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En los ríos de Chile, chocan espiritualidad y desarrollo

Millaray Huichalaf, una machi mapuche o sanadora y guía espiritual, posa para una foto en el río Pilmaiquen, en el sur de Chile, el lunes 27 de junio de 2022. (Foto AP/Rodrigo Abd) AP (Rodrigo Abd/AP)

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MELIPEUCO, Chile (AP) — La niebla surgió súbitamente del río Truful Truful mientras fluía bajo el volcán Llaima cubierto de nieve. Víctor Curin sonrió al ver las gotas del rocío iluminadas por el sol.

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Líder de una de las comunidades indígenas de las orillas del río en los Andes chilenos, Curin lo tomó como una señal de que el “ngen” de la cascada —su espíritu dueño y protector— aprobó su visita y su oración en esa mañana de mediados de julio.

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“Siempre la naturaleza te va a decir algo, siempre responde”, dijo Curin, quien trabaja como guardabosque en el Parque Nacional Conguillío, en la cabecera del río. “El ser humano se siente superior al espacio donde va, pero para los mapuches, yo pertenezco a la tierra, la tierra no pertenece a mí”.

En la cosmovisión de los mapuches, el grupo indígena más grande de Chile que constituye más del 10% de su población, un río prístino es hogar de una fuerza espiritual para reverenciar, no un recurso natural para explotar.

Eso ha orillado a muchos mapuches a lo largo del sur de Chile, rico en agua, a luchar contra las plantas hidroeléctricas y otros proyectos que consideran que profanan la naturaleza y privan a las comunidades indígenas de las energías esenciales que evitan que enfermen.

“Siendo parte de la naturaleza, no podemos destruir parte de nosotros”, dijo Lientur Ayenao, un machi o curandero y guía espiritual que extrae agua del Truful Truful para sus ceremonias. “Tiene que mantenerse el equilibrio, y esto se rompe cuando se interviene en espacios naturales por un fin egoísta”.

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A unos 320 kilómetros al sur, otra machi, Millaray Huichalaf, ha liderado una batalla a veces violenta contra las plantas hidroeléctricas en el río Pilmaiquén, que fluye a través de ondulados pastizales desde un lago al pie de los Andes.

Tras su resistencia y sus consultas culturales con las comunidades indígenas, una empresa de energía congeló los planes para hacer una planta junto a un sitio sagrado al lado del río y dijo que devolvería la propiedad de la tierra a los mapuches.

Sin embargo, la construcción continúa en otra planta, así que la lucha no ha terminado, al igual que en el Truful Truful, donde una planta propuesta está bajo revisión.

“Yo soy el río también, nosotros somos sagrados como el río”, dijo Huichalaf mientras una tormenta golpeaba su cabaña de madera. “A la par de luchar por el río, estamos en procesos de recuperación territorial y de reconstrucción espiritual”.

Es en la cuestión de los derechos sobre las tierras indígenas, un tema volátil en la política de Chile, que la espiritualidad se enreda con la ideología. Varios líderes mapuches dicen que los espíritus que aparecen en los sueños alientan la lucha contra el capitalismo en su territorio ancestral.

El próximo mes, los chilenos votarán una nueva y controvertida constitución que destaca los derechos indígenas y la restitución de tierras. Pero también lidian con crecientes ataques violentos contra las industrias agrícola, maderera y energética, particularmente en la región de La Araucanía, incluso por parte de algunos grupos que reclaman tierras ancestrales mapuches que nunca fueron conquistadas por completo por el imperio español y cayeron en manos del Estado chileno a fines del siglo XIX.

Para la mayoría de los mapuches, dicha violencia desestabiliza aún más el equilibrio deseado entre las personas, el espacio natural al que pertenecen y los espíritus que lo habitan. Un primer paso en su contra es asegurarse de que los no nativos entiendan la manera en que la naturaleza importa a los mapuches, dijo Andrés Antivil Álvarez, líder indígena y mediador.

“El mundo no es un botín. Todo lo que está fuera está dentro de nosotros”, dijo, sentado junto al fuego en su ruka, una construcción tradicional fuera de su casa cerca de la capital de La Araucanía, a dos horas en automóvil del Truful Truful. “Que se entienda que el espíritu del fuego aquí presente es tan sagrado como el Cristo en una iglesia”.

Y pisotear un crucifijo —como hicieron algunos manifestantes en los levantamientos masivos de 2019—, es tan doloroso y satánico como represar un río, dijo Antivil. Citó como ejemplo la construcción a principios de la década del 2000 de la represa Ralco, que inundó recintos sagrados y generó un levantamiento que impidió proyectos masivos similares e impulsó la resistencia cultural a otros más pequeños.

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La adoración de los miembros de la comunidad mapuche es evidente cuando caminan al lado de ríos como el Truful Truful, cuyo nombre significa “de salto en salto” en lengua mapudungún.

En una tarde fría, Ayenao se acercó a la cascada más grande del río, el sitio propuesto para una nueva planta hidroeléctrica, con una bolsa de semillas en el bolsillo. Esa sería una ofrenda de reciprocidad para el “ngen” del río si Ayenao decidiera sacar agua para tratar las dolencias físicas y espirituales de sus pacientes.

“'Ngen' están antes de nosotros y son ellos que nos permiten vivir en el espacio. Y hay ciertos ‘ngen’ predominantes a los cuales nosotros tenemos que hacer oraciones”, como el del Truful Truful, dijo.

No pedir permiso al “ngen” para acercarse al agua, o no explicar la necesidad de hacerlo, significa transgredir el espacio, apartar a los espíritus que lo protegen y hacer que usted, su familia e incluso sus animales enfermen.

Pero si el “ngen” lo permite, entonces Ayenao puede usar el distintivo “poder energético” del agua que cae con fines curativos, ya sea en ceremonias junto al río o para al botellas grandes de refresco llenas de su agua a su casa.

Reubicado en Temuco cuando tenía seis años, Ayenao finalmente se mudó a Santiago, la capital de Chile, para estudiar, y allí enfermó tanto que no podía caminar ni hablar. Su familia se dio cuenta de que el único remedio era aceptar que el espíritu de su bisabuela, quien también era machi, pedía volver en él.

Fue aprendiz durante tres años y volvió a practicar la medicina tradicional en una pequeña parcela de tierra en el amplio valle río abajo del pueblo de Melipueco, llamado así por la unión del Truful Truful y otros tres ríos.

Ahora el espíritu de un río cercano donde se planea la piscicultura ha pedido en sueños la ayuda de Ayenao.

“Me piden y me exigen que tenga que proteger, y así contribuir a la salud”, dijo Ayenao, de 28 años. “Nosotros los seres humanos... somos los mensajeros de los “ngen mapu”… para parar el extractivismo” y la venta de los recursos naturales.

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Se necesitan más guías espirituales como Ayenao para remediar la pérdida de conocimiento ambiental, medicinal y lingüístico causada por las políticas de asimilación impuestas en el pasado, cuando muchas personas indígenas crecieron alejadas de sus raíces en asentamientos marginales de las grandes ciudades, dijo Artemio Huenupi, un mapuche anciano.

“Nuestra sabiduría se basa en todo el territorio de la naturaleza. Vivimos en este espacio para cuidarlo, otras culturas dicen que son dueños de la tierra”, agregó cuando habló en el pequeño museo de cultura mapuche del que es curador en Melipeuco.

En una aldea, durante un recital nocturno de julio para recaudar fondos para el espacio de reunión con techo de paja de Ayenao, los miembros de la comunidad relataron cómo se unieron para oponerse a una planta hidroeléctrica en el Truful Truful.

Después de casi una década de múltiples evaluaciones ambientales y culturales, así como de apelaciones legales, la planta ha sido bloqueada temporalmente en los tribunales, dijo Claudio Melillan, un concejal en Melipeuco que recientemente regresó a sus tierras ancestrales para lo que llamó la “etapa de reconstrucción” de su identidad mapuche.

La comunidad tiene la esperanza de que un fallo final eche por tierra el proyecto definitivamente, el cual amenaza con dañar la cascada que se considera una fuente crucial de energía espiritual, dijo Sergio Millaman, el abogado que ganó la última apelación.

Pero cierto impacto humano ya es evidente, desde un aumento en el turismo hasta la disminución de la corriente en comparación con el caudaloso río que muchos recuerdan de su infancia.

A pesar de las abundantes lluvias y nevadas de este invierno, Chile enfrenta una preocupante sequía causada por el cambio climático, que ha agravado las tensiones por el uso del agua, dijo Juan Pablo Herane, experto en hidrología del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica de Santiago.

En abril, tras de más de una década de disputas legales, el código de aguas del país fue actualizado para proteger mejor varios derechos, incluido el uso del agua en su fuente para la conservación o usos ancestrales, dijo Juan José Crocco, un abogado que se especializa en regulación y gestión hídrica.

Sin embargo, no está claro si una nueva constitución podría alterar eso y cómo se implementará el código en el caso de las plantas hidroeléctricas que técnicamente no extraen agua, pero la redirigen para generar energía, dijo Benjamín Bulnes, un abogado de derechos de agua que trabajó en el nuevo código y ha pescado en el río Pilmaiquén.

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La primera planta hidroeléctrica en Pilmaiquén, construida a mediados del siglo XX, se encuentra frente a un jardín botánico administrado por mapuches que centra la atención en los árboles nativos.

Una amarga batalla bajo el liderazgo de Huichalaf inició hace una década para detener otras tres plantas a varios kilómetros río abajo. Como Ayenao, ella enfermó gravemente cuando era niña en la cercana ciudad de Osorno hasta que su familia se dio cuenta de que era el espíritu de un antepasado que quería volver a ella como machi.

Durante años de entrenamiento para asumir ese rol, comenzó a soñar sobre Kintuantü, un “ngen” que vive en un amplio recodo del Pilmaiquén.

“Yo soy un medio de energía. Por medio de sueños y visiones en trance me dijo que yo tenía que hablar por él, porque él se estaba muriendo”, dijo Huichalaf.

Una planta habría elevado el río hasta las cuevas en la quebrada donde vive el “ngen”. En lo alto del acantilado hay un complejo ceremonial mapuche que incluye un cementerio, desde donde se cree que las almas viajan a través de corrientes de agua subterráneas a través de las cuevas hasta el Pilmaiquén y a la eventual reencarnación.

Huichalaf dirigió una ocupación allí. Una casa privada se incendió y los manifestantes se enfrentaron con la policía. Siguieron más protestas y juicios, y dividieron a las comunidades indígenas cercanas al río.

Huichalaf estuvo presa varios meses. Pero dijo que no le teme a la prisión porque logró salvar el sitio, donde recolecta hierbas medicinales y realiza ceremonias sagradas: “y el ‘ngen’ sigue alli”.

Statkraft, la empresa energética estatal noruega que compró los proyectos del Pilmaiquén, trabaja con el gobierno chileno para devolver la propiedad del complejo ceremonial. La construcción fue congelada después de que la empresa se dio cuenta de que el impacto cultural de la planta propuesta era “inaceptable”, dijo la gerente de Statkraft en Chile, María Teresa González.

González dijo que la compañía aprendió la importancia de comprender la cosmovisión indígena e involucrar a diferentes comunidades desde el principio, y está haciendo precisamente eso con otra planta que construye en el Pilmaiquén.

Pero condenó la violencia en curso, como el reciente incendio de un camión que transportaba a media docena de trabajadores. Nadie ha sido acusado por el ataque de fines de junio.

Para Huichalaf, la lucha continúa: “Nuestro gran objetivo es que las empresas del río se vayan”.

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De vuelta en el campo volcánico negro que atraviesa el Truful Truful, mientras una tormenta de nieve se acercaba a un pico cercano con araucarias milenarias, Curin definió el objetivo de su pueblo en términos más esenciales.

“¿Qué pelea el mundo mapuche? ¿Qué protege el mundo mapuche? No un mundo de plata. La cultura mapuche es muy espiritual, muy del corazón”, dijo. “No es casualidad que estemos aquí aún.”

Después se arrodilló para tomar un sorbo del agua del río y regresó a su puesto de guardabosques.

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La cobertura de noticias religiosas de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos del Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.

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