de Afganistán en la década de 1980, los estadounidenses abandonaron a los muyahidines, los estadounidenses incluso nos abandonaron a nosotros, y desde entonces estamos pagando un precio por ello”, sostiene Mahmood Shah, exbrigadier del ejército paquistaní y analista sénior de seguridad.
Los muyahidines sumergieron a Afganistán en una guerra civil como parte de una sangrienta lucha por el poder. Mientras tanto, en Peshawar y otra ciudad paquistaní, Quetta, los talibanes afganos comenzaron a organizarse, con el apoyo del gobierno paquistaní.
Al final, los talibanes tomaron el poder en Afganistán a fines de la década de 1990, y gobernaron hasta que fueron derrocados durante una invasión liderada por Estados Unidos en 2001, luego de los ataques del 11 de septiembre de Al Qaeda en Estados Unidos.
Durante los casi 20 años de guerra de Washington contra la insurgencia talibán en Afganistán, florecieron grupos extremistas en las zonas tribales de Pakistán a lo largo de la frontera y alrededor de Peshawar. Al igual que los talibanes, encontraron raíces entre los pastunes étnicos que son la mayoría en la región y en la ciudad.
Las agencias de inteligencia paquistaníes alentaron a algunos grupos, mientras otros volvieron sus armas contra el gobierno, furiosos por las fuertes medidas de seguridad y por los frecuentes ataques aéreos estadounidenses en la región fronteriza contra Al Qaeda y otros extremistas.
El principal de los grupos antigubernamentales fue el movimiento de los talibanes paquistaníes, o Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP). A fines de la década del 2000 y principios de la de 2010, el TTP emprendió una brutal campaña de violencia en todo el país. Peshawar fue escenario de uno de los ataques más sangrientos del TTP en 2014, contra una escuela pública administrada por el ejército, en el que murieron casi 150 personas, la mayoría alumnos menores de edad.
La ubicación de Peshawar la ha convertido durante siglos en un punto de unión clave entre el centro de Asia y el subcontinente indio. Siendo una de las ciudades más antiguas de Asia, se encuentra a la entrada del paso de Khyber, la ruta principal entre las dos regiones. Esa fue una fuente de su prosperidad en el comercio y la puso en el camino de ejércitos que iban en ambas direcciones, desde el Imperio mogol hasta los imperialistas británicos.
Una fuerte ofensiva militar sofocó en gran medida al TTP durante varios años y el gobierno y los combatientes acordaron finalmente una tregua incómoda. Peshawar quedó bajo un fuerte control de seguridad, con retenes en las carreteras principales y una fuerte presencia de policías y tropas paramilitares.
Sin embargo, los ataques del TTP han aumentado una vez más desde que los talibanes afganos regresaron al poder en Kabul en agosto de 2021 en medio de la retirada de Estados Unidos y la OTAN de ese país. Los talibanes paquistaníes son distintos de los talibanes afganos, aunque son aliados. Las autoridades paquistaníes acusan regularmente a los talibanes afganos de dar rienda suelta al TTP para que opere desde suelo afgano.
El miércoles, varios policías se unieron a una marcha por la paz organizada por miembros de grupos de la sociedad civil en Peshawar, denunciando los ataques de los extremistas y exigiendo la paz en el país. La policía dijo que realizó algunos arrestos en relación con el ataque a la mezquita del lunes, pero no proporcionó detalles.
Antes del atentado suicida del lunes, Peshawar había visto un aumento de los ataques a pequeña escala contra la policía. En otra consecuencia del conflicto en Afganistán, la filial regional del grupo Estado Islámico atacó la principal mezquita chií de Peshawar en marzo de 2022, matando a más de 60 personas.
Shah, el exbrigadier del ejército paquistaní y analista sénior de seguridad, advierte que podría haber más ataques del TTP. Considera que Pakistán necesita involucrar a los talibanes afganos y presionarlos para que expulsen al TTP o se aseguren de que no lance ataques desde territorio afgano.
“Si vamos a tener paz en Pakistán, deberíamos hablar con el TTP desde una posición de fuerza con la ayuda de los talibanes afganos”, agrega. “Esta es la mejor solución y la más viable para evitar más violencia”.
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Ahmed reportó desde Islamabad