Las ballenas francas muertas en la Península de Valdez, una zona de reproducción y cría de esta especie en el Atlántico Sur, aumentaron a 30 en los últimos días, al parecer a causa de una marea roja.
Un relevamiento del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) corroboró el deceso de 26 ballenas adultas y 4 juveniles hasta el jueves en las costas de los Golfos Nuevo y San José de Península Valdés, situada a mil kilómetros al sur de Buenos Aires.
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El primer ejemplar muerto se detectó el 24 de septiembre.
“Ningún ejemplar presentó evidencias de lesiones anormales ni heridas traumáticas recientes que expliquen su muerte”, indicó la veterinaria Agustina Donini, coordinadora de campo del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral (PMSBFA).
La principal hipótesis apunta a una intoxicación por floraciones algales nocivas, conocidas como “mareas rojas”, ya que se han detectado elevados niveles de biotoxinas en plancton y bivalvos de la zona.
No obstante, se aguarda por los resultados de las muestras de órganos, tejidos y fluidos de las ballenas muertas que son analizadas por distintos centros de investigación.
Las mareas rojas azotan cada vez con más frecuencia a mares y océanos de todo el mundo a causa del aumento de la temperatura de las aguas por el calentamiento global; el exceso de nutrientes (eutrofización) por el vertido de efluentes cloacales e industriales maltratados, y por los fertilizantes que filtran desde los campos hacia los ríos y el mar.
El registro de toxinas producidas por algas en la plataforma patagónica se incrementó abruptamente en los últimos 40 años. Desde el Instituto de Conservación de Ballenas advirtieron que los cetáceos no suelen ser los más afectados por este fenómeno en comparación con aves, tortugas y lobos marinos.
El avistamiento de ballenas francas australes es una de las principales actividades turísticas que se realizan en la Península de Valdés, donde todos los años se reúnen decenas de ejemplares cerca de la costa.
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Los cetáceos llegan durante mayo y se quedan para reproducirse y alimentar a los ballenatos hasta diciembre.
Si bien la ballena franca no está en peligro de extinción --se calculan unas 4 mil en el Atlántico Sur-- “la muerte de cada ballena adulta representa una pérdida importante considerando su bagaje genético y su conocimiento ancestral de los procesos y rincones del océano que habitan”, lamentó Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas.
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