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MADRID, 1 (EUROPA PRESS)
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La confirmación por parte de Estado Islámico de la muerte de su líder, Abú al Hasán al Hashemi al Quraishi, supone un nuevo varapalo para el grupo, si bien en esta ocasión el anuncio ha estado marcado por la incertidumbre en torno a la identidad del dirigente del grupo yihadista, cada vez más hermético sobre la identidad de sus altos cargos.
Abú al Hasán al Hashemi al Quraishi fue nombrado al frente del grupo en marzo tras la muerte de Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi en una operación de las fuerzas especiales estadounidenses en la provincia siria de Idlib (noroeste). Estado Islámico desveló únicamente el "nombre de guerra" de su líder, algo que ya hizo con su predecesor, dificultando el proceso de identificación de sus dirigentes, que además han muerto sin hacer declaraciones ni emitir comunicado alguno a sus seguidores y miembros.
Ambos habían optado por un perfil muy bajo, distante del adoptado por el fundado del 'califato' territorial de Estado Islámico, Abú Bakr al Baghdadi, quien se prodigó en actos y declaraciones tras la ofensiva relámpago de los yihadistas en Irak y Siria en 2014. Al Baghdadi, muerto en octubre de 2019 tras inmolarse durante una operación de las fuerzas especiales estadounidenses también en Idlib, había puesto en marcha una gran maquinaria de propaganda en torno a su figura.
Por contra, tanto Abú Ibrahim como Abú al Hasán fueron designados sin que hubiera información sobre su identidad real, especialmente ante el fallecimiento de altos cargos y la falta de figuras carismáticas para mantener su capacidad de movilización. De hecho, Abú Ibrahim fue identificado meses después de su nombramiento como Muhamad Said Abdelrahman al Maula, mientras que en torno a Abú al Hasán siguen existiendo dudas.
Una prueba de esta incertidumbre queda reflejada en que el Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM) publicara un comunicado tras la confirmación de su muerte para detallar que falleció a mediados de octubre en una operación del Ejército Libre Sirio (ELS) --respaldado por Turquía-- en la provincia de Deraa (sur). Estados Unidos no ha detallado por qué no anunció la muerte del líder de Estado Islámico, lo que abre la puerta a la posibilidad de que el yihadista muriera durante una operación antiterrorista sin que entonces se le identificara como Abú al Hasán al Hashimi al Quraishi.
Sin embargo, fuentes oficiales citadas por la emisora Voice of America han dicho que la identidad fue confirmada a través de pruebas de ADN, si bien han negado pronunciarse sobre los motivos para retener esta información, en el marco de las dudas en la comunidad de expertos sobre la identidad real del yihadista.
DUDAS SOBRE LA IDENTIDAD DE ABÚ AL HASÁN
En este sentido, información de Inteligencia que manejan varios países sugieren que Abú al Hasán fuera probablemente Yumaa Auad Ibrahim al Badri, hermano de Al Baghdadi, o Abdelrauf al Muhayir, un alto cargo del grupo. Una tercera opción barajada es que Abú al Hasán fuera Bashar Jatab Ghazal al Sumaida, si bien Turquía confirmó recientemente que este hombre se encuentra detenido desde mayo, cuando las fuerzas de seguridad llevaron a cabo una redada en la ciudad de Estambul.
A estas posibilidades se suman algunas especulaciones, como la que plantea Hasán Hasán, experto en yihadismo, que apunta a que Estado Islámico podría haber "fingido" la muerte de su líder si éste fuera realmente Al Sumaida para evitar un golpe a su imagen. El propio Al Sumaida habría reconocido en declaraciones a fiscales turcos que él era el líder de Estado Islámico, según el portal Middle East Eye, al tiempo que resaltó que aceptó el nombramiento contra su voluntad debido a su popularidad y la ausencia de altos cargos vivos.
Por ello, Hasán ha destacado en una serie de mensajes en su cuenta en la red social Twitter que "dado que Estado Islámico nunca identificó a la persona que estaba detrás del nombre de guerra 'Abú al Hasán al Quraishi, podrían fácilmente decir que está muerto y reemplazarle con Abú al Hussain al Quraishi".
"¿Quién podría saberlo?", se ha preguntado, antes de defender que "no es algo imposible que Estados Unidos mienta para salvarse de una de las cosas más dañinas para el grupo entre sus seguidores, elegir a un líder que permita ser capturado y el posible daño de lo que diga. Un simple cambio de nombre lo soluciona", ha argumentado.
En este contexto, el nuevo líder de Estado Islámico, Abú al Hussein al Hussein al Quraishi --séptimo en ocupar el cargo desde la fundación del grupo en 2004 por parte de Abú Musab al Zarqaui--, hace frente a una situación de debilitamiento de la cúpula central del grupo, que sin embargo sigue suponiendo una gran amenaza debido a sus numerosas ramas en el mundo, especialmente en África.
Abú al Hussein ha sido descrito únicamente como "un combatiente veterano" y "uno de los leales hijos de Estado Islámico" por el portavoz del grupo, Abú Omar al Muyahir, quien nuevamente ha evitado dar su identidad real en el mensaje sobre el nombramiento, hecho inmediatamente después de confirmar la muerte de Abú al Hasán.
UNA CÚPULA DEBILITADA
El grupo yihadista lleva desde la muerte de Al Baghdadi en un proceso de reestructuración y expansión tras la pérdida de su 'califato' territorial tras la toma en marzo de 2019 de la ciudad siria de Baghuz por parte de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por la milicia kurdo-siria Unidades de Protección Popular (YPG) y apoyadas por Estados Unidos.
Desde entonces, las células presentes en Irak y Siria pasaron a intentar reagruparse, incrementando sus ataques en los últimos años, mientras que sus 'provincias' más activas han pasado a ser Estado Islámico en África Occidental (ISWA) y Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), que operan en la cuenca del lago Chad y la zona conocida como 'las tres fronteras, entre Malí, Burkina Faso y Níger.
A ellas se suma también Estado Islámico en África Central (ISCA), que inició sus operaciones en República Democrática del Congo (RDC) y se mantiene especialmente activa en el este del país, al tiempo que ha expandido operaciones al norte de Mozambique y ha llegado a reclamar incluso la autoría de atentados en Uganda, y Estado Islámico Provincia de Jorasán (ISKP), activa en Afganistán.
Esta dispersión de la cadena de mando, en la que cada grupo cuenta con una gran operatividad sin una gran dependencia del núcleo central, se ha visto potenciada por la eliminación de numerosos altos cargos del grupo yihadista durante los últimos meses. A los ya mencionados líderes del grupo se suman el citado arresto de Al Sumaida en mayo y la pérdida de otros cinco elementos clave de la organización durante los últimos ocho meses, incluido Hani Ahmed al Kurdi, al frente de las operaciones del grupo en Siria y detenido en junio en una operación aerotransportada estadounidense.
Además, Maher al Agal, líder del grupo en Siria, murió en julio en un bombardeo ejecutado por un dron estadounidense, mientras que Rakan Uahid al Shamari murió en octubre en una redada de las tropas norteamericanas en Qamishli. Apenas un día después de esta última operación, Estados Unidos llevó a cabo un bombardeo en la zona que se saldó con la muerte de Abú Ala, supuestamente uno de los cinco principales altos cargos del grupo, y Abú Muhad al Qahtani, al frente de Asuntos de Prisioneros de Estado Islámico.
Por todo ello, la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, ha destacado que Washington está "satisfecho" por la "rápida sucesión" de las muertes de los últimos líderes de Estado Islámico. "Estados Unidos sigue comprometido a hacer frente a la amenaza global de Estado Islámico y está preparado a trabajar con los socios internacionales que comparten este mismo objetivo", ha destacado.