BOGOTÁ (AP) — Rodolfo Hernández tiene su propia Casa de Nariño, como bautizó a su sede de campaña. No es suntuosa, no tiene plaza de armas, ni está en Bogotá como el palacio presidencial en el que han morado históricamente los jefes de Estado en Colombia.
Su despacho queda en Bucaramanga, al noreste del país, de donde fue alcalde y vive con su familia. Antes de entrar hay un letrero impreso en una pared blanca que resume su propuesta como candidato: “Donde nadie roba, la plata alcanza”.
Según Hernández, de ser electo presidente de Colombia en el balotaje del próximo domingo, la Casa de Nariño se convertirá en museo, como hizo el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador. A Hernández, de 77 años, la idea de vivir en un palacio no lo emociona, asegura que su fortuna asciende a 100 millones de dólares y su verdadero lujo sería estar con su familia en Bucaramanga los fines de semana.
El magnate del negocio de los bienes raíces irrumpió en la campaña electoral con un discurso centrado en la lucha contra la corrupción y se convirtió en el inesperado contendor del izquierdista Gustavo Petro para la segunda vuelta presidencial del domingo.
El “Trump colombiano”, como lo llaman algunos, encontró su oportunidad en el hastío generalizado por la corrupción. En la primera vuelta logró cautivar a casi seis millones de personas con mensajes simples que repite como mantras: “No robar, no mentir, no traicionar”. Busca derrotar a la clase política “corrupta” y, en teoría, dar ese dinero que no saquearían de las arcas del Estado a los colombianos, sobre todo a los más vulnerables. También reducir los gastos del Estado que considera innecesarios, por lo que plantea eliminar algunas embajadas, todas las consejerías presidenciales y reducir el uso de la flota de aviones.
Hernández nació el 1945 en Piedecuesta, un pueblo vecino de Bucaramanga. Su padre era sastre y su madre tenía una fábrica de tabaco. Logró estudiar Ingeniería Civil en la Universidad Nacional, pública y reputada, y ahora como candidato propone eliminar los exigentes exámenes de admisión de las universidades porque recuerda que él mismo estuvo a punto de quedar afuera y de haber sucedido su vida sería otra.
Su abuela Dolores fue parte fundamental de su crianza y quien le dio un consejo que aún recuerda: “Trabaje con los pobres y se hará rico”. Así lo hizo. Amasó su fortuna construyendo miles de viviendas, muchas en los sectores más vulnerables, y financiando su compra.
Antes que político, Hernández es un empresario. Suele decir que Colombia es una compañía con potencial que quiere gerenciar y los accionistas son los 50 millones de colombianos. Ahorra cada peso tanto en su campaña como su empresa Constructora HG, ambas gerenciadas por su esposa Socorro Oliveros con quien se casó en la década de 1970 y tiene cuatro hijos.
Uno de los episodios más tristes en su vida fue la desaparición de su hija Juliana a manos de grupos armados ilegales. Pese a eso, asegura que como presidente cumpliría con el acuerdo de paz que firmó el Estado con la extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y le propondría al Ejército de Liberación Nacional (ELN), considerada la última guerrilla activa en el país, que firme y cumpla el mismo acuerdo.
Entró a la política en 2015 al lanzarse a la alcaldía de Bucaramanga -la capital del departamento de Santander- y ganó contra todo pronóstico. Poco antes de terminar su mandato renunció luego de ser suspendido por la Procuraduría por presunta participación en política, algo prohibido para los funcionarios públicos.
Hernández gobernaría el país de forma similar a sus negocios privados. “No le gusta que en su constructora nada quede al azar, va a la obra a ver cómo se está pegando un ladrillo sobre otro ladrillo. Se inmiscuye en las minucias para que la gran obra sea perfecta”, dijo a The Associated Press Óscar Hernández Rugeles, director político de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, el movimiento político del candidato.
Fue su hermano Gabriel, filósofo, quien lo ayudó a idear en 2015 las bases de su particular modo de hacer política con el movimiento “Lógica, ética y estética” que implicaba no hacer alianzas con políticos tradicionales y cumplirles a sus electores. Si bien saneó las finanzas de la alcaldía y pasó de un déficit a un superávit, hubo propuestas que no cumplió como hacer 20.000 viviendas en barrios populares, pese a que firmó una carta de compromiso con los votantes.
Su flanco débil es el proceso penal en el que la Fiscalía lo acusó formalmente de presuntas irregularidades en un contrato de consultoría para implementar nuevas tecnologías para el manejo de la basura en el relleno sanitario de la ciudad que gobernó. Por ese proceso, sus críticos cuestionan la veracidad de su discurso contra la corrupción, aunque Hernández asegura que es inocente.
Como alcalde enfrentó varios procesos disciplinarios, uno por golpear a un concejal opositor cuando le hacía preguntas incómodas, por el que la Procuraduría lo suspendió por varios meses.
“Es un señor que no se puede controlar, no maneja las emociones y difama, porque a raíz de eso hizo un montaje de que yo era el corrupto, cuando solamente le dije la verdad que ni él ni nadie ha podido desmentir, es más, no tengo ningún proceso penal ni disciplinario en mi contra”, dijo a AP John Claro, quien aseguró que lo increpó por “tener sociedades con políticos cuestionados de la región”.
Luego de que la agresión se convirtiera en una noticia nacional, Hernández se disculpó públicamente. Su director político aseguró que luego de eso optó por practicar yoga, porque le dijeron que era “una manera de tranquilizar el espíritu y el genio, y créame que lo ha resuelto de buena manera”, dijo Rugele.
Como ese, Hernández ha sorteado otros escándalos, como cuando dijo que admiraba a Adolf Hitler y luego justificó que se trató de un lapsus porque se refería al científico Albert Einstein. Con los movimientos feministas tampoco tiene buena relación por frases como es mejor que las mujeres “apoyen desde la casa, la mujer metida en el gobierno a la gente no le gusta”.
Los reparos se han mantenido pese a que el candidato aseguró que como presidente protegería los derechos de las mujeres. Florence Thomas, una feminista francesa que ha vivido por décadas en Colombia, explicó a AP que espera que de llegar al poder no se dé un retroceso en los derechos ya adquiridos, como la despenalización del aborto hasta la semana 24 de gestación.
Las encuestas muestran un empate técnico entre Petro y Hernández y sus comentarios sobre las mujeres no parecen afectar su imagen favorable. Para Thomas, esto se explicaría porque Colombia “todavía es terriblemente patriarcal. Es un patriarca de mi generación, no es con él que se van a transformar ni a deconstruir los viejos estereotipos”.
Al interior de la campaña su estratega Ángel Becassino no se mostró preocupado por el impacto en el voto femenino. “La mayoría de las mujeres de este país están en la sobrevivencia dura porque en una gran cantidad de los hogares hay pobreza... esas mujeres se identifican mucho más con el planteo de Rodolfo que con el de Petro. Entonces esto que parecería, si estuviéramos en Francia o en otro país, algo gravísimo, para Rodolfo no es tan grave”, dijo a AP en una entrevista reciente.
Su descarnada franqueza tiene dos caras: en ocasiones lo enreda en problemas por decir lo que piensa sin filtro y en otras lo ayuda a conquistar electores que ven en Hernández a un hombre común que habla sin adornar las palabras, y es capaz de hacerle frente a los “corruptos”.
Difícil de encasillar, Hernández no acepta hacer alianzas con políticos de ningún sector, dice que recibe a quien quiera votar por él pero no cede en sus compromisos de campaña. Lo han respaldado figuras de centro y de derecha, sobre todo de un sector que votará en contra de Petro bajo la premisa de que podría quedarse en el poder e imponer supuestas ideas comunistas, lo que el candidato de izquierda ha negado.
En lo que coinciden analistas y su propio estratega es que es un populista que se mueve en la centroderecha. Para la politóloga Sandra Borda, es una combinación de “libertario republicano” que cree que el Estado debe ser lo más reducido posible, austero y que la mayoría de las tareas las puede hacer el sector privado, aunque también es liberal en los temas sociales.
El único rótulo que Hernández se ha puesto a sí mismo es el de "rey de TikTok”. Fue en esa red social en la que alcanzó gran popularidad, mostrándose jovial pese a su edad. Detrás de la estrategia inédita en la política colombiana hay un grupo de 13 jóvenes de entre 23 y 31 años.
“Trabajar con él es muy sencillo, reconoce la labor que hemos hecho y que han sido las redes sociales las que lo han puesto a él en el contexto nacional”, dijo a AP Luisa Olejua Pico, su directora de comunicaciones, quien lo describe como un hombre exigente que “va a mil” en el trabajo.