MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
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Frederica Perera, de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, y Kari Nadeau, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, autoras del estudio, advierten de que para proteger la salud de los niños es necesario que los profesionales de la salud comprendan los múltiples daños que el cambio climático y la contaminación atmosférica causan a los niños y utilicen las estrategias disponibles para reducirlos.
Las autoras escriben que el feto, el lactante y el niño son especialmente vulnerables a los impactos relacionados con el clima y la contaminación atmosférica. Además, las investigaciones indican que los contaminantes atmosféricos y el cambio climático pueden interactuar para afectar a la salud de los niños, aunque se necesitan más estudios.
Todos los niños están en riesgo, pero la mayor carga recae en los social y económicamente desfavorecidos, señalan. El artículo cita docenas de estudios de investigación sobre cómo la combustión de combustibles fósiles está teniendo un gran impacto en la salud física y mental de los niños.
Así, por ejemplo, habla del calor extremo e indica que la exposición a las olas de calor en el útero se asocia con un mayor riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacer, hipertermia y muerte en los bebés, estrés térmico, enfermedad renal y otras enfermedades en los niños.
Por lo que se refiere a los eventos extremos intensificados por el clima recuerdan que, a nivel mundial, los fenómenos relacionados con el clima ya han contribuido a que más de 50 millones de niños se vean obligados a abandonar sus hogares.
El suministro y seguridad de los alimentos y el agua es otro de los problemas en los países en vías de desarrollo, donde la inseguridad alimentaria relacionada con el cambio climático ha provocado un fuerte aumento de la malnutrición, lo que provoca un retraso en el desarrollo físico y mental, señalan. El riesgo de infección por patógenos transmitidos por el agua, como la salmonella, también se ha agravado.
Otros temas que abordan son el cambio en la ecología de los vectores causantes de enfermedades o la contaminación del aire, que afecta a mil millones de niños de todo el mundo expuestos a niveles muy altos de contaminación atmosférica, fuertemente asociada a un mayor riesgo de mortalidad infantil, resultados adversos en los nacimientos, asma y otras enfermedades respiratorias, trastornos del desarrollo y problemas de salud a lo largo de toda la vida, como la reducción de la cognición, los problemas de salud mental y el autismo.
Las autoras subrayan la necesidad de actuar simultáneamente en dos frentes: proteger a los niños hoy de los riesgos climáticos ("adaptación") y atacar el problema de fondo reduciendo los gases de efecto invernadero y reforzando los sumideros naturales de carbono ("mitigación").
Las medidas de adaptación incluyen el suministro de agua potable a los niños y a las familias que se enfrentan a la sequía y a la contaminación del agua, sistemas de alerta temprana para las inundaciones y la contaminación atmosférica, formación y planificación de la evacuación para las familias y los niños, zonas de sombra donde los niños juegan, viven y van a la escuela, y mosquiteras para proteger a los niños de la malaria y el dengue.
Para hacer frente a la desigualdad, escriben, estas medidas específicas para el clima deben ir acompañadas de amplios programas sociales para reducir la pobreza y la discriminación, y proporcionar servicios de agua, saneamiento e higiene, atención sanitaria de alta calidad y educación. Destacan que existen soluciones que se están aplicando en todo el mundo para reducir la contaminación atmosférica y mitigar el cambio climático.
En el ámbito clínico, el artículo afirma que existen orientaciones para ayudar a identificar a las personas que corren un riesgo especial por el cambio climático o la contaminación atmosférica, basándose en la evaluación de la enfermedad subyacente (por ejemplo, el asma), la ubicación geográfica (por ejemplo, la proximidad a la contaminación atmosférica, la isla de calor urbana o las inundaciones) y las cargas de salud mental (por ejemplo, la ansiedad tras verse obligados a trasladarse después de un incendio forestal), escriben los autores.
Dados los impactos acumulativos de los combustibles fósiles en la salud física y mental de los niños, los autores hacen un llamamiento a los profesionales de la salud para que utilicen su poder para proteger a los niños "...haciendo pruebas de detección para identificar a los que corren un alto riesgo de sufrir las consecuencias para la salud asociadas; educándolos a ellos y a sus familias sobre estos riesgos y las intervenciones eficaces; y abogando por fuertes estrategias de mitigación y adaptación".