Hace 62 años, el 31 de enero de 1961, el chimpancé Ham se convirtió en el primer primate que a un viaje al espacio y daba esperanzas a Estados Unidos para llevar astronautas fuera de la Tierra.
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Ham pertenecía al centro de medicina aeroespacial de Holloman (Estados Unidos), en donde aprendió a realizar algunas funciones básicas para pilotar la nave. Gracias a su entrenamiento, Ham logró alcanzar una altura de 253 kilómetros y permaneció durante siete minutos en estado de ingravidez.
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El viaje se realizó dentro del proyecto Mercury para simular lo que experimentaría el primer astronauta humano. El despegue en un cohete Redstone 2 se llevó a cabo sin incidentes, pero un problema en el regulador de aceleración del cohete proporcionó un exceso de velocidad que no se resolvería hasta que se agotó el oxígeno líquido.
A pesar de que el vuelo duró 16 minutos y 39 segundos y la cápsula amerizó en el océano Atlántico, a 679 kilómetros de distancia del punto de despegue, el chimpancé fue, según la NASA, el primer “halo de esperanza” de que en un futuro próximo los hombres podrían viajar al espacio. Ham fue rescatado sano y salvo, y una rápida revisión confirmó que se encontraba en buenas condiciones.
Y es que, antes que Ham, la agencia espacial estadounidense ya había experimentado, hasta en seis ocasiones, con el envío de simios al espacio exterior, sin embargo ninguno de ellos pudo sobrevivir al viaje.
Dos meses después, el 12 de abril, la Unión Soviética dió la campanada con el primer vuelo orbital tripulado que protagonizó Yuri Gagarin. Estados Unidos no pudo enviar un astronauta fuera de la Tierra hasta el 9 de mayo, con Alan Shepard, y solo fue un vuelo suborbital. Sería John Glenn, ya en mayo de 1962, quien igualaría la gesta de Gagarin en vuelo orbital.