SALVADOR, Brasil (AP) — La amplia extensión de arena blanca con vistas a Salvador es un lugar donde escapar del tráfico, los tonos de los celulares y el llanto de los niños. Un espacio donde encontrar soledad y, cada vez más, a Dios.
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Grupos evangélicos se congregan en el enorme sistema de dunas de Abaete desde hace 25 años, pero especialmente ahora, cuando miles de personas acuden cada semana para cantar, rezar y en ocasiones alcanzar estado de trance. Algunos escriben plegarias en trozos de papel que luego queman.
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“Nunca me canso de subir aquí y adorar”, dijo Deja Soares, de 47 años, que dijo que ha visto caminar a personas que estaban paralizadas y personas ciegas que volvían a ver. “Las cosas que hace Dios aquí son increíbles”.
Este año, las dunas se han convertido en un tema sensible después de que el ayuntamiento empezó a construir una plaza y un centro de bienvenida en un punto cerca de la base, a la que pronto se añadirá una escalera que asciende entre la arena. En una fase futura se colocaría una plataforma elevada. Los defensores del proyecto dicen que es necesario para proteger las frágiles dunas de la creciente afluencia.
Pero han chocado con duras críticas de grupos religiosos afrobrasileños, que realizan sus propios rituales en las dunas desde hace generaciones y creen que los cargos electos están abusando de su poder para controlar y cristianizar otro espacio público. Afirman que sus objeciones reflejan la creciente influencia evangélica en la política y las esferas de poder brasileñas, que tensa las relaciones interreligiosas de cara a las elecciones del 2 de octubre.
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Esta es la segunda entrega del trabajo en dos partes de The Associated Press sobre la intersección de política y religión en Brasil.
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Aunque el catolicismo sigue siendo la religión más numerosa en Brasil, en los últimos años ha caído por debajo del 50% de la población y perdido su condición de confesión mayoritaria, y se espera que las iglesias evangélicas la superen en una década.
Este año hay casi 500 pastores evangélicos que se han presentado a cargos federales y estatales, más del triple que en 2014, según datos del analista político Bruno Carazza. Sóstenes Cavalcante, líder del grupo evangélico del Congreso, dijo a AP que cree que pueden lograr un tercio de los escaños de la cámara baja, lo que igualaría su porcentaje de población.
En ocasiones, un aumento del poder político ha alterado la dinámica de los espacios públicos en todo el país, también en el estado de Bahía, cuya capital es Salvador.
Un alcalde de Bahía otorgó hace poco de forma simbólica la llave de la ciudad a Dios y declaró que todas las otras entidades espirituales estaban por debajo de Cristo. Otro regidor en la zona metropolitana de Salvador cambió el nombre de un mercado a “Jeová Jireh”, que significa “el Señor proveerá”, y según reportes se impidió que los tenderos que vendía productos especializados a miembros de confesiones afrobrasileñas consiguieran puestos de venta. La legislatura estatal de Bahía se adornó con un mural de 9 metros (30 pies) que muestra la Biblia y el Arca de la Alianza.
“Hay un proyecto que ya está en marcha de disputar territorio y poder”, dijo Lívia Sant’Anna Vaz, una fiscal estatal que se centra en discriminación de derechos humanos.
En ese contexto, el proyecto de las dunas recibió luz verde de un pastor evangélico que fungía como secretario de infraestructura. Los obreros trabajan día y noche para completarlo este mes.
El 18 de septiembre, unos 200 evangélicos hicieron una peregrinación de cuatro horas hasta el lugar, algunos descalzos, desde las calles de Salvador y hasta el promontorio de arena que llaman Montaña Sagrada.
Ataviados con ropas blancas que ondeaban al viento, miraron hacia la ciudad y alzaron las manos mientras el obispo Wedson Tavares rezaba a Dios para que intercediera en las elecciones. Con banderas de Brasil e Israel en sus puños temblorosos, bendijo a los cargos electos, desde concejales municipales al presidente, Jair Bolsonaro -un ferviente defensor de los intereses evangélicos- y pidió su reelección.
“¡Tome el timón en nombre de Jesús, de este país, para que su pueblo pueda ser feliz!”, dijo el obispo, arrodillado con los ojos cerrados. “¡Porque su palabra dice que cuando los justos gobiernan, la gente se regocija!”.
Los espectáculos como ese han convencido a Jaciara Ribeiro, sacerdotisa de la fe afrobrasileña del candomble, que ha sufrido represión en Salvador a lo largo de la historia, de que el proyecto de obras públicas es una maniobra para ganar apoyo electoral evangélico.
“Es una concesión política”, afirmó. “Lo construyen como una representación de la política partidista. Hacer esa ‘Montaña Sagrada' es para el voto evangélico. Eso es todo”.
Hasta ahora, Ribeiro podía trepar esa duna para recoger hojas de barbatimão para rituales en honor de la deidad Oxala, pero últimamente lo evita. La gente ha gritado insultos o o blandido biblias hacia los miembros de su templo cercano cuando pasaban por el lugar.
Roque Soares, director de una organización ambientalista que ayudó a desarrollar el proyecto, negó que hubiera cuestiones políticas implicadas y dijo que el objetivo es evitar que las multitudes erosionen las dunas y proporcionarles baños.
Las dunas son algo personal para Soares, que también es pastor evangélico y detective de la policía. Hace décadas solía ir al lugar a fumar marihuana, acostarse con mujeres y cazar pájaros. Después de convertirse, aseguró, fue allí donde Dios le curó cuatro hernias que según los médicos requerirían cirugía.
“Empecé a venir a este lugar con otra perspectiva, para buscar la presencia de Dios”, dijo Soares, de 53 años. “Encontré mucha gente distinta de diferentes confesiones, diferentes partes de nuestra ciudad y el interior de nuestro estado”.
El proyecto afecta sólo a una pequeña parte del enorme sistema de dunas. Soares señaló que no había oposición hasta que un pastor evangélico y un concejal local propusieron llamar oficialmente al lugar “Montaña Sagrada de El Señor Proveerá”.
Aunque la reacción en contra obligó a retirar esa propuesta, los evangélicos -y el alcalde- siguen llamando al lugar Montaña Sagrada. En un abarrotado encuentro en un centro de convenciones en Salvador, el alcalde dijo a cientos de cristianos entusiastas que estaba construyendo Montaña Sagrada para que pudieran manifestar su fe. Entonces, un obispo de una de las iglesias evangélicas más grandes de Brasil llamó al escenario a cuatro aspirantes a legislador y pidió a la multitud que les votara.
En medio de la disputa, varios carteles de Montaña Sagrada colocados por la organización sin fines de lucro de Roque sufrieron daños, y algunos evangélicos atribuyen el vandalismo a miembros de religiones afrobrasileñas.
A mediados de septiembre, Ribeiro, conocida como Madre Jaciara de Oxum, se enteró de que la oficina federal del defensor del pueblo había presentado una demanda para paralizar el proyecto. Ella lo vio como un signo de que la deidad Oxum había escuchado sus súplicas, y quiso ir allí para celebrar. Pero temía que miembros de su templo tuvieran miedo de ir, intimidados por la presencia evangélica.
“Ellos tienen un ejército de Dios, me gustaría tener un ejército de Oxum”, dijo mientras guiñaba el ojo.
Pronto reunieron gente suficiente, y los practicantes de religiones afrobrasileñas se reunieron unos días después para protestar contra ese plan y otras medidas consideradas como agresiones medioambientales contra las dunas.
Vestidos de blanco, marcharon a la laguna Abaete, el lugar tradicional de la mayoría de sus rituales entre las dunas, y se alinearon en la orilla en un abrazo simbólico al lugar.
Desde un camión con equipo de sonido, una sacerdotisa de candomble instó a la gente a emprender acciones políticas. Muchos llevaban pegatinas en apoyo de candidatos de izquierdas, de los que al menos dos estaban presentes, y del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que se presenta contra Bolsonaro.
En otro punto de la orilla de la laguna, un pastor evangélico llamó a tres feligreses para bautizarles en el agua, sumergiendo su cabeza en el agua y abrazándoles después.
El pastor, Edy Santos, dijo después que no le preocupaba el sonido constante de tambores de la protesta y que se negaba a hablar de política con su congregación, incluso cuando le preguntaban.
“Nuestro país está totalmente dividido. Es una división de pensamientos”, dijo Santos, de 32 años. “Y la Iglesia vino a unir”.
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La cobertura sobre religión de Associated Press recibe apoyo de la colaboración de AP con The Conversation US, con financiamiento del Lilly Endowment Inc. AP es la única responsable de su contenido.