En una cruda advertencia, el presidente Vladimir Putin declaró que no dudará en usar armas nucleares para proteger el territorio ruso, una amenaza que se produce en momentos en que Moscú se dispone a anexarse territorios de Ucrania capturados por las fuerzas rusas luego de convocar apresuradamente a referendos en esos lugares.
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Aunque no es la primera vez que Occidente escucha tales amenazas de su parte, en esta ocasión las circunstancias son muy distintas.
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El Kremlin ha orquestado referendos en las zonas ocupadas de Ucrania que comenzarán a realizarse desde el próximo viernes 23 de septiembre. A los habitantes se les preguntará si quieren convertirse en parte de Rusia, una votación que es casi un hecho que favorecerá a Moscú. Eso significa que Rusia podría sumarse esos territorios a partir de la próxima semana.
Posteriormente, Putin anunció una movilización parcial de reservistas y prometió usar “todos los medios disponibles” para disuadir ataques futuros contra Rusia, una referencia al arsenal nuclear.
Algunos expertos consideran que las acciones de Putin de anexar territorio ucraniano junto con la movilización y las renovadas amenazas nucleares son un último intento de obligar a Ucrania y sus aliados de Occidentes a aceptar el statu quo luego de que Ucrania lanzó con éxito una contraofensiva este mes.
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Tatiana Stanovaya, una experta política independiente que sigue de cerca el proceso de decisiones del Kremlin, catalogó las apresuradas medidas de Putin sobre los referendos como un pretexto para aumentar la presión.
“Este es un ultimátum contundente de Rusia para Ucrania y Occidente: Ucrania debe retroceder o habrá una guerra nuclear”, dijo Stanovaya. “Para Putin, la anexión legitimaría su derecho a recurrir a las amenazas nucleares para proteger territorio ruso”.
En un discurso a la nación este miércoles, Putin dijo que el arsenal nuclear de Moscú es más moderno que el de la OTAN, y declaró su disposición a usarlo.
“Esto no es una fanfarronada”, añadió el mandatario en una aparente referencia a aquellos en Occidente que describieron sus amenazas nucleares anteriores como un tempestuoso intento de debilitar el apoyo internacional a Ucrania.
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La doctrina militar rusa concibe el uso de armas atómicas en respuesta a un ataque nuclear o a una agresión con armas convencionales que “ponga en riesgo la existencia misma del Estado”, una redacción ambigua que deja mucho a la interpretación.
En su breve discurso, Putin acusó a Estados Unidos y sus aliados de proporcionar armas y entrenamiento a las fuerzas armadas ucranianas y de alentar a Kiev a atacar territorio ruso. Pareció reducir todavía más el umbral para el uso de armas nucleares.
“En el caso de una amenaza a la integridad territorial de nuestro país, y para defender a Rusia y a nuestro pueblo, sin lugar a dudas usaremos todos los medios a nuestra disposición”, advirtió.
En las últimas semanas, los funcionarios rusos han advertido a Washington en reiteradas ocasiones que el suministro de misiles de largo alcance a Ucrania convertiría a Estados Unidos en parte del conflicto.
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Los sistemas lanzacohetes HIMARS suministrados por Estados Unidos y otras armas de Occidente desempeñaron un papel fundamental en la contraofensiva ucraniana en la región nororiental de Járkiv, la cual significó la mayor derrota militar para Moscú desde el retiro de sus tropas de Kiev tras el fallido intento por tomar la capital ucraniana en las primeras semanas del conflicto.
Ello abrió la puerta a la posibilidad de más éxitos en el campo de batalla para Ucrania, que ha prometido recuperar el control de los territorios ocupados por Rusia, incluyendo la península de Crimea que Moscú se anexó en 2014.
El éxito de Ucrania ha sido un golpe humillante para Putin, quien ha descrito la campaña como una “operación militar especial” y ha intentado ganarla con un contingente limitado de soldados voluntarios. Occidente calcula que la fuerza invasora de Rusia estuvo compuesta de unos 200 mil elementos al inicio del conflicto, y que ha sufrido bajas considerables a lo largo de los siete meses de guerra. El secretario de Defensa de Gran Bretaña, Ben Wallace, dijo recientemente que había más de 25 mil soldados rusos muertos.
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Aunque Ucrania ha declarado un reclutamiento general con el objetivo de conformar un ejército de un millón de efectivos, hasta el momento el Kremlin ha intentado evitar la impopular medida, recurriendo en su lugar a soldados voluntarios e incluso a prisioneros.
El ala dura en Moscú ha propugnado desde hace tiempo por una movilización general de reclutas, argumentando que es imposible contener los ataques ucranianos a lo largo de un frente de mil kilómetros con las fuerzas rusas actuales, las cuales son por ahora de menor dimensión.
La movilización que declaró Putin este 21 de septiembre es la primera medida de este tipo en el país desde la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética usó un reclutamiento para su guerra de 10 años en Afganistán, y Rusia también dependió de conscriptos durante sus dos guerras en Chechenia, en la década de 1990 y a principios de la del 2000.
Si bien Putin y su ministro de Defensa prometieron únicamente una movilización parcial con el objetivo de llamar hasta 300 mil reservistas con antecedentes militares, los expertos aseguran que la medida colocará una intensa presión sobre un sistema gubernamental corrupto e ineficiente, y avivará una inestabilidad que podría poner en riesgo la permanencia de Putin en el poder.
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La orden de movilización no tardó en provocar protestas en Moscú y otras ciudades, mismas que la policía dispersó rápidamente, arrestando a cientos de manifestantes.
Kirill Rogov, un analista político independiente, se refirió a la orden de movilización como una “combinación explosiva de locura, incompetencia y desesperación”. Resaltó que Putin se arriesga a perder el apoyo de la mayor parte de la ciudadanía rusa que hasta el momento ha visto la guerra como un “evento distante y limitado”.
Alexander Baunov, del Carnegie Endowment, dijo que la movilización rompió el pacto de Putin con su base política que esperaba que trajera estabilidad y una imagen de grandeza rusa sin la necesidad de un sacrificio personal.
“Ahora se requiere de sacrificio, y es una violación a los acuerdos no escritos del pasado que desencadenaría más represiones”, escribió Baunov.
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Señaló que la medida de Putin de anexar regiones bajo control de Rusia equivale a una advertencia: “Se atrevieron a luchar contra nosotros en Ucrania, ahora intenten luchar contra nosotros en Rusia, o para ser más precisos, lo que nosotros llamamos Rusia”.
En su discurso del 24 de febrero en el que anunció la invasión, Putin ya había blandido la espada nuclear, amenazando con “consecuencias jamás antes vistas” a cualquier país extranjero que intentara interferir.
La más reciente amenaza subrayó la obstinada determinación del mandatario ruso por preservar los avances de Rusia, incluso arriesgándose a una escalada nuclear.
Las declaraciones previas de Putin sobre un conflicto nuclear se han pronunciado con una indiferencia aterradora.
Al hablar sobre la estrategia rusa durante una reunión internacional de expertos en política exterior de 2018, Putin reconoció que un intercambio nuclear “obviamente significaría una catástrofe global”, pero prometió que Rusia no sería el primero en atacar.
Y luego añadió con una pequeña sonrisa: “Seríamos las víctimas de una agresión e iríamos al cielo como mártires, y ellos apenas podrán graznar y ni siquiera tendrían tiempo de arrepentirse”.