CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Cuando dos primos decidieron retornar a un empobrecido poblado del sur de México donde pasaron su infancia y adolescencia para despedirse de sus familias antes de emprender camino hacia Estados Unidos, tal como lo han hecho generaciones de migrantes, jamás pensaron que ese viaje los marcaría de por vida.
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No sería el primer viaje a Estados Unidos de Javier Flores López, ahora de unos 30 años. El mexicano dejó hace unos años la localidad de Cerro Verde, en el municipio de San Miguel Huautla del estado de Oaxaca, para irse a Ohio donde vive su padre y un hermano y trabajar en la construcción.
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Flores López volvió temporalmente a Cerro Verde para visitar a su esposa y sus tres hijos pequeños, según relató su primo Francisco López Hernández, de 37 años.
En su retorno a Estados Unidos Flores López decidió irse junto a su primo José Luis Vásquez Guzmán, de 32 años, quien viajaría por primera vez al Norte para reunirse con su hermano mayor que también estaba en Ohio.
Si bien todos conocían los riesgos que habían enfrentado innumerables pobladores de Cerro Verde al cruzar en las últimas décadas la frontera entre Estados Unidos y México con la ayuda de contrabandistas, a López Hernández lo conmocionó saber las circunstancias en las que fueron abandonados sus primos, junto a decenas de migrantes, dentro de tractocamión bajo el sofocante calor de Texas.
Flores López ahora se encuentra entre los desaparecidos, confirmó su primo, mientras que Vásquez Guzmán permanece hospitalizado en Texas. Al menos 53 personas han muerto, incluidas 27 personas de México, 14 de Honduras, siete de Guatemala y dos de El Salvador, dijo Francisco Garduño, jefe del Instituto Nacional de Migración de México.
El conductor junto con otros dos hombres procedentes de México permanecen bajo custodia mientras continúa la investigación sobre el episodio de contrabando más mortífero en la historia de los Estados Unidos.
Vásquez Guzmán estaba entre las 67 personas que iban en el camión que fue encontrado abandonado la tarde del lunes cerca de unos depósitos de chatarras a las afueras de San Antonio. La familia cree que Flores López también estaba en el grupo de migrantes, pero aún esperan confirmación.
Las autoridades ya contaban con la identificación potencial de 37 de las víctimas hasta el miércoles por la mañana, a la espera de verificar esos datos con autoridades de otros países, según la oficina del médico forense del condado Bexar. Cuarenta de las víctimas eran hombres.
El proceso de identificación de los cadáveres ha sido un desafío porque algunos fueron encontrados sin documentos de identidad o en algunos casos portaban una identificación robada.
Los poblados como Cerro Verde tienen poco o ningún servicio telefónico para comunicarse con los miembros de la familia y los gobiernos involucrados deben compartir y comparar los datos de las huellas dactilares.
Cerro Verde es una comunidad remota, de unas 60 personas, que fue abandonada en gran parte por los jóvenes. Los que se han quedado se ganan la vida tejiendo sombreros para el sol, esteras, escobas y otros artículos de hojas de palma, y sembrando en pequeños cultivos.
Muchos viven con apenas 30 pesos al día (menos de 2 dólares). “La verdad es que la gente sale de aquí por necesidad”, afirmó Felicitos García, dueño de una pequeña tienda de comestibles en las cercanías de San Miguel Huautla, y agregó que vio a Vásquez Guzmán y Flores López hace unas dos semanas.
“La vida es complicada aquí. La gente sobrevive manteniéndose de lo que siembra, maíz, frijol, y trigo. Hay veces en que se da la tierra y hay veces en que no, cuando la lluvia llega tarde. No hay sistema en que puede tener muchos recursos. Se vive de un día al otro”, indicó el comerciante.
Florencia Guzmán Sánchez, madre de Vásquez Guzmán, está ahora tramitando una visa para viajar a Texas y encontrarse con su hijo. La humilde mujer crió sola a sus cuatro hijos después que su esposo murió cuando Vásquez Guzmán tenía 10 años, precisó García.
Ahora es la única de la familia que queda en Cerro Verde. Vásquez Guzmán se fue cuando tenía 18 años y se unió al Ejército mexicano. Su hermano mayor, Eloy, se fue a Estados Unidos hace poco más de un año y se instaló en Ohio, dijo López Hernández, quien creció en una casa vecina y fue a la escuela junto a su primo.
“Me imagino que (su hermano) le comentaría como estaba la situación de trabajo… y de cómo generar más ingreso”, dijo López Hernández al hablar de las motivaciones que llevaron a Vásquez Guzmán a irse a Estados Unidos. “Me imagino que lo ha de ver llamado para que se fuera para allá también por una mejor condición de vida”.
Vásquez Guzmán, quien había estado viviendo en la Ciudad de México durante los últimos seis años, regresó a Cerro Verde sólo para despedirse de su madre, comentó López Hernández. Sabía que era un viaje caro y arriesgado.
López Hernández dijo que la mayoría de los que toman la decisión de migrar recurren a los familiares que se han ido a Estados Unidos para que les manden dinero para el viaje, que generalmente cuesta alrededor de 9.000 dólares.
“Son muchos riesgos. Los que si tienen la suerte, la fortuna de llegar allá, (pueden) trabajar, hacerse de sus bienes”, agregó.
Con tantos que se van y se dirigen a Estados Unidos es fácil encontrar a un contrabandista y hasta ahora la gente ha cruzado con seguridad, admitió López Hernández, y agregó que “no sé en este caso si cambiaron, o qué pasó, o por qué los abandonaron”.
López Hernández, quien también tiene un hermano en Ohio, ha pensado en unirse a su familiar pero reconoció que ha desistido de la idea porque no quiere dejar a su esposa e hijos, el trabajo, los estudios y otras responsabilidades que lo mantienen muy vinculado a México.
El domingo por la noche López Hernández le preguntó a un tío si había tenido noticias de su primo y le informó que había logrado llegar a Texas. “Qué padre (bueno). Qué le echen ganas y en la vuelta nos vemos”, le respondió al tío.
Horas después se enteró por Internet de la tragedia.
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Julie Watson, reporteó desde San Diego