BAR ELIAS, El Líbano (AP) — Sentada afuera de su carpa en un campamento de refugiados de la parte oriental del Líbano, una mujer siria de 30 años contemplaba el atardecer y sufría pensando en las opciones que tenía por delante.
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Umm Jawad llegó al Líbano en el 2011, escapándole al asedio que las fuerzas del gobierno sirio sobre Homs, su ciudad. Logró sobrevivir la última década a pesar de la devastadora crisis económica del Líbano y el resentimiento que generan los refugiados sirios.
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Pero ahora el Líbano quiere enviarla a ella y a un millón de refugiados de vuelta a Siria, diciendo que buena parte del país es segura. Esa perspectiva la aterroriza. La vida en el Líbano es difícil, pero regresar a Siria podría costarle la vida.
Por ello considera un riesgoso viaje a Europa por mar con su esposo y sus hijos, de seis y 11 años de edad. Allí podría terminar sus estudios de contabilidad, mandar a sus hijos de nuevo a la escuela y disponer de medicinas para su epilepsia.
“Ellos (los europeos) tienen una mejor calidad de vida”, comentó la mujer, que pidió ser identificada solo por su apodo, que quiere decir madre de Jawad, el nombre de su primer hijo, para hablar libremente sobre su familia y sus planes. “Aquí, mis hijos, mi esposo y yo vivimos en una carpa”.
El colapso económico del Líbano --uno de los peores de la historia moderna-- hace que mucha gente, tanto sirios como libaneses, ensayen el peligroso viaje por mar hacia Europa.
El gobierno libanés dijo hace poco que planea deportar a 15.000 refugiados sirios por mes, lo que aumenta los incentivos para intentar ese viaje, en momentos en que Europa lidia con millones de refugiados ucranianos que le escapan a la invasión de Rusia.
El ejército y otros organismos de seguridad libaneses informan constantemente de fallidos intentos de llegar a Europa desde la costa norte del país. Al menos siete migrantes se ahogaron tras una confrontación entre soldados del ejército y una embarcación con migrantes sirios y libaneses.
“Los libaneses no están contentos con su vida aquí y tratan de irse. Imagínese cómo estamos los sirios”, dijo Umm Jawad. “Que Dios nos ayude a sirios y libaneses a salir de esta crisis”.
Umm Jawad vive en un campamento de refugiados sirios cerca de la frontera sur, con Siria. Recientemente, unos niños jugaban al fútbol en los pasajes del campamento mientras algunos residentes negociaban con un vendedor ambulante que ofrecía frutas y vegetales. Un individuo instaló una peluquería improvisada en una carpa.
La vida en el campamento es cada día más difícil. Una caída en las donaciones de ayuda, la pandemia del COVID-19 y el derrumbe de la economía libanesa hicieron que los refugiados se endeudasen para poder acceder a comida, medicinas y alquileres.
El Líbano, un país de 5 millones de habitantes, dice que ya no puede albergar a más de un millón de refugiados sirios y planea empezar a deportarlos en los próximos meses, a pesar de la oposición de las Naciones Unidas y de organizaciones de derechos humanos.
Dice que las autoridades sirias dieron garantías de que ahora hay muchas partes seguras en Siria a las que podrían regresar los refugiados.
La Associated Press obtuvo un documento del gobierno libanés según el cual Damasco le aseguró a Beirut en abril que los refugiados que regresen recibirán tarjetas de identificación, certificados de nacimiento, servicios sociales, alojamiento temporal y una infraestructura viable. Las autoridades sirias dijeron asimismo que quienes regresen se beneficiarán de los perdones que ofreció el presidente Bashar Assad a sus opositores políticos y a los evasores del servicio militar.
En realidad, al gobierno de Assad le ha costado reconstruir las zonas que recuperó mediante devastadores sitios y ataques aéreos, y la economía de Siria, igual que la del Líbano, está en ruinas. Las sanciones económicas de Occidente tras la brutal represión de la oposición política en el 2011 agravaron el deterioro de la economía siria.
Muchos refugiados sirios temen por sus vidas si son obligados a regresar a su país, donde las fuerzas de seguridad están por todos lados.
Human Rights Watch documentó casos de refugiados que son detenidos, torturados o sujetos a todo tipo de violaciones de sus derechos a su regreso, incluso si cuentan con el visto bueno del gobierno sirio, según Lama Fakih, director de la oficina del Medio Oriente y África del Norte de esa organización.
Umm Jawad teme que su marido sea obligado a reincorporarse a las fuerzas armadas. “Hay puestos de control por todos lados, en los barrios, y mucha delincuencia. No te sientes segura ni en tu propia casa”, dijo la mujer.
Hassan Al-Mohammed, un refugiado que trabaja en el fértil valle Bekaa del Líbano con varios de sus 12 hijos, dijo que sueña con volver a casa, pero que este no es el momento.
Cuenta que en su pueblo, al sudoeste de Alepo, se sigue combatiendo. “¿Le escapo a una crisis económica para que mi familia sea asesinada?”, preguntó sentado en su carpa.
Muchos libaneses piensan que si envían a los refugiados a Siria, se aliviaría la crisis de su país, donde tres de cada cuatro personas viven en la pobreza.
Las tensiones entre sirios y libaneses son palpables.
Al-Mohammed dice que las panaderías a veces dan prioridad a los libaneses y hacen que los sirios esperen por horas nuevas horneadas. Le molestan las afirmaciones de que los refugiados se benefician a expensas de los libaneses. “Redujeron la ayuda, trabajamos para comer. El dinero que tenemos lo usamos para comprar pan”, sostuvo.
Las autoridades libanesas le han pedido a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados que reasigne a Siria la ayuda para los refugiados para alentar los regresos. Pero la ONU, Europa, Estados Unidos y numerosas organizaciones de derechos humanos han dicho que Siria sigue sin ofrecer garantías de seguridad.