LONDRES (AP) — Hasta esta semana, Mo Farah era un tetracampeón olímpico al final de una sensacional carrera en pruebas de larga distancia. Ahora tiene otra razón para ser un ícono: Es la persona más prominente que revela haber sido víctima de la trata de personas.
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La decisión de Farah de contar la historia de cómo fue que llegó a Gran Bretaña, ilegalmente, de niño y fue obligado a trabajar en el servicio doméstico les ha dado un rostro a las víctimas de la esclavitud moderna, personas que a menudo son descritas como inmigrantes “ilegales”.
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“No creo que jamás haya habido un caso en Gran Bretaña en el que alguien tan conocido revela la historia tan oscura, tan difícil y tan compleja que tiene detrás suyo”, expresó Sunder Katwala, director de British Future, un centro de estudios independiente enfocado en la identidad y la inmigración. “Rara vez escuchamos las voces y vemos los rostros de las víctimas del tráfico, y el hecho de que aparezca una figura tan conocida es realmente extraordinario”.
Las revelaciones de Farah podrían generar un espacio seguro para que otras víctimas de la trata de personas busquen ayuda, como ocurrió en el deporte y el mundo del espectáculo cuando los homosexuales empezaron a dar la cara, según Katwala. También presionan a las autoridades para que las personas que son explotadas por los traficantes sean tratadas como víctimas, no como delincuentes que deben ser deportados.
Farah, quien tiene 39 años, dijo que decidió hablar sobre su experiencia para cambiar la percepción que tiene la gente acerca de la trata de personas y la esclavitud moderna.
Su historia, que ha repercutido en todo el mundo, sale a la luz en momentos en que los conflictos, el cambio climático y el colapso de economías generan el desplazamiento de cantidades sin precedentes de personas en todo el mundo y cada vez más migrantes caen en las garras de traficantes que los llevan a Gran Bretaña, la Unión Europea y Estados Unidos.
Quienes tienen algún dinero, pagan miles de dólares para llegar a países donde esperan encontrar trabajo y cierta seguridad. Otros caen presa de delincuentes que los obligan a prostituirse, a traficar drogas o a trabajar como empleados domésticos.
Las autoridades británicas recibieron más de 10.000 denuncias de esclavitud moderna en el 2020, un significativo aumento respecto al 2014, en que hubo 2.340 denuncias, según el servicio de inmigración británico.
El gobierno ha tenido dificultades para responder a esta compleja problemática. Les abrió las puertas a los refugiados de Afganistán y Ucrania en los últimos meses, al tiempo que propuso deportar a Ruanda a los inmigrantes “ilegales” de otros países que piden asilo. El primer ministro Boris Johnson dice que esa estrategia desbaratará el modelo de negocios de los traficantes, que hacen cruzar al Canal de la Mancha a los inmigrantes para que ingresen ilegalmente al país en pequeñas embarcaciones. Activistas, por su parte, afirman que el plan es ilegal e inhumano.
Rob McNeil, subdirector del Observatorio de la Migración de la Universidad de Oxford, dijo que la historia de Farah difícilmente cambie la política británica, pero podría alterar la percepción de la gente, humanizando la idea abstracta de “inmigrante ilegal”.
“Se habla de los migrantes irregulares como una especie de grupo homogéneo de ‘malhechores’, que representan un problema que debe ser resuelto, no como individuos que corren peligro”, manifestó. “Es probable que se suavicen la retórica y las políticas hacia los ingresos irregulares solo si el debate se enfoca más en las víctimas y no en las fallidas políticas que representan”.
En un documental transmitido esta semana por la BBC, Farah dijo que su verdadero nombre es Hussein Abdi Kahin y que nació en Somalilandia, región que se separó de Somalia y que fue devastada por la guerra durante su infancia.
Reveló que tenía ocho o nueve años y vivía en Yibuti cuando una mujer que no conocía lo trajo a Gran Bretaña usando documentos falsos, a nombre de Mohammed Farah, que pasó a ser su nueva identidad.
Inicialmente se entusiasmó porque nunca había viajado en avión y pensó que iba a vivir con parientes en Europa. La mujer, sin embargo, lo llevó a un departamento de la parte occidental de Londres, rompió un papel con los datos de sus parientes y lo obligó a cuidar a sus hijos, según Farah.
No se le permitió ir a la escuela hasta que tenía 12 años. Fue allí que afloró su talento como corredor, que lo ayudó a dejar atrás esa vida de servidumbre.
Farah dijo que un profesor de educación física hizo arreglos para que fuese a vivir con otra familia de Somalia.
Nunca habló de su pasado y dijo que el enorme apoyo que había recibido después de contar su verdadera historia era “increíble”.
“Me tomó mucho tiempo llegar a este punto, pero me alegro de haber hecho este documental para mostrarle a la gente lo que me pasó de niño”, declaró a la BBC en una entrevista transmitida el miércoles.
La policía de Londres dijo que estaba “analizando” las denuncias de Farah en el documental.
Empleados de servicios caritativos, abogados y otras personas que ayudan a las víctimas de la esclavitud moderna elogiaron a Farah por haber dado la cara y dijeron que la publicidad que generó ayudará a humanizar el debate. Indicaron que muchas víctimas luchan por años para escapar y superar el trauma causado por su explotación.
“Saber que hay alguien, por trágico que sea, que pasó por esto, salió adelante y tuvo éxito en su área, que hable por experiencia propia, es algo muy importante”, sostuvo Ryna Sherazi, a cargo de la recaudación de fondos y de las comunicaciones de Anti-Slavery International, una organización que combate la esclavitud en todo el mundo.
Toda su vida Farah dijo que había llegado a Gran Bretaña con su familia como refugiado. Se nacionalizó a los 17 años y representó a Gran Bretaña en tres Juegos Olímpicos, ganando medallas de oro en los 5.000 y los 10.000 metros en el 2012 y el 2016. Fue nombrado caballero por la reina Isabel II en el 2017.
A pesar de su fama, Farah dijo que temía ser deportado si revelaba cómo había llegado a Gran Bretaña. Se sintió aliviado cuando se transmitió el documental y las autoridades inmigratorias dijeron que no tomarían medida alguna en su contra.
Nando Sigona, experto en inmigración de la Universidad de Birmingham, lo atribuyó a que el Partido Conservador, en el gobierno, está en medio de una transición y busca una nueva jefatura tras la renuncia de Johnson.
“A esta altura, no está claro si el caso de Mo Farah le hará bien a otros”, opinó Sigona. “Existe la posibilidad de que se trate solo de un caso aislado que genera simpatía porque involucra a una persona con un talento excepcional”.
Al final del documental, Farah se pregunta por qué fue llevado al Reino Unido. En África, su madre le dice que nunca aceptó que se lo llevasen a Inglaterra y que perdió contacto con él por la guerra y por las malas comunicaciones en su tierra.
Su madre dijo que apoyaba plenamente la decisión de su hijo de contar su historia.
“Mentir es un pecado”, le dice en el documental.