BARCELONA (AP) — Más de un año después de que el regreso del Talibán al poder en Afganistán empujase a miles de personas al aeropuerto de Kabul para tratar de salir del país, numerosos afganos que corrían peligro y que no pudieron ser evacuados batallan por encontrar sitios seguros y por viajar al exterior de una forma legal.
Entre los que quedaron atrás figura un intérprete de 49 años que trabajó para un contratista de la OTAN en el 2010, acompañando a unidades a Kandahar. Seis días después de que el Talibán llegase a la capital en agosto del año pasado, fueron a buscarlo.
“Vinieron a mi casa cuando yo no estaba y amenazaron a mi esposa y a mi hijo . Destruyeron mi oficina”, relató el hombre a la AP vía WhatsApp. Aludía al salón donde enseñaba inglés. Pidió que no se usase su nombre por razones de seguridad.
Este mes fue interrogado de nuevo por el Talibán durante más de dos horas.
En los caóticos días que siguieron a la retirada de las fuerzas de Estados Unidos, trató varias veces de llegar al aeropuerto de Kabul, pero, al igual que miles de personas, no pudo hacerlo porque había multitudes que bloqueaban el camino y también ataques en los que murieron decenas de personas. Intentó cruzar por tierra la frontera con Pakistán, sin poder hacerlo porque se topó con elementos del Talibán que le pidieron 700 dólares por persona para dejarlos pasar, dinero que él no tenía. Para peor, su pasaporte estaba vencido.
El hombre sufre además las consecuencias del derrumbe de la economía afgana, causada en parte por sanciones internacionales y por la suspensión de la ayuda internacional.
“Comemos una vez al día”, dijo el intérprete, quien no pierde la esperanza de poder salir del país con su familia algún día.
“Jamás cejaré en el intento, por mi futuro y el de mis hijos”, afirmó.
La lista de personas que no lograron ser evacuadas incluye intérpretes, conductores y muchas mujeres periodistas, activistas y deportistas que dicen que no pueden ser libres bajo un gobierno talibán.
Estados Unidos y otras naciones evacuaron como pudieron a más de 120.000 personas, afganos y extranjeros, en agosto del año pasado.
Unos 46.000 afganos que permanecieron en el país pidieron unas visas especiales por razones humanitarias a Estados Unidos, según el Instituto de Políticas Migratorias, pero hasta ahora solo 297 fueron aprobadas.
Dado que ya no hay un consulado estadounidense en Afganistán, las personas que piden asilo deben salir a otros países para hacer las gestiones.
Enfrentan numerosos obstáculos, incluidas dificultades para conseguir pasaportes ya que las oficinas pertinentes a menudo están cerradas por cuestiones técnicas.
“Hoy por hoy, la gran mayoría de los afganos no tienen acceso a una identidad legal. Si mañana necesitasen buscar un sitio seguro por vías legales, no podrían hacerlo”, expresó Nassim Majidi, cofundador y director ejecutivo de Samuel Hall, un centro de estudios independiente que investiga las migraciones y los desplazamientos. Majidi habló en un seminario organizado por el Instituto de Políticas Migratorias para analizar la situación de los afganos.
Unos 2.000 afganos que trabajaron para la OTAN y sus organismos figuraron entre los evacuados de Kabul, de acuerdo con esa alianza militar. Las evacuaciones fueron organizadas por cada país individualmente. La OTAN, como organismo, no tuvo un plan de repatriación.
Todavía se realizan evacuaciones a través de terceros países, pero no son frecuentes. Este mes aterrizó en Madrid un avión con casi 300 afganos que habían colaborado con el gobierno español. Alemania y Francia también siguen trabajando en las evacuaciones, de acuerdo con Majidi.
Pero hay miles de afganos que viven en medio de grandes incertidumbres en países de tránsito como Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Kosovo y Albania, a la espera de que se tramiten sus solicitudes de visa o asilo en Estados Unidos o Canadá.
Las evacuaciones salvaron las vidas de mucha gente, pero también separaron familias. Como la de una periodista afgana que pidió no ser identificada por temor a que sus parientes sufran represalias en Kabul.
“Fue muy duro dejar todo atrás en una hora”, declaró la periodista a la Associated Press en una entrevista telefónica desde Nijmegen, ciudad holandesa a la que llegó después de pasar meses en un albergue temporal para refugiados.
El gobierno de Holanda la llamó el 26 de agosto y le ofreció la única plaza que tenía disponible en un vuelo para evacuar gente. Sus parientes le dijeron que primero tenía que salvarse ella para poder ayudarlos.
Contó que recientemente tres de sus familiares lograron llegar a Francia. Pero que la mayoría de sus hermanos y hermanas siguen en Kabul, donde viven frente a una comisaría ahora en manos del Talibán.
Relató que el 17 de junio uno de sus hermanos murió luego de recibir una paliza de fuerzas del Talibán que descubrieron que llevaba una foto de Ahmad Shah Massoud, el líder de la Alianza Norteña, que combate al Talibán.
Días después los individuos se presentaron en la casa de su familia y le exigieron que firmase un certificado que decía que había muerto de “causas naturales”, según dijo. La AP no pudo corroborar en forma independiente su denuncia.
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Rahim Faiez (Islamabad) y Lorne Cook (Bruselas) colaboraron en este despacho.