PARÍS (AP) — Dos nuevos estudios indican que los hijos de los inmigrantes se asimilan cada vez más a la sociedad francesa y contradicen la prédica xenófoba de la extrema derecha en el sentido de que jamás se adaptarán a su nueva tierra.
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También revelan que algunos inmigrantes de origen africano y asiático siguen siendo discriminados.
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Karima Simmou, una joven de 20 años de origen marroquí que estudia en la prestigiosa universidad Sciences Po, personifica ese fenómeno.
Pertenece a una familia de clase obrera con ocho hijos, una madre que se ocupa de los niños y un padre que trabaja en las minas del oeste de Francia. Su familia la alentó a que asistiese a una universidad de elite.
“En base a su experiencia, mis padres me dijeron que tenía que esforzarme más que los demás para salir adelante”, declaró Simmou a la Associated Press.
Activistas que combaten la discriminación se mostraron complacidos con las conclusiones de los estudios publicados este mes, que aportan información rara vez disponible dado que Francia tiene una visión universalista que no toma en cuenta el origen étnico de la población.
Los estudios, publicados por la oficina de estadísticas del gobierno y el Instituto Francés para Estudios Demográficos (INED), un organismo estatal, aporta información acerca de la experiencia de los inmigrantes en Francia, de sus hijos y, por primera vez, de sus nietos. Es una versión actualizada y ampliada de un estudio similar hecho hace diez años, que incluye muestras representativas de más de 27.000 personas tomadas del censo nacional, quienes respondieron a preguntas sobre temas como la vida familiar, los ingresos y la religión entre julio del 2019 y noviembre del 2020.
Uno de los informes dice que buena parte de la población francesa tiene ancestros inmigrantes --aproximadamente un 32% de las personas menores de 60 años-- y que los hijos y nietos de los inmigrantes se integran cada vez más a la sociedad francesa.
La inmigración, no obstante, no se distribuye equitativamente en el país. Patrick Simon, uno de los investigadores del INED, dijo que aproximadamente el 70% de la población de menos de 60 años no tiene ancestros inmigrantes de las últimas tres generaciones y que la diversidad étnica depende en buena medida de la región donde viven en Francia.
El informe desestimó la teoría del “gran reemplazo” promovida por la extrema derecha, según la cual la población blanca de Francia y otras naciones occidentales está siendo desplazada por inmigrantes no blancos.
“La población de origen inmigrante tiene fuertes lazos con la población que no tiene ancestros inmigrantes directos. En cada familia, la gente tiene un vínculo más o menos directo con la inmigración”, declaró Simon a la AP.
Con el correr de las generaciones, la herencia inmigrante se diluye, según el estudio.
Se comprobó que el 66% de las personas con al menos un padre inmigrante se casan con gente que no tiene inmigrantes recientes en su familia y que nueve de cada diez personas de la tercera generación de inmigrantes tienen solo uno o dos abuelos inmigrantes.
La inmigración en Francia tiene muchos orígenes, que reflejan en parte su historia colonial.
Las generaciones jóvenes con ancestros inmigrantes tienden a provenir del norte de África o de la región subsahariana, en tanto que las personas de más edad generalmente tienen raíces en otras partes de Europa. El estudio señala que el 83% de las personas de menos de 18 años que tienen al menos un padre inmigrante provienen generalmente de fuera de Europa, sobre todo de África. Por el contrario, más del 90% de los inmigrantes de segunda generación de más de 60 años son hijos de españoles, italianos, polacos, belgas, alemanes o personas de otras partes de Europa.
Los hijos y nietos de inmigrantes llegados de África y Asia se integran bien al sistema educativo francés comparado con sus mayores, de acuerdo con el otro informe. La información recabada señala que tienen un nivel académico más alto que el de sus padres, aunque les cuesta alcanzar el mismo nivel educativo que los franceses sin ancestros inmigrantes.
También les cuesta más conseguir trabajo: el 60% de los que no tienen raíces europeas trabajan en campos de nivel intermedio o alto, comparado con el 70% de los franceses sin parientes inmigrantes directos.
El investigador de INED Mathieu Ichou mencionó dos posibles explicaciones.
“Varios estudios, estadísticas y auditorías indican que las minorías están en desventaja en relación con los empleos y que experimentan discriminación. Francia está bastante mal en ese sentido, comparado con otros países europeos”, manifestó.
Por otra parte, dijo Ichou, “las minorías tienden a no estar bien representadas en las escuelas de elite” de Francia.
Simmou fue admitida en Sciences Po gracias a un programa especial para estudiantes de zonas postergadas.
Sabe que su historia es inusual y que ella representa un ejemplo.
Goundo Diawara, consejero escolar y miembro de una agrupación de padres de niños que estudian en escuelas de barrios con grandes comunidades de inmigrantes, es testigo directo de las fallas del sistema educativo francés en la lucha contra la desigualdad.
“A diario denunciamos el estado de cosas en las escuelas de zonas postergadas”, expresó. “La mayor parte del tiempo, estos estudiantes no saben nada de las escuelas de elite. Además, las carreras largas son más costosas para las familias pobres”.
La experta elogió los dos informes porque ofrecen “recursos útiles”.
Si bien lleva tres años estudiando en una de las universidades más prestigiosas de Francia, Simmou siente que hay una brecha entre ella y sus compañeros.
“En mi segundo año en Sciences Po, la gente me recordó que tengo raíces inmigrantes, trató de encasillarme. Quiero ser yo la que decide quién quiere ser”, se lamentó.
De todos modos, espera que su ejemplo sirva a otros.
“Si no tenemos modelos a seguir, es difícil ampliar nuestros horizontes e imaginarnos otro futuro”, comentó.