NUIQSUT, Alaska (AP) — Aunque el clima en el exterior era terrible, niños en la comunidad inupiat Nuiqsut del norte de Alaska estaban tan encantados con una visita de Santa Claus que hicieron frente a vientos de 25 grados bajo cero sólo para verlo aterrizar en una pista cubierta de nieve.
Una vez más, era la época de la Operación Santa Claus en Alaska. Y aquí en Nuiqsut, una localidad de unos 460 habitantes en el extremo norte del estado, una zona rica en petróleo, las temperaturas podrían haber estado desplomándose pero los niños estaban entrando en calor rápidamente.
No importaba que Santa hubiese dejado a sus renos en casa para viajar de dedo en un avión de carga de la Guardia Nacional Aérea de Alaska hasta Nuiqsut, que se encuentra a sólo 50 helados kilómetros (30 millas) al sur del Océano Ártico. Aquí, a sólo un simple brinco de los renos para llegar al Polo Norte, los alumnos estaban muy animados.
“Algunos de ellos estaban afuera sobre la pista y saltaban, emocionados de ver al avión llegando”, dijo Lee Karasiewicz, director de la Escuela Trapper, mientras observaba a los estudiantes de las instalaciones de primaria y secundaria con 160 alumnos que habían sido privilegiados con una visita de Santa Claus previa a la Navidad.
“Supieron de inmediato, a juzgar por el tamaño de ese avión, quién estaba en ese avión”, dijo Karasiewicz de los estudiantes.
Cuando Santa Claus y su esposa descendieron de la enorme aeronave de carga, algunos de los niños corrieron a darles abrazos mientras sus sonrientes padres los fotografiaban con sus teléfonos.
A lo largo de las décadas, año tras año la Guardia Nacional de Alaska ha entregado regalos, suministros y con frecuencia la Navidad misma a algunas pequeñas comunidades rurales de Alaska, esforzándose en particular por hacer que las cosas sean alegres en poblados golpeados por adversidades recientes.
La Operación Santa Claus comenzó allá por 1956 cuando los residentes de una comunidad, St. Mary, vieron que no tenían dinero para adquirir regalos. Los pobladores afectados por inundaciones y luego una sequía que echó por tierra sus oportunidades de caza y pesca de subsistencia se vieron obligados a gastar en alimentos el dinero que habían apartado para la Navidad. Fue entonces cuando la guardia intervino, llevándoles regalos y suministros donados.
Para Nuiqsut, la adversidad se presentó la primavera pasada cuando unas instalaciones de producción de petróleo a unos 11 kilómetros (7 millas) del poblado sufrieron una fuga de gas natural. Aunque los trabajadores petroleros evacuaron, no se ordenó una evacuación obligatoria en Nuiqsut a pesar de que la comunidad fue puesta en alerta, dijo Rosemary Ahtuangaruak, la alcaldesa del poblado.
Subsecuentemente, señaló, algunas personas empezaron a experimentar síntomas relacionados con la exposición al gas, tales como dolores de cabeza o dificultad para respirar. Aproximadamente 20 familias, incluidas algunas con mujeres embarazadas o ancianos y otras personas con problemas médicos específicos, decidieron irse por su cuenta.
Desde hace tiempo acostumbrada a echar una mano cuando ocurren desastres, la guardia envió a su funcionario de vinculación tribal al pueblo después de que la fuga fue contenida. El funcionario habló con miembros de la comunidad y les transmitió sus preocupaciones a los líderes de la guardia.
El evento de Santa Claus llevado a cabo el último martes de noviembre fue “una oportunidad maravillosa” para mostrarles la guardia a los niños bajo una luz distinta, no siempre presentándose cuando hay problemas, dijo Ahtuangaruak.
“Se trata de traer a la Guardia Nacional en un evento que no es estresante, de forma que los niños pudieran verlos realizando un buen trabajo durante un evento que no es atemorizante”, agregó.
Aunque hubo algunos rostros desconcertados de niños que se sentaron en el regazo de Santa Claus por primera vez, no hubo nada atemorizante en la visita, y desde luego no se presentaron listas de quién se portó bien y quién no.
Una vez que todos se habían reunido en el gimnasio de la escuela, cada niño tuvo la oportunidad de efectuar una visita breve a Santa y a su esposa, y cada uno recibió una mochila llena de dulces y libros, suministros de higiene personal y un regalo.
Qannik Amy Alice Woods, alumna de segundo grado, aún no quería abrir su mochila. Esta era su primera experiencia con Santa Claus, pero él se la ganó como a cualquier otro niño del mundo.
“Él es genial”, declaró, haciendo una señal de aprobación con los dos pulgares antes de dirigirse a las gradas para disfrutar un plátano fresco, un artículo difícil de encontrar más arriba del Círculo Polar Ártico. Los niños recibieron un dulce más ad hoc a su ubicación: helados.
Mallory Lampe, de cuarto grado, también tuvo su primera reunión directa con Santa, pero no esperó a abrir su mochila. “Recibí esta especie de juguete”, exclamó alegre, sosteniendo una creatura interactiva cuyos ojos se encienden cuando le aprietas la nariz.
La Guardia Nacional de Alaska entregó más de 635 kilos (1.400 libras) de regalos para los niños de Nuiqsut. Durante los últimos 53 años, el programa ha sido realizado en conjunto con el Ejército de Salvación.
Los otros dos poblados a los que se dio servicio este año fueron Scammon Bay, que el año pasado experimentó problemas en el suministro de combustible y alimentos, y Minto, elegido porque nunca había tenido una visita en la historia del programa, dijo Dana Rosso, portavoz de la Guardia Nacional de Alaska.
Aproximadamente 295 kilos (650 libras) de regalos fueron entregados en Minto para unos 65 niños, y casi 816 kilos (1.800 libras) de regalos fueron para los aproximadamente 325 niños de Scammon Bay.
Durante una conferencia de prensa sobre la misión antes de que el avión partiera de la Base Conjunta Elmendorf-Richardson en Anchorage con destino a Nuiqsut, Santa Claus les dio a los elfos voluntarios una recomendación importante.
En la cultura de los indígenas de Alaska, se considera grosero rechazar una solicitud o un regalo ofrecido por alguien, incluso rechazar participar en una danza.
Es por ello que cerca del fin del programa en Nuiqsut, Santa Claus y su esposa estaban en el piso del gimnasio escolar con miembros uniformados de la guardia y gran cantidad de personas más realizando una danza tradicional de los nativos de Alaska. Comenzó cuando un grupo local de tambores y bailarines presentó un espectáculo para honrar a sus huéspedes, y rápidamente se convirtió en una fiesta improvisada.
Al final de la última canción, la señora Claus, sonriente, abrazó estrechamente a uno de los bailarines para mostrarle su gratitud.
“No podemos ir a todos nuestros poblados, pero cuando tenemos a una localidad que celebra esta oportunidad, es una celebración que se transmite a través de los tambores de la tundra a lo largo de nuestro estado”, dijo la alcaldesa Ahtuangaruak. “Todos compartimos la alegría”.