LAGO SAWA, Irak (AP) — Hussam al-Aqouli recuerda exactamente el sector del Lago Sawa donde sus dos hijas se mojaron sus pies en sus aguas cristalinas. Han pasado dos años y hoy lo único que hay en ese punto es tierra reseca.
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Por primera vez en siglos, el lago se ha secado. Una combinación de malos manejos de parte de empresarios locales, la dejadez del gobierno y el cambio climático transformaron sus riberas en verdaderos salitrales.
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El Lago Sawa es una nueva baja en la batalla de este país contra la escasez de agua, que los expertos dicen es producto del cambio climático, incluidas dos sequías seguidas y la ausencia de lluvias. Empresarios, granjeros y ganaderos terminan peleándose por el agua y los sectores más pobres son los que más sufren la escasez de ese recurso.
“El lago era conocido como la ‘perla del sur’”, contó al-Aqouli, de 35 años y nacido en la vecina ciudad de Samawa. “Ahora es nuestra tragedia”.
El lago se encuentra en la provincia de Muthanna, una de las más pobres del país, ubicada entre Bagdad y la región petrolera de Basora. La cantidad de personas que viven por debajo del nivel de pobreza es tres veces el promedio nacional.
Es una zona desértica, con una estrecha faja de tierra cultivable junto al río Éufrates. El desarrollo económico de la región se vio afectado por la turbulenta historia del país. Fue ignorada por el régimen del Partido Baath desde la década de 1980 y luego sufrió las guerras y sanciones que soportó Irak.
Los lugareños describen los alrededores del lago como una región “atshan”, o sedienta, en árabe.
El lago surgió en un terreno de piedra caliza, con barreras de yeso. No tiene accesos ni salidas de agua, cuyo origen desconcierta a los expertos desde hace siglos y genera leyendas de todo tipo.
Al-Aqouli visitó el lago con su familia muchas veces durante su infancia. Esperaba poder hacer lo mismo con sus hijos, según dijo. Pero ahora se pasa el tiempo publicando largos artículos en las redes sociales y pidiendo que se haga algo. A menudo siente que no hay esperanzas.
El lago se encuentra cinco metros (16 pies) sobre el nivel del mar. Tiene 4,5 kilómetros (3 millas) de largo por 1,8 km (1 milla) de ancho.
Aparece en algunos viejos textos islámicos. Se dice que surgió milagrosamente el día en que nació el profeta Mahoma, en el 570 d.C. Miles de turistas lo visitaban todos los años y se sumergían en sus aguas sagradas, que se dice fueron bendecidas por Dios.
Los ricos depósitos minerales del lago son considerados por algunos como una cura para ciertas enfermedades de la piel comunes en la región de Muthanna.
Los lugareños afirman que la desaparición de las aguas del Sawa son un presagio del retorno del imán al-Mahdi, una venerada figura chiíta, descendiente del profeta.
“Esto quiere decir que el fin de los días está próximo”, sostuvo al-Aqouli.
Los ambientalistas dicen que esos pronósticos sobre el fin del mundo podrían estar justificados.
Estudios indican que el lago se alimenta de aguas subterráneas que llegan a través de un sistema de grietas y fisuras. También recibe agua de lluvia de los valles vecinos. Intensas lluvias causaron inundaciones repentinas en los últimos años.
“La degradación del agua comenzó hace unos 10 años, pero este verano es la primera vez que nos quedamos sin agua”, expresó Laith Ali al-Obeidi, activista defensora del medio ambiente del sur de Irak.
Los expertos dicen que la sequía no es permanente, pero representa una alarmante consecuencia de la existencia de miles de pozos ilegales cavados por empresarios de cementeras y otras fábricas de la zona en respuesta a las sequías y la escasez de agua a lo largo del río Éufrates.
A principios de junio comenzó a reaparecer el agua en vista de que los agricultores ya habían recogido sus cosechas y dejaron de desviar el agua subterránea.
Montañas de sal se acumulan en los caminos que llevan al río en la provincia de Muthanna. Muchos lugareños extraen la sal desviando las aguas subterráneas y cavando pozos. La sal es usada como materia prima en varias fábricas de la zona.
Mortadha Ali, de 45 años, vive del negocio de la sal. Culpa al gobierno por la desaparición del agua del lago.
“Deberían generar empleos, para que la gente no tenga que cavar pozos para sobrevivir”, se quejó.
De haberse hecho cumplir las leyes que prohíben los pozos ilegales y de haberse tomado otras medidas, se hubiera podido revertir la pérdida de las aguas del lago, según Aoun Diab, asesor del Ministerio de Recursos Acuáticos. Pero se habría afectado directamente los intereses de las autoridades provinciales.
El actual estado de cosas altera un delicado ecosistema que gira en torno a este inusual oasis en medio del desierto.
Hay numerosas especies de peces que no pueden ser consumidos por los humanos pero que alimentaban a varias aves migratorias vulnerables. Al desaparecer los peces, las aves tendrán que ajustar sus rutas migratorias o de lo contrario perecerán, de acuerdo con al-Obeidi.
Se avecinan más tiempos duros y más dificultades para contar con agua. El Ministerio de Recursos Acuíferos dijo que el nivel de las aguas bajó un 60% respecto al año pasado.
El lago Sawa “es un caso digno de ser estudiado respecto al cambio climático en Irak”, manifestó al-Obeidi. “Este es el futuro que nos espera”.
El lago tiene un pasado ilustre.
Era la única fuente de agua cerca de la ciudad de Samawah, visitada por miles de turistas todos los años. Sus riberas están llenas de desechos, incluidas botellas de agua, latas de gaseosas y chancletas.
Hay hoteles construidos hace décadas que no fueron terminados. La mayoría fueron saqueados después de la guerra del Golfo Pérsico de los años 90 y tras la invasión de Estados Unidos y sus aliados del 2003 que derrocó a Saddam Hussein.
En el 2014, el lago fue considerado un sitio Ramsar, una designación que se da a zonas con agua que requieren de protección.
Todavía hay un gran cartel que marca esa ocasión.
Las autoridades locales pensaron que esto alentaría el turismo y la llegada de recursos para desarrollar el área. Se planearon carreteras y senderos alrededor del lago, así como tendidos eléctricos y otros proyectos.
Pero todo quedó en el aire.
Hacía mucho calor cuando al-Aqouli miró por última vez el lago antes de irse.
“Créame, era algo hermoso”, comentó.