La llaman, desesperadas, asustadas y a menudo sin dinero. Algunas son víctimas de violación y violencia intrafamiliar. Otras son madres recientes que aún amamantan a hijos. Otro embarazo tan pronto, dicen, es algo que simplemente no pueden sobrellevar.
“Es angustiante”, dijo Angela Huntington, que trabaja para Planned Parenthood en Missouri como coordinadora de pacientes que desean interrumpir su embarazo. Huntington ayuda a las mujeres que la llaman a reprogramar citas canceladas para un aborto, a veces a cientos de kilómetros de distancia de donde viven tras la anulación de Roe vs. Wade.
El fallo de la Corte Suprema ha provocado una andanada de viajes por todo el país debido a que cada vez más estados restringen la interrupción del embarazo. Los operadores de las clínicas se están mudando, hay más donaciones para las organizaciones sin fines de lucro y un grupo envía camionetas para administrar píldoras abortivas. Algunas ciudades, como Kansas City y San Luis, también están elaborando planes para ayudar en la logística de los viajes.
Huntington se ha estado preparando para este momento desde hace meses. Incluso antes de que la Corte Suprema emitiera su fallo la semana pasada que puso fin a la protección constitucional al aborto, la interrupción del embarazo se había vuelto casi imposible de conseguir en estados como Texas, Oklahoma y Missouri.
Básicamente, ya estaban “viviendo en una era post-Roe”, dijo Huntington.
Ahora, una nueva tanda de leyes están entrando en vigor. El personal en una clínica de Nashville recibía numerosas llamadas de pacientes que intentaban entender el nuevo panorama legal debido a que una corte federal autorizó el martes la entrada en vigor de la prohibición estatal a abortar después de seis semanas de gestación.
En Arkansas, algunas pacientes ya habían viajado a una clínica de Planned Parenthood en Little Rock para interrumpir su embarazo mediante medicamentos cuando la Corte Suprema emitió su fallo. Cuando llegaron fueron enviadas de vuelta a casa.
“No puedo creer que esto esté sucediendo en la actualidad”, decían a Huntington. O también expresaban con sarcasmo: “Por supuesto que está ocurriendo hoy día”.
Huntington y otras como ella intentan cambiar las citas a clínicas en Kansas, Illinois e incluso Colorado. Si una paciente no tiene dinero pero tiene acceso a un vehículo fiable, Huntington puede ofrecerles tarjetas para que le pongan gasolina. También trabaja con organizaciones sin fines de lucro para apartar vuelos comerciales y alojamiento. En las últimas semanas, dijo, un grupo llamado Elevated Access reclutó a pilotos voluntarios de avionetas para transportar a pacientes a sus citas de interrupción del embarazo y a veces despegan de pequeñas pistas rurales.
“Ha sido un infierno”, dijo la doctora Jeanne Corwin, ginecóloga en una clínica de Dayton, Ohio, donde la mayoría de las pacientes son rechazadas con la entrada en vigor de la nueva normativa estatal que prohíbe el aborto cuando puede detectarse un latido del corazón del embrión. Muchas son enviadas al vecino estado de Indiana, y a la clínica gemela en Indianápolis para la que Corwin también trabaja.
La doctora dijo que las pacientes están desesperadas, entre ellas una de más de treinta y tantos años a la que le diagnosticaron melanoma avanzado y está en su primer trimestre de embarazo.
“Tiene que poner fin a su embarazo” para que pueda comenzar la quimioterapia y va rumbo a Indiana, dijo Corwin.
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Hollingsworth informó desde Kansas City, Missouri, y Tanner desde Chicago. Emily Wagster Pettus, en Jackson, Mississippi; Colleen Slevin, en Denver, y Marc Levy desde Harrisburg, Pensilvania, contribuyeron a este despacho.