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Irán: Protestas contra el velo siguen a larga resistencia

Una joven sube al techo de un auto en medio de Mashhad, una ciudad iraní conservadora conocida por sus santuarios islámicos. Se quita el pañuelo de la cabeza y empieza a cantar “¡Muerte al dictador!". Varios manifestantes cercanos se unen al cántico y los autos hacen sonar sus bocinas en gesto de apoyo.

Para muchas mujeres iraníes es una imagen que habría sido impensable hace apenas una década, dijo Fatemeh Shams, que creció en Mashhad.

“Cuando una ve a las mujeres de Mashhad salir a la calle y quemar sus velos en público, esto es un cambio revolucionario. Las mujeres iraníes están poniendo fin a una sociedad velada y al velo obligatorio”, dijo.

Irán ha visto múltiples estallidos de protestas en los últimos años, muchos de ellos avivados por la indignación por dificultades económicas. Pero la nueva oleada muestra la ira contra un elemento central de la identidad del estado clerical iraní: el velo obligatorio.

La República Islámica requiere que las mujeres se cubran en público, incluido un hiyab o pañuelo que debe cubrir el cabello por completo. Muchas iraníes, especialmente en grandes ciudades, juega desde hace tiempo a dar esquinazo a las autoridades, y las generaciones jóvenes llevan los hiyabs más sueltos y ropas que bordean los límites de la vestimenta conservadora.

Ese juego puede terminar en tragedia. Una mujer de 22 años, Mahsa Amini, fue arrestada por la policía de la moral en la capital, Teherán, y murió cuando estaba detenida. Su muerte ha desencadenado casi dos semanas de disturbios generalizados que se han extendido por las diferentes provincias de Irán y reunido en las calles a estudiantes, profesionales de clase media y hombres y mujeres trabajadores.

La televisora estatal iraní ha sugerido que al menos 41 manifestantes y policías han muerto. Un conteo de Associated Press de reportes oficiales de las autoridades sumó al menos 13 muertos y más de 1.400 manifestantes detenidos.

Una joven en Teherán que dijo que ha participado de forma continuada en las protestas de la última semana en la capital dijo que la violenta respuesta de las fuerzas de seguridad ha reducido de forma considerable el tamaño de las marchas.

“La gente sigue saliendo a las calles para encontrar un metro de espacio para gritar su enojo, pero son perseguidos de forma inmediata y violenta, golpeados y detenidos, de modo que intentan movilizarse en grupos de cuatro o cinco personas y cuando encuentran una oportunidad corren juntos y empiezan a manifestarse”, dijo la mujer bajo condición de anonimato.

“La protesta más importante que hacen ahora mismo (las mujeres iraníes) es quitarse los pañuelos y quemarlos”, añadió. “Esto es un movimiento de mujeres antes de nada y los hombres las apoyan en la retaguardia".

Shams, escritora y activista de derechos desde sus días de estudiante en la Universidad de Teherán, participó en las protestas masivas contra el gobierno en 2009 antes de tener que huir de Irán.

Pero esta vez es diferente, afirmó.

Las oleadas de represión contra las protestas en los últimos 13 años “han desilusionado a las clases tradicionales de la sociedad”, que antes eran la columna vertebral de la república islámica, dijo Shams, que ahora vive en Estados Unidos.

El hecho de que hubiera protestas en ciudades conservadoras como Mashhad o Qom, el centro histórico del clero iraní, no tiene precedentes, dijo.

“Cada mañana me despierto y pienso, ¿de verdad está ocurriendo esto? ¿Mujeres encendiendo hogueras con velos?”.

La historia moderna iraní ha estado llena de giros inesperados.

Las mujeres iraníes que crecieron antes de la caída de la monarquía en 1979 recuerdan un país donde las mujeres eran en gran parte libres de decidir cómo se vestían.

Gente de toda clase, de izquierdistas a religiosos conservadores, participaron en la revolución que depuso al sha. Pero al final, fueron el ayatolá Rujolá Jomeini y sus seguidores los que terminaron tomando el poder y creando un estado islámico liderado por chiíes.

El 7 de marzo de 1979, Jomeini anunció que todas las mujeres debía llevar hiyab. Al día siguiente, el Día Internacional de la Mujer, decenas de miles de mujeres sin velo marcharon en protesta.

“En realidad fue el primer movimiento contrarrevolucionario”, dijo Susan Maybud, que participó en esas marchas cuando trabajaba como asistente de noticias de prensa extranjera. “No era sólo por el hiyab, porque sabíamos lo que venía después: quitar los derechos de las mujeres”. En esa época, recordó, ella ni siquiera tenía un hiyab.

“Lo que se ve hoy no es algo que ocurre de repente. Hay una larga historia de mujeres que protestaban y desafiaban a la autoridad” en Irán, señaló.

El hiyab ha sido “el estandarte de la oposición”, explicó el iraní Roham Alvandi, historiador y profesor asociado de la London School of Economics and Political Science.

“Representa la capacidad de la República Islámica de alcanzar y controlar los aspectos más privados e íntimos de las vidas de los iraníes”, dijo.

Hace más de un siglo, los velos estrictos se limitaban en gran parte a las clases más altas de Irán. La mayoría de las mujeres vivían en zonas rurales y trabajaban, “de modo que el hiyab no era exactamente posible” para ellas, dijo Esha Momeni, activista iraní y académica afiliada al Departamento de Estudios de Género de UCLA.

Muchas mujeres llevaban un “roosari”, o pañuelo informal que era “parte de la ropa tradicional, en lugar de tener un significado muy religioso”.

A finales del siglo XIX, las mujeres eran una parte crucial de las protestas callejeras, señaló. En el primer alzamiento democrático iraní en 1905, muchas ciudades y pueblos formaron comités locales de mujeres.

A esto le siguió un periodo de reformas de secularización desde arriba durante el mandato del oficial militar convertido en rey sha Reza, que prohibió el uso del velo en público en la década de 1930.

Durante la Revolución Islámica, el hiyab de las mujeres se convirtió en un importante símbolo político de que el país “entra en esta nueva era islámica”, dijo Momeni. Ella recuerda haber vivido “entre dos mundos” cuando crecía en Teherán, donde familiares y amigas no llevaban el velo en reuniones privadas pero temían ser acosadas o detenidas por policías o milicianos progobierno en público.

Momeni fue detenida en 2008 y recluida en aislamiento durante un mes en la famosa Prisión Evin de Teherán tras haber trabajado en un documental sobre mujeres activistas y la Campaña Un Millón de Firmas, que pretendía reformar las leyes discriminatorias contra las mujeres. Más tarde fue liberada y se unió al “Movimiento Verde” de protestas de 2009.

Como Shams, cree las protestas de hoy remecen los cimientos de la república islámica.

“La gente está harta de confiar en reformas internas. Que la gente no quiera hiyab es un indicio de que quieren un cambio fundamental en el sistema”, dijo Momeni.

Las protestas de 2009 estaban lideradas por el movimiento “reformista” de Irán, que pedía una apertura gradual de la sociedad iraní. Pero ninguno de los partidos políticos iraníes, ni siquiera los más progresistas liderados por reformistas, apoyaba eliminar la imposición del velo.

Shams, que creció en una familia relativamente religiosa y en ocasiones llevaba hiyab, recordaba cómo durante las protestas de 2009, renegó del pañuelo en público. Se vio atacada por medios partidarios del gobierno, pero también rechazada por miembros destacados del movimiento reformista, así como por la familia del que entonces era su marido.

“El principal motivo de nuestro divorcio fue el hiyab obligatorio”, dijo.

Bajo el peso de sanciones estadounidenses y tras varias oleadas de protestas impulsadas por las dificultades económicas, los líderes iraníes se han vuelto cada vez más inflexibles y recluidos.

En las elecciones presidenciales de 2021, todos los aspirantes con posibilidades reales fueron descalificados para permitir que Ebrahim Raisi, un protegido del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, asumiera la presidencia pese a una participación en mínimos históricos.

La muerte de Mahsa Amini, que procedía de una zona kurda relativamente empobrecida ha canalizado la indignación por distintas formas de discriminación étnica y social, además de género, dijo Shams.

Desde las universidades de Teherán a las remotas poblaciones kurdas, hombres y mujeres han coreado “A quien mate a nuestra hermana le mataremos”.

Shams dijo que los mandatarios iraníes se han colocado han reducido su capacidad de reacción, en la que temen que ceder con el velo ponga en peligro a la república islámica creada hace 44 años.

“No hay forma de volver atrás, en este momento. Si la República Islámica quiere seguir en el poder, tienen que abolir el velo obligatorio, pero para hacerlo tienen que transformar su ideología política”, dijo. “Y el gobierno islámico no está listo para ese cambio”.

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