ARAÇUAI, Brasil (AP) — Cuando Jair Bolsonaro aumentó en un 50% los beneficios socialese para personas necesitadas en agosto, mucha gente del valle del Jequitinhonha, una de las regiones más pobres de Brasil, sintió que nuevamente podría comprar un poco de carne, tener luz todo el día y reparar techos que goteaban.
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Si bien fue una obvia maniobra electoral, los sectores más postergados se mostraron agradecidos por los 200 reales (38 dólares) extras que recibirían por mes, aunque tal vez no lo suficiente como para votar masivamente por el presidente derechista.
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A Bolsonaro le cuesta captar el voto de los pobres. Pero a dos semanas de la segunda ronda electoral ante el ex presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, primero en las encuestas, confía en que un aumento en los beneficios sociales le rendirá buenos dividendos.
En Araçuai, una ciudad pobre del valle del Jequitinhonha, un sector del estado de Minas Gerais que ha sido un buen barómetro de las elecciones en el pasado, cuesta encontrar un solo votante que se dio vuelta y decidió votar por Bolsonaro en lugar de Lula.
Antes de la salida del sol, en una cola de gente que esperaba cobrar la ayuda en un banco, varias personas dijeron que votaron por Lula en la primera ronda, el 2 de octubre, y volverán hacerlo en la segunda, el 30. Algunos admitieron que conocían gente que sí había decidido cambiar su voto o consideraba hacerlo.
“Algunos cambian así de rápido cuando están necesitados”, comentó la ama de casa Luzia Martins, de 60 años. “Pero yo no vendo mi conciencia”.
En la primera ronda, Lula obtuvo el 48% de los votos contra el 43% de Bolsonaro. En Minas Gerais se registró la misma tendencia.
A pedido de Bolsonaro, el Congreso declaró un estado de emergencia en julio, despejando el camino para repartir otros 7.600 millones de dólares en beneficios adicionales y subsidiar gas para cocinar y ayuda para camioneros y choferes de taxi.
La ayuda abarca a casi una cuarta parte de la población brasileña. Si bien estos beneficios adicionales tal vez no cambien el voto de la gente, numerosos analistas creen que sí podría hacer que personas que pensaban votar por Lula decidan abstenerse. Las tasas de abstención son siempre más altas entre los pobres.
En el 2003, cuando era presidente, Lula se presentó con todo su gabinete en el valle del Jequitinhonha, diciendo que quería que sus ministros viesen la pobreza de cerca. En esta región de un millón de habitantes lanzó un programa que sacó a decenas de millones de personas de la pobreza y le ganó su lealtad por años. A él y a su Partido de los Trabajadores.
Una década después, la economía de Brasil atravesaba por su peor recesión en un siglo. Siguieron unos pocos años de crecimiento muy flojo y luego llegó la pandemia del COVID-19, que dio paso a otro declive.
Las cosas mejoraron en el 2022 y el desempleo es el más bajo desde el 2015, pero mucha gente subsiste con trabajos informales, ocasionales, y a numerosas familias les cuesta pagar por alimentos y otras necesidades básicas en medio de una fuerte inflación. Unos 33 millones de personas pasaron hambre entre octubre y abril, según un estudio de varias organizaciones sin fines de lucro, incluida Oxfam.
En Araçuai hay casas de ladrillo sin terminar, con frecuencia abandonadas. Hay gente que no tiene dinero para pagar un pasaje en autobús para buscar ropa y comida donada y hace el recorrido a pie, caminando por horas.
El programa de asistencia de Bolsonaro, llamado Auxilio Brasil, inspirado por el programa de Lula Bolsa Familia, ayudó a mucha gente a salir a flote. Y el profesor de ciencias políticas de la Universidad Federal de Minas Gerais Carlos Ranulfo dice que le ganó al presidente algunos votos en el valle del Jequitinhonha.
En la antesala de la segunda ronda, tanto Bolsonaro como Lula recorrieron Minas. Se espera que Lula regrese el viernes.
“Este es un fuerte bastión pro-Lula, pro-PT, pero Bolsonaro ganó un poco de terreno con su programa de beneficios”, declaró Sergio Vasconcelos, ex concejal municipal y ahora portavoz del alcalde de centro-derecha de Araçuai.
Analistas dicen que Bolsonario tuvo un desempeño mejor que el esperado en la región, en parte por el hecho de que mucha gente de Lula empadronada en Minas se mudó a otros estados en busca de mejores oportunidades económicas y no votó.
Otros sencillamente están desencantados.
Cláudio Gonçalves, de 64 años, dijo que no votará. Vive solo en una zona rural del Jequitinhonha, no tiene teléfono, no ve televisión y se pasa la mayor parte del día cuidando a sus mascotas. De noche camina una hora hasta un bar para tomarse un traguito bajo un cielo estrellado.
“Oigo decir a la gente que este es mejor, que aquel es mejor... No les presto atención”, dijo Gonçalves. “El valle está tan pobre como cuando nací”.
El analista Ranulfo dijo que duda que la abstención y el impulso que tomó Bolsonaro con su programa de asistencia alcancen para darle una victoria.
Igual que muchos habitantes de Araçuai, Aglete Batista, de 32 años, usa la ayuda para saldar viejas deudas con la tienda de comestibles. Su familia come mayormente fideos, arroz o frijoles porque no puede pagar por gas propano.
Una calcomanía de Lula es la única decoración que tiene su precaria vivienda, rodeada de tierra y barro. Los adultos se sientan en un almohadón tendido afuera y ven niños desnudos jugando no muy lejos de una letrina.
La ayuda del gobierno de Bolsonaro permitió a la familia arreglar las filtraciones del techo para que la lluvia no siga mojando sus dos camas y a pagar una cuenta de luz de dos meses, que les permitirá seguir usando una vieja refrigeradora y un ventilador para combatir un calor abrasador.
“No me gusta Bolsonaro, pero es obvio que esta ayuda nos permite sobrevivir”, dijo Batista. “Algunos sienten que tienen que apoyar a Bolsonaro. Son muy jóvenes como para recordar la ayuda y los beneficios sociales que tuvimos durante los años de Lula. Yo si me acuerdo”.
Durante un debate llevado a cabo el domingo, los dos candidatos dijeron que, de ser elegidos, la nueva ayuda, que es temporal y durará hasta diciembre, será permanente.
“La mantendremos de por vida”, afirmó Bolsonaro. A lo que Lula respondió: “Vamos a arreglar este país para que podamos comer algunos asados y tomar un poco de cerveza los fines de semana”.
Los pocos partidarios abiertos de Bolsonaro en Jequitinhonha están felices con los beneficios recientes. María do Carmo, de 64 años, dijo que ahora vende más en su puesto de verduras porque la gente tiene más dinero.
“No digo que haya que regalarle dinero a la gente para siempre. Tienen que trabajar. Pero es una solución temporal que nos ayuda también a nosotros”, expresó do Carmo, cuya hija es una concejal bolsonarista.